domingo, 20 de julio de 2014

La Batalla de Gedeón, los verdaderos 300.

En sustancia, la vida de Gedeón se sitúa tras el asentamiento de los judíos en el llano de Ofrá donde habían asimilado los cultos idolátricos de las poblaciones aledañas. Tras esa infidelidad, Yahvé les habría castigado enviando tribus nómadas y grupos de amalecitas y madianitas a hacerles la guerra. En esos combates, dos hermanos de Gedeón habrían sido asesinados. Los israelitas se arrepintieron y pidieron perdón. Yahvé envió a su ángel a hablar con Gedeón para anunciarle que sería el libertador de su pueblo. Éste pidió una prueba, tras un diálogo algo sarcástico con el ángel. Este último le dio la prueba que pedía abrasando un sacrificio con fuego milagroso. Al día siguiente Gedeón destruyó el altar de Baal y ante la indignación del pueblo, Joás, su padre, le defendió diciendo que si Baal era dios, se encargaría de castigar el sacrilegio. Desde ese día fue conocido como Gedeón Jerobaal. (Heb. Yerubba), "Baal contienda contra él" o "combatiente contra Baal", se lo menciona en Jc 6,32; 7,1; 8,29; 35, 9,1-57; 1S. 12,11; 2S 11,21). Los grupos nómadas se reunieron para hacer la guerra a Gedeón. Éste reunió un ejército que, con diversas condiciones y pruebas, Yahvé redujo a trescientos hombres (sin contar las tropas auxiliares). Los israelitas atacaron durante la noche y produjeron tal confusión que los madianitas se asesinaban entre ellos y tuvieron que huir despavoridos mientras eran perseguidos por las tropas de Gedeón. Los mismos jefes de Madián, Oreb y Zeeb murieron en la refriega y sus cabezas fueron dadas como trofeo a Gedeón
           En Jc 7 vemos que Israel contaba con treinta y dos mil hombres dispuestos para la batalla contra los madianitas. Pero Dios no necesitaba tantos. "No sea – dijo – que se alabe Israel contra mí, diciendo. Mi mano me ha salvado" (Jc 7,2). Entonces los selecciona hasta que quedan diez mil, y luego los vuelve a seleccionar hasta que sólo quedan trescientos. Dios prescinde de los veintiún mil setecientos, porque sólo necesita trescientos.
La verdad es que Dios no tenía ninguna intención de hacerlos pelear. Ellos simplemente iban a ser testigos de cómo Dios peleaba por ellos. De todas maneras, en el campo de batalla, estos trescientos deberían enfrentar a ciento treinta y cinco mil (Jc 8,10). La proporción es, exactamente, de uno a cuatrocientos cincuenta. Por cada israelita había cuatrocientos cincuenta madianitas. Y es la misma proporción de Elías con respecto a los profetas de Baal, en el monte Carmelo (1Re 18,22). Dios es plenamente glorificado cuando un creyente confía solamente en Dios al enfrentar a cuatrocientos cincuenta enemigos. Así, no hay ninguna posibilidad de vanagloria, como no la hubo para Israel ante los madianitas.
La batalla de Gedeón es un tipo de las batallas espirituales de los hijos de Dios en este tiempo. Veamos algunos aspectos de esta tipología. Al igual que en Gedeón, la victoria de unos pocos, favorece a todo el pueblo de Dios. Son pocos los que participan (los "escogidos"), pero su victoria favorece a los muchos (a todo el pueblo de Dios). Trescientos vencen para que todo el pueblo de Israel disfrute de la victoria. "Así fue subyugado Madián delante de los hijos de Israel, y nunca más volvió a levantar la cabeza. Y reposó la tierra cuarenta años en los días de Gedeón" (1Re 8; 28). Los trescientos de Gedeón son los que están dispuestos a pelear las batallas de Dios llevando en su corazón a todos los hijos de Dios.
Gedeón, antes de entrar en batalla, tuvo claro testimonio de que ya estaba ganada (Jc 7, 9-15). Dios le habló por boca de sus propios enemigos, lo cual fue para él una prueba irrefutable de la victoria que Dios le había dado. Aquí vemos una demostración más de la paciencia del Señor para con este siervo.
En esto vemos que la Biblia es una obra genial, que presenta unos personajes muy bien trabajados y que son dignos de estudio, pero muchas veces se olvida de los secundarios que reciben la acción de manera indirecta, sobretodo de la población, tratándolos como comparsas lo que origina unas situaciones que al ser tan chocantes provoca situaciones curiosas, ridículas o sorprendentes, actuando a veces como un verdadero contrapunto a la seriedad de la situación… dando de qué pensar si ha sido por casualidad o no. Ya hemos visto el caso de la familia que construye el Arca de Noé o más adelante veremos el asunto de los marineros en Jonás. Algo similar le sucedió a Gedeón, cuando se enfrentó a los madianitas, estaba tan temeroso que le había pedido dos veces a Dios que le confirmaran que él salvaría a Israel por su mano. Seguramente la confianza de Gedeón, alimentada por la misericordia de Dios quien le confirmó con sus señales estaba también en ese ejército de 32,000 hombres que había logrado juntar para ir a la guerra. Pero no contaba con el buen humor de Dios que quiso darle una lección: “Y Yahvé dijo a Gedeón: el pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en sus manos, no sea que se alabe Israel contra mí diciendo: Mi mano me ha salvado” (Jc 7,2). Entonces Dios le ordena a Gedeón que anuncie que quien tuviera temor de ir la guerra podía regresarse a su casa. Así se retiraron 22,000 y quedaron 10,000, aquí Gedeón debió sufrir un golpe a su credibilidad terrible y aparte nos habla de una población (el 68%) que no está mucho por la faena.
Veamos la historia poco a poco, para disfrutar del momento. Gedeón y su gente se levantaron de mañana y acamparon en la fuente de Harod (¿Ain Gialud? ¿Ain Tubaun?), mientras que los madianitas lo hicieron en la llanura al pie de la colina de Moré (Nebí Dahi de los árabes y Pequeño Hermán de los cristianos). Dios mandó a Gedeón que redujera los efectivos de su ejército. Quiere que el pueblo sepa que no tiene necesidad de él para ganar una batalla y deshacer un ejército, aunque los enemigos sean tan “numerosos como langostas” y dispongan de innumerables camellos “como las arenas del mar” (v.12). “Nada le impide (a Yahvé) salvar con muchos o con pocos” (1 S 14,6; Dt 8,11; 18; 9,4-5; Is 10:13-15; 59,16; 63,5; Am 6,13). Por lo mismo, le manda, aludiendo a Dt 20,8, que retire a todos los que teman y tengan miedo. Es decir, frente a  un ejército superior y cuando ves que te van a destrozar, te dan vía libre para que te vayas (¿psicología inversa?).
Gedeón “tomó de manos del pueblo” (según corrección de Kittel) sus cántaros y trompetas, que entregó a los trescientos hombres, mandando los restantes a sus casas, curiosamente el número de voluntarios que se ofrecieron a Gedeón parece excesivo.
Aunque estaban en desventaja con respecto a los madianitas, Gedeón pudo haber pensado; “Bueno ahora iré la guerra con estos”. Pero Dios le dijo: “Aún es mucho el pueblo, llévalos a las aguas y allí los probaré” (Jc 7,4)  Dios seleccionó entonces sólo a trescientos hombres. ¿Se estaba riendo Dios de Gedeón? Pues la Biblia registra que “los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente estaban tendidos sobre el valle como langostas en multitud, y sus camellos eran innumerables como la arena que está a la ribera del mar en multitud” (Jc 7,12) ¿Qué eran trescientos hombres para este tremendo ejército de enemigos? Pero Dios haría reír a Gedeón, quien sabe si con risa histérica, cuando dividió a su pequeño ejército en tres escuadrones alrededor del campamento enemigo, y tocando las trompetas y dando gritos, y quebrando sus cántaros con teas encendidas hicieron huir a todo el ejército como Dios había planificado. La pregunta que siempre me ha asaltado es… ¿que pensarían los 300? El ver que el 68% de los compañeros de armas se van ya es un golpe que desmoraliza a cualquier ejército, pero si encima el 97% de los que quieren luchar no pelean porque Dios no quiere… ¿Estamos ante un acto de fe de Gedeón o de los 300? ¿Y qué pasa con los que tienen que pelear?
Gedeón quiso ver con sus propios ojos las posibilidades del enemigo antes de decidirse a atacarlo (Jc 7,16-22). En realidad temió al ver aquella muchedumbre y, por lo mismo, quiso antes explorar la situación. Para poder oír lo que los soldados madianitas hablaban entre sí, era necesario que se acercara mucho a sus tiendas. Para los antiguos, Dios manifestaba su voluntad o descubría el futuro por medio de los sueños (Gn 28,10-22; 1Re 3,5ss). El sueño que había tenido un soldado madianita era significativo. La tienda era el símbolo de la vida nómada; el pan de cebada simbolizaba la vida pobre de los pueblos sedentarios, como eran los israelitas. El compañero a quien confió el sueño sacó la consecuencia de que los israelitas, pueblo sedentario, destruirían al pueblo nómada, los madianitas. Pero si soy veterano de guerra y me explican esto, lo primero es la poca vigilancia en un ejército plantado frente a otro que permite a uno se pasee por la noche espiando conversaciones ajenas (¿y si lo pillan por espía?), aparte de ¿quién puede dormir en la situación en la que se encuentran?, hay que tener un temple modelo bloque de hielo. Aunque claro, con 300 imperturbables no hay nada que extrañarse.
El campamento de Madián estaba en el valle (v.8), dominado por el campamento israelita. Gedeón dividió a sus gentes en tres cuerpos (9,43; 1 S  11,11; 13,17) de cien hombres cada uno. Esta maniobra era tanto más necesaria cuanto que debía dar al enemigo impresión de un ejército numeroso y también para poder rodear al enemigo. Los combatientes llevaban en una mano el cántaro que tenía una antorcha encendida dentro, o con la antorcha en la otra mano, mientras que la trompeta colgaba del cinto. Una vez rotos los cántaros, tomaron la trompeta en una mano y la tea en otra. No crea dificultad el que ellos toquen la trompeta y griten, porque ambas acciones deben concebirse sucesivamente y no simultáneas, pero no deja de ser cómico atacar a los enemigos con un cazo y  cántaros y trompetas. Aquí habría que hacer un estudio serio sobre la manía de atacar a los enemigos con música (¿tan mal tocaban?) y con resultados sorprendentes, como las murallas de Jericó.
Gedeón llegó a las cercanías del campamento enemigo al comienzo de la segunda vigilia. Los hebreos dividían la noche en tres vigilias de cuatro horas cada una: seis de la tarde a diez; diez a dos; dos a seis de la mañana. El grito de guerra de los israelitas era: “¡Por Yahvé y por Gedeón!” grito que refleja bien el carácter religioso de la empresa y la confianza de los soldados en ganar “las batallas de Yahvé” (Nm 21,14; 1S 18,17; 25,28). El enemigo huyó por la llanura de Betsán a Bet Hassita, en el valle del Jordán, hacia Sartán (Js 3,16; 1Re 4,12). Abel Mejola se halla al sur de Bestán, en el valle del Jordán (1Re 4,12; 19,16)

Lo de la división en grupitos (7,16-22) podía ser ya una estrategia de esas novedosas, pero la de ir atacando gritando por la noche… ¿contra qué tipo de ejército de aficionados se han de enfrentar? Vale que sea una alegoría sobre el temor de Dios sobre los enemigos, la protección del pueblo elegido que confía en Yahvé y una prueba a la fe de Gedeón, pero hay maneras y maneras. Me imagino que Yahvé se lo debió pasar en grande viendo como los 300 gritaban como posesos por el miedo interno que deberían mientras atacaban y no digamos la cara de póker de los 9700 que se quedaron en casita viendo los fuegos nocturnos... y como otros se llevaban la gloria ¿que debieron de pensar?

Nacho Padró

No hay comentarios: