jueves, 17 de julio de 2014

EL RECURSO DE LA IRONIA-HUMOR EN AT

Cuando Israel piensa en su Dios no lo concibe en categorías abstractas. Nos ofrece sus experiencias concretas y las vivencias más profundas de su Dios. El Dios de Israel es un Dios "histórico" vinculado a su propia historia desde los orígenes. Una prueba evidente de estas afirmaciones nos la ofrece el pequeño credo histórico: “Un arameo errante fue mi padre, que bajó a Egipto para peregrinar allí; su número era pequeño, pero se hizo una nación grande, fuerte y poderosa. Los egipcios nos oprimieron, nos maltrataron y nos impusieron dura servidumbre. Entonces clamamos a Yahvé, Dios de nuestros padres, y Yahvé escuchó nuestro clamor. Vio nuestra miseria, nuestras calamidades y nuestra opresión; y Yahvé nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido en medio de gran terror, prodigios y señales. Nos condujo hasta aquí y nos dio esta tierra, que mana leche y miel”.  (Dt 26,5-10).
Los libros bíblicos están condicionados por la mentalidad y cultura de sus autores, por las circunstancias históricas en que surgieron, por el entorno cultural que los enmarca, por las costumbres de la época en que nacieron, por la o las lenguas utilizadas en su composición -con las implicaciones que el fenómeno lingüístico conlleva- por la geografía y climatología, además de por la propia condición humana.
Hay que caminar hacia el texto bíblico para comprenderlo en sí mismo.  Caminar hacia el texto significa hacer un esfuerzo para situarnos dentro del ambiente histórico-cultural en que nació. Sólo así lo comprenderemos debidamente. Significa, por tanto, renunciar a nuestros prejuicios y categorías para no prejuzgar lo que el texto quiere decirnos. Casi siempre se ha hecho lo contrario: Se ha partido de uno mismo, de los conceptos y categorías del lector, y han sido aplicados a la Biblia, sin pensar en el cómo y quién lo escribió.
Pongamos un ejemplo. Nosotros tenemos un concepto bien perfilado de la justicia de Dios: su actividad punitiva o castigadora por las infidelidades o pecados del hombre. Si partimos de este concepto y lo aplicamos a la misma expresión bíblica estamos desfigurando totalmente el texto. La Biblia nos habla de la justicia de Dios; pero con esta expresión pretende describir la actividad salvífica de Dios (exactamente lo contrario a la idea que nosotros teníamos). De ahí que el Antiguo Testamento utilice la expresión en plural, las justicias de Dios (cosa que nosotros nunca hacemos) y se refiere a las diversas intervenciones de Dios a favor de su pueblo. Y si bien he puesto el ejemplo de la Justicia divina, lo mismo podríamos aplicar al humor de Dios.
Si, en lugar de partir del texto, partimos de nosotros, de nuestros conceptos y categorías, estamos desfigurando el sentido mismo del texto; en lugar de leer lo que Dios nos dice a través del texto bíblico, nos estamos leyendo a nosotros mismos en él; a lo sumo expresamos nuestros pensamientos con palabras bíblicas. ¿Y si Dios tiene sentido del humor y este queda plasmado en la inspiración hagiográfica?
Nuestro camino hacia el texto es con billete de vuelta. Si hacemos el esfuerzo debido por llegar a él, entonces él caminará hacia nosotros. Nos hablará interpelándonos. Pero no olvidemos que la Palabra de Dios viene a nosotros vestida con trajes distintos a los que nosotros utilizamos hoy. Trajes regionales y folklóricos que llaman nuestra atención y excitan nuestra curiosidad; detrás o más allá de ellos debemos descubrir la vida y costumbres de otra época. A nadie se le ocurre, después de haber asistido a una exhibición de esta clase de vestidos, encargarse uno para usarlo a diario.
Traduciendo la imagen a lenguaje directo significa esto: la fe patriarcal o la de Israel llega a nosotros en relatos históricos a los que, en la época en que fueron escritos, se añadieron adornos mediante la invención de rasgos de tipo legendario, hiperbólico, ficticio; o mediante discursos puestos en boca de quienes no los había pronunciado, para expresar los sentimientos y deseos más profundos de una persona o del grupo o pueblo a los que representaba en su intervención; a veces se recurre a la fábula, la parábola, la alegoría, la etiología (creación o invención de una historia particular para explicar un fenómeno cuyas causas se desconocen), etimología popular (para explicar nombres de personas o lugares), o al sentido del humor. Todo ello nos ayuda a la confección de una plena comprensión del texto.
La palabra de Dios, al hacerse escritura para el hombre, ha quedado aprisionada en múltiples formas de caparazón que es necesario romper para que ella llegue a nosotros con todo su poder interpelante. Sólo llegará a nosotros si previamente hemos hecho el esfuerzo de llegar hasta ella. La Biblia es palabra de Dios. Pero, ¿hemos pensado, al expresarnos así, que Dios no habla como nosotros, que él tiene un código lingüístico distinto al nuestro? En cuanto mensaje y palabra de Dios, la Biblia trasciende el tiempo y el espacio. En cuanto palabra y mensaje envuelto en un ropaje arcaico y milenario se halla limitada por todos los condicionamientos del mismo. De ahí que sea imprescindible distinguir siempre entre lo que la Biblia dice y lo que quiere decir... La Biblia dice, por ejemplo, que la mujer fue creada de la costilla del hombre, pero ¿qué es lo que la Biblia quiere decir con esa expresión o imagen?
Fundamentalmente la Biblia describe un encuentro. Los protagonistas del mismo son Dios y el hombre: Dios que sale al encuentro del hombre que busca. Esto significa sencilla y llanamente que adentrarse en la Biblia equivale a sumergirse en el misterio. En el misterio de Dios, por supuesto, pero también en el misterio del hombre. Y como ni el uno ni el otro pueden ser expresados adecuadamente, en fórmulas universalmente válidas, el encuentro con el misterio nos hará caminar por el terreno de lo desconocido. Una auténtica aventura con el aliciente estimulante de explorar lo desconocido y con el riesgo inevitable de perderse en la espesura
Dios sale al encuentro del hombre para responder sus interrogantes más profundos, respondiendo a su capacidad de trascendencia. Pero hay más. Dios sale al encuentro del hombre no sólo para responder sus interrogantes, sino para abrirle nuevas posibilidades que él ni siquiera podría pensar o sospechar. Búsqueda, por parte de Dios, de una promoción humana cuyo nivel está muy por encima de lo que el hombre, a quien se intenta promover, pudiera desear o imaginar.
Uno de los valores de la Biblia está en haber consignado en sus páginas la experiencia y reflexión de casi veinte siglos de la vida del hombre y del pueblo al que pertenece. A la vista de este hecho resulta difícil aceptar que el hombre, aunque sea el llamado hombre moderno y adulto, pueda encontrarse en circunstancias totalmente nuevas, que no hayan sido vividas anticipadamente, de algún modo, por el hombre bíblico: prosperidad y miseria, angustia y optimismo, zozobra y seguridad, apetencia e indiferencia, alegría y abatimiento, triunfalismo y ocultismo, esclavitud y libertad, experiencia sensible del Dios próximo y desolación profunda por su lejanía o inexistencia y que han sido expresadas desde su manera de explicar las cosas con su literatura propia, su forma de hablar, con sus códigos, expresiones propias y alegorías que sólo ellos conocen porque las viven en el día a día. La mejor aclaración de lo que teóricamente estamos diciendo nos la ofrece la Biblia misma. Sólo en su lectura y meditación descubriremos que todo esto es verdad

Nacho Padró

No hay comentarios: