jueves, 17 de julio de 2014

El humor en la literatura helenística

No podemos negar la influencia, sobretodo cultural, de los griegos sobre todo el arco mediterráneo. Veamos como era su sentido del humor y si algo se contagian a las culturas influenciadas. En Grecia en general la risa fue entendida según algunos autores (McFadden) dentro de la conducta cómica, como un ̉ήθοσ (ethos) humano, tal cual fue usado el término por Platón y Aristóteles. El núcleo de la retórica clásica para los discursos y escritos cómicos aparece primeramente en Platón y en Aristóteles, aunque con anterioridad ya se habían registrado algunas sentencias en general de tipo prescriptivas.
Podemos decir que los primeros fragmentos en donde existen referencias al tema, los encontramos en los presocráticos, que aparecen citados por otros autores, en donde se ven ciertos esbozos o comentarios relacionados con algún planteo teórico incipientemente con relación al humor y la risa. Entre las referencias que se conservan una de las citas más antiguas podemos encontrarla en un fragmento atribuido a Heráclito (h. 536, h. 470 a. C.) que dice: “Non convenit ridiculum esse ita ut ridiculus ipse videaris”, que podríamos traducir como: “No conviene ser tan ridículo hasta que tú mismo parezcas ridículo”. En Ética a Nicómaco, Aristóteles, cita a un amigo de Zenón que dice: “Sé alegre así puedes ser serio” que permitiría dar seriedad a un asunto considerado de segunda categoría. Otra sentencia proclamaba “Moderación en la risa y en el vino”. Demócrito de Abdera (h. 460, h. 370 a. C.) por algunos testimonios era considerado “el filósofo que ríe” pues reía muy a menudo irónicamente ante la marcha del mundo, y decía que la risa torna sabio. Por el contrario Séneca dice de Demócrito que es compasivo82, en cambio Juvenal lo presenta riéndose en una procesión. Según algunas versiones parece que Demócrito incluso escribió un tratado sobre la risa. Algunos especialistas llegan a afirmar que algunos sofistas se relajaban mediante la risa como preparación para otras actividades. Para Sócrates la risa es entendida como un placer mixto, consideración que desarrollará posteriormente Platón, supuestamente no podemos reírnos de la ignorancia pero lo hacemos, parece que es el deporte nacional de los humanos.
         Y sobre la risa en el mundo heleno, así como en el hebreo, como ya veremos, hay una clara diferenciación entre dos tipos de risa. En griego, las palabras para designar ‘risa’ son ‘γελάω’ (gelao) y ‘καταγελάω’ (katagelao), la primera se utiliza para el reír de alegría fundamentalmente, de hecho es el mismo verbo que se utiliza para ‘brillar’ y ‘resplandecer de alegría’, en cambio la última se usaba principalmente para la risa en su aspecto negativo, denigrante, se utilizaba para hacer alusión a ‘reírse de alguien’ o ‘burlarse de algo o alguien’. En griego se utiliza el prefijo ‘κατα’ (cata) para hacer referencia a las cosas que van cayendo, lo que va de arriba hacia abajo, lo que se subvierte y se utiliza para cuando las cosas quedan invertidas o dadas vuelta, tal es el caso de ‘catástrofe’, ‘ςτρωφάω’ (strofao) es girar, voltear, volver, y ‘κατα’ (cata) de arriba para abajo, cuando todo queda girado al revés.
Ahora sí podemos reconstruir la significación de ‘γελάω’ (gelao) y ‘καταγελάω’ (katagelao), cuando se habla de la primera, tenemos la risa en su vertiente feliz, alegre; en cambio cuando lo que brilla es subvertido ‘καταγελάω’ (katagelao) y queda al revés podemos decir que tenemos la risa denigrante, humillante, hiriente. Esta posible interpretación etimológica, pareciera mostrarnos que la verdadera naturaleza de la risa para los griegos era de matiz positivo, asociada con la alegría y sólo si ese orden era subvertido es que la risa cobraba el sesgo negativo. En función de esto es que ahora podemos iluminar los pasajes bíblicos del Génesis sobre la risa de Sara, pareciera ser que la ‘risa burlona’ de Sara que ofende a Dios, es ‘καταγελάω’ (katagelao), en cambio la ‘risa alegre’ de Abraham es ‘γελάω’ (gelao).
Como ya vimos en el apartado de la literatura cómica, esta se encuentra muy bien representada ya incluso con el formal Homero y su supuesta obra paródica de las Batracomiomaquia y una mención especial debe tener la comedia griega, que cuenta con uno de los grandes exponentes en Aristófanes (h. 445 h. 386 a. C.) quien en sus comedias hizo críticas sociales y costumbristas con gran inventiva, sus obras tienen un espíritu mordaz, en Las nubes por ejemplo hay una particular caracterización y satirización de Sócrates y los sofistas.
La teoría de Aristóteles (384 a 322 a. C.) con relación a lo cómico, el humor y la risa la conocemos básicamente por referencias de comentadores ya que la obra que él escribió específicamente al respecto está perdida, aunque también aparece mencionado el tema en la Poética, la Retórica y en Ética a Nicómaco. En ellas Aristóteles reconoce un principio estético en la risa, señala la diferencia entre la comedia injuriosa y la adecuada, establece asimismo una diferencia entre la tragedia y la comedia, esta última se ocupa, según él, de caracteres de un tipo inferior. Desde el punto de vista estético, lo risible es una subdivisión de lo feo, es entendido como un defecto, malformación o fealdad, pero no lo relaciona con el sufrimiento como lo hacía Platón. En la Poética86 señala que las máscaras del cómico son feas, deformes, distorsionadas, pero no producen sufrimiento, al referirse a las comedias, dice que las mismas presentan a los hombres peores de lo que son en la vida real, a diferencia de las tragedias que los representan mejores. Sólo hay dos géneros respetables que son la Tragedia y la Epopeya; incluso Aristófanes es criticado por Aristóteles, quien considera que algunas obras de este comediógrafo son vulgares y ofensivas.
Según considera Aristóteles, la malicia o maldad, la cual hacía referencia Platón, también puede jugar un papel en la risa, en esos casos se trata de una desviación de lo vil y debe ser evitada, ya que éticamente es indeseable. Permanentemente busca el equilibrio y su concepción de ‘término medio’ también aparece aquí, dice en Ética a Nicómaco Libro IV: “Los que se exceden en sus gracias aparecen como bufones y vulgares, perseveran en sus chistes a toda costa, tratando más de provocar risa que de decir lo correcto y evitar sufrimiento a sus víctimas. Pero aquellos que no dicen nunca cosas graciosas y que se fastidian con quienes lo hacen parecen ser salvajes y rígidos. Mas aquellos cuyos chistes son de buen gusto son llamados ingeniosos por ser inteligentes y vivaces”.
En Ética a Nicómaco se puede intuir la idea que la mayoría de las personas experimentan más placer del debido en la diversión y las bromas, y que éstas son una forma de injuria, que los legisladores que prohíben ciertos tipos de abusos quizás debieran prohibir. La ironía para Aristóteles tendría un aspecto despreciativo y otro útil, él conocía el valor que el humor y la risa tenían en la oratoria, sabía que podía conquistar y provocar pasiones.
En la Retórica citando a Gorgias, uno de los más famosos sofistas, refiere que este decía que “se debe matar la seriedad del oponente con las bromas y sus chistes con seriedad”. Aristóteles al igual que Platón influyeron fuertemente a la cultura occidental, pero particularmente el prestigio que Aristóteles tuvo fundamentalmente con el reingreso de sus obras a Europa, hicieron que Umberto Eco, un medievalista reconocido, escribiera (en el diálogo final entre Guillermo de Baskerville y Jorge el bibliotecario ciego, cuando el primero descubre las verdades que escondía el laberinto y la torre de la biblioteca):

“- Hay muchos otros libros que hablan de la comedia, y también muchos otros que contienen el elogio de la risa. ¿Por qué este te infundía tanto miedo?
-  Porqué era del Filósofo. Cada libro escrito por ese hombre ha destruido una parte del saber que la cristiandad había acumulado a lo largo de los siglos....
-  ¿Por qué temes tanto a este discurso sobre la risa? No eliminas la risa eliminando este libro.
-  No, sin duda. La risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne. Es la distracción del campesino, la licencia del borracho... la risa sigue siendo algo inferior, amparo de los simples, misterio vaciado de sacralidad para la plebe... Pero aquí, aquí... –y Jorge golpeaba la mesa con el dedo, cerca del libro que Guillermo había estado hojeando- aquí se invierte la función de la risa, se la eleva a arte... La risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto, y, por tanto, controlable. Cuando ríe... el aldeano se siente amo porque ha invertido las relaciones de dominación... la risa sería el nuevo arte capaz de aniquilar el miedo... Y este libro, que presenta como milagrosa medicina a la comedia, a la sátira y al mimo, afirmando que pueden producir la purificación de las pasiones a través de la representación del defecto, del vicio, de la debilidad, induciría a los falsos sabios a tratar de redimir (diabólica inversión) lo alto a través de la aceptación de lo bajo.

            Estas geniales líneas aportan el dato que permite entender el porqué del enojo, la risa subvierte el orden establecido y disipa el temor de Dios, la risa nos da poder y nos libera, permitiendo apropiarnos de las situaciones difíciles, ya no somos pacientes, al reírnos somos agentes que controlan la situación, nos acercamos peligrosamente a sentirnos como dioses.
  La influencia helénica sobre la literatura hebrea es bastante extensa. En el contexto del primer influjo del helenismo surge el libro de Qohelet, una obra extrañísima, que rezuma escepticismo y desengaño. A lo largo de este período se cierra también la colección de los salmos, y se recogen una serie de cantos de amor tradicionales que van a configurar el “Cantar de los cantares” .
Durante la etapa helenística proliferan las escuelas rabínicas, dedicadas al estudio de la Torah. En una de ellas surge el libro del Eclesiástico (Sirácida), que recoge las enseñanzas de Jesús Ben Sira, maestro de Jerusalén. Redactado en torno al año 200 a.C. y traducido al griego en Alejandría, se difundió sobre todo entre los judíos de la diáspora Consiste en una especie de enciclopedia sapiencial, que contribuyó a alimentar la piedad judía, igual que otro libro de esta época, el de Tobías, una “novela ejemplar” ambientada en Nínive (y por ello especialmente atractiva para los de la diáspora). Ninguna de las dos obras ha sido admitida en el canon judío.
Posteriormente tenemos los sucesos relacionados con la revolución asmonea que no fueron meramente una guerra de liberación contra las autoridades de Antioquía, sino que dieron lugar a una importante reflexión sobre esos mismos sucesos a la luz de la fe. En estos tiempos conflictivos, la espiritualidad judía acentúa la invitación a confiar en Dios y en su intervención salvadora en favor de los justos; tal es el humus en el que se va a desarrollar la literatura apocalíptica. Ya no hay profetas que puedan iluminar, con la luz de Dios, la oscuridad en que camina el pueblo; por eso se escriben libros evocando a los grandes testigos del pasado (Elías, Moisés, Enoc, incluso Adán y Eva...), a los cuales, por su cercanía a Dios, se les considera capaces de predecir el futuro.
La literatura apocalíptica también ha encontrado su lugar en la Biblia: a este género pertenecen la segunda parte del libro de Zacarías (capítulos 9 al 14) y, sobre todo, diversas secciones del libro de Daniel. Este es un texto complejo, con diversos estratos redaccionales, y con una posible base histórica muy escasa (el protagonista es un judío llamado Daniel que vive en Babilonia en la época del destierro).
Otro libro escrito en esta etapa helenística es el libro de Ester, una novela “ejemplar”, probablemente con algún fondo histórico, que muestra cómo Dios interviene en favor de su pueblo oprimido. La parte hebrea del libro no contiene, curiosamente, ninguna alusión de tipo religioso, y más bien da la impresión de ser un canto a la venganza; en cambio, la sección escrita en griego, más piadosa, incluye numerosas oraciones. El libro de Ester se lee en la fiesta llamada Purim (“las suertes”), fiesta de origen desconocido, aunque ciertamente posterior al exilio, y que tiene que ver con la costumbre babilonia de “echar las suertes” en la primavera, al comienzo del año astrológico. Naturalmente, el judaísmo ha reinterpretado esta fiesta pagana, dándole otro sentido, pero aún quedan en el libro ciertas reminiscencias babilónicas.

El libro de Judit (“la judía”), novela escrita para alentar a los participantes en la rebelión asmonea, es una exaltación de la debilidad judía (Judit) frente a la fuerza de las grandes potencias (Holofernes). En el trasfondo de la narración se mezclan, de manera poco histórica, elementos de los diversos imperios que habían dominado el Oriente en los siglos anteriores (Asiria, Babilonia, Persia, Grecia...). Los libros posteriores, como el de Baruc, la “carta de Jeremías” o el libro de la Sabiduría, escrito en griego en torno al año 60 a.C., ya no serán incluidos en el canon judío.

Nacho Padró

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