domingo, 20 de julio de 2014

El Humor en el AT

No hace todavía muchos años, cuando se hablaba de los géneros literarios utilizados por la Biblia para transmitirnos su mensaje, era excluido el mito. Sencillamente por su incompatibilidad con la santidad de la Biblia. La Biblia no podía recurrir a la falsedad, a un producto puro de la fantasía, a algo que no es verdadero sino falso y, además, esencialmente politeísta. El recurso al mito equivaldría a decir que la Biblia nos contaba algo que no era verdad. Hoy las cosas han cambiado. Y el cambio se ha producido desde dos vertientes. Por un lado se ha conocido mejor el mundo histórico-cultural en cuyo contexto nacieron los libros bíblicos. Además se ha estudiado a fondo el concepto de mito y su función dentro de las culturas antiguas. Aunque todavía estén lejos los especialistas en ponerse de acuerdo acerca de la naturaleza del mito, han ido cayendo casi todas los reservas que existían frente a él y ha alcanzado una valoración altamente positiva. La forma o narración mítica es siempre símbolo de la realidad captada oscuramente y como por intuición. Esta realidad es percibida y representada, no por medio de la abstracción, sino en acontecimientos o sucesos concretos que son ofrecidos como una historia.
Siguiendo esta línea de pensamiento, ¿Es posible leer todos los pasajes de la Sagrada Escritura con gesto serio y mirada hierática? Más bien no. Ya se ve que una de las formas obliga a leer algunos textos con un tono grave y serio, como es el tono con que se ha de recitar el célebre “Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es un solo Dios...” y otro el tono con que se han de recitar algunos de los versículos expuestos como pequeños ejemplos. Hay textos de la Sagrada Escritura que podrían inscribirse en mármol en grandes letras capitales, mientras que otros parecen estar ideados como arma arrojadiza, más bien podríamos hablar de versículos arrojadizos cargados de humor e ironía.
Estos y otros textos de la Biblia nos dan a entender una característica divina: su sentido del humor, el posible sentido del humor de Dios. Ya Bessiere lo intuía en su artículo  El humor, ¿actitud teológica?” (Revista Concilium nº 95) al afirmar sin importar que se rieran de él que “El humor es signo de Dios en la humanidad”.
Tenemos ejemplos, como hemos visto, en el libro de Jonás acaba con estas palabras de Dios: “Tú te compadeces del ricino [un tipo de árbol], (...) y ¿Yo no habría de compadecerme de Nínive, la gran ciudad, donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su derecha y su izquierda, y numerosas bestias?” (Jon 4, 10-11). Como se ve es muy encomiable la preocupación de Dios por el ganado doméstico cuando están en juego 120.000 personas y el libro de Jonás es a menudo señalado por los estudiosos como un excelente ejemplo de humor negro.
También los Salmos contienen varias referencias a la risa de Dios mismo, y, en el Génesis, Dios ordena a Abraham ya Sara para nombrar a su hijo Isaac (que significa “risa”) debido a la alegre sorpresa que la concepción del bebé trae. En Pr 17-22, encontramos esta directiva explícita: Un corazón alegre es buena medicina, pero un espíritu triste seca los huesos. Sin embargo, como el sabio autor del Eclesiastés se dio cuenta, el humor no siempre es apropiado y hay que saber reconocer su momento adecuado. Con frecuencia, en las Escrituras Hebreas, el uso del sarcasmo excesivo es la marca de un cínico hastiado del mundo o algo peor. Los que dudaban de Moisés, por ejemplo, se burlaron de su líder cuando más necesitaba el apoyo (Éx 14,11).
¿Cuándo y por qué, qué los autores del Antiguo Testamento usan el humor? Muy a menudo, era para dilucidar uno de sus temas principales: que el pecado debe ser condenado. Los idólatras son otro blanco frecuente. Recordemos en 1 Re 18,27, como Elías se burla de los seguidores de Baal: “Gritad con voz más fuerte, porque él es dios, pero tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará de camino; tal vez estará dormido y despertará!”.
Nos podemos preguntar si era la manera de entender a esos escritores, o era la expresión más humana para que lo comprendieran sus coetáneos. Un pueblo, como se ha visto, con un concreto sentido del humor, en parte a causa de su historia… donde se les hace presente Yahvé ¿nos muestra así un reflejo de su actitud, una nueva virtud teologal?
Lo veremos posteriormente en Jesús, el hijo de Dios, donde el humor era similar al de los escritores del Antiguo Testamento: graciosos oscuro, y distintivamente judío. Su propósito era casi siempre, para avergonzar a los malos y / o para desinflar el pomposo. Algunas de sus humillaciones, como “un ciego guiando a otro ciego” que se han convertido en parte del lenguaje cotidiano.
Y considerar su réplica irónica a la mujer en el pozo de Jacob: “Tienes razón cuando dices que no tienes marido. El hecho es que has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es tu marido!”. Ejemplos de humor del Antiguo Testamento se podrían multiplicar. Aunque es probable que pocos provoquen una profunda hilaridad, estos fragmentos de mordiente humor son capaces de evocar una sonrisa y posiblemente estaban destinados a hacerlo. Ya que sociológicamente nos encontramos con un texto que era narrado por un pueblo con su propio sentido del humor, como todos los pueblos de alrededor como se ha demostrado y que quedó plasmado, con mayor o menor gracia, en su paso a la escritura, quedando reflejada esa manera de conectar con la divinidad tan peculiar y propia.

Pero ¿qué nos llega a nosotros de ese humor?. Del esquivo humor que tan difícil reconocemos en tan sagrada obra nos encontramos con el reconocimiento de la presencia de Dios en la realidad, al humanizar caracteres, situaciones y profundizar, desde otra perspectiva los hechos de acontecieron dándoles una nueva forma de verlos, interpretarlos y permitiéndonos ser así de nuevo interpelados por el texto. Es posible así descubrir que el humor no deja de ser un recurso del texto para trascender lo inmediato. Se trata, sin embargo, no de un humor para reírse a carcajadas, sino para provocar la reflexión capaz de conducir a las personas al entendimiento de la voluntad de Dios, quien parece que se da a conocer con cierta ironía.

Nacho Padró

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