martes, 25 de junio de 2013

Lo Divino en el Daoismo


He leído con curiosidad y asombro la estructura “cósmica” del cielo daoista, sin quedarme muy claro las causas originales de esas creencias. Veo un cielo administrativo plagado de seres con potencial divino. Son muy numerosos y eso facilita que cada adepto pueda tener el suyo o los suyos propios, tienes para escoger, como en una religión panteista; el daoísmo, en algunos puntos, se asemejaría así no poco al espiritismo, pues así como el médium espiritualista está en relación con uno o varios espíritus que lo guían y «controlan», así también el adepto daoísta, tiene sus dioses particulares que le ayudan por lo menos al principio de su caminar por el mundo. Estos dioses parece que forman una vasta jerarquía, desde los pequeños inmortales, aún muy próximos a los hombres, hasta los dioses supremos; los adeptos van progresando lentamente, grado tras grado, logrando, a medida que avanzan, entrar en relación con dioses cada vez más altos. Los ven, hablan con ellos y aprenden sus nombres, títulos, origen, funciones actuales y antiguas, lugar donde residen, etc, todo muy burocrático. Queda así constituido un inmenso panteón, a un tiempo confuso (porque es difícil clasificar todas esas divinidades de origen dispar) y preciso (porque sobre todas y cada una abundan los detalles exactos, gracias a quienes las conocen íntimamente). He leído que a partir del siglo VI era ya casi imposible aclararse, y T'ao Hung-ching, uno de los grandes taoístas de entonces, trató en vano de reducir a un esquema ordenado todos esos dioses. Aun con la ayuda de las divinidades a las que consultaba, no llegó a evitar un sinnúmero de confusiones, duplicaciones y omisiones.  ¿Quiénes eran esos "dioses" con los que los adeptos taoístas querían entrar en comunicación directa? Pues parece que , dispensadores de bienes muy concretos como la salud, la lluvia y el calor en tiempo oportuno, las buenas cosechas, la prosperidad familiar… vamos que unas influencias muy ligadas a la naturaleza y lo cotidiano. ¿Qué podían pedir, en orden a la propia salvación, al Conde del viento (Fêng-Po) o al Señor de la lluvia (YüShih) o incluso, por no citar sino los dioses más importantes, al Conde del río (Ho-Po) o a los dioses de los picos y de los mares, que en definitiva eran sólo divinidades locales cuya competencia se ceñía estrictamente a los sucesos acaecidos en sus territorios? El dios del suelo era una deidad hostil, que guardaba encarceladas las almas de los muertos en sus prisiones terrestres (ti-yü ) y hasta las devoraba. Unicamente habría valido la pena dirigirse al Señor de lo alto (Shang-ti), pero a juicio de los daoístas desempeñaba un papel bien reducido, ya que el verdadero rector del mundo no era él, sino el Dao impersonal y desconocido, del que el mundo ha salido por transformación. Así noto esa tendencia típica de los panteísmos a tener muchos dioses pero siempre reidos por uno superior. De hecho, los grandes místicos de los siglos IV y III a.C., Lao-Tse y Chuang-tse, tenían el Dao por meta de sus fervores y encontraban precisamente en su impersonalidad motivos de exaltación mística. No obstante, ya en la antigüedad, Ch'ü Yüan, contemporáneo de Chuang-tse, intentará buscar la unión en el cielo, en los dominios del señor de lo alto; y es muy difícil saber si no se trata más de una alegoría poética o si, como los harían los taoístas de los siglos siguientes, Ch'ü Yüan no estaba ya personalizando al Dao mismo. Lo que sería interesante es hacer un estudio sobre las influencias artísticas que ha provocado esta cosmología.

Nacho Padró

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