lunes, 24 de junio de 2013

Comentario de la Experiencia de André Comte-Sponville

El texto a comentar pertenece al tercer bloque del libro El alma del ateísmo: Introducción a una espiritualidad sin Dios del filósofo contemporáneo francés André Comte-Sponville (Paidós 2006). El libro está divido en tres grandes bloques: religión, Dios y espiritualidad; mostrándonos que no son términos sinónimos, sino que pueden ser compatibles o excluyentes según la posición filosófica que uno defienda en la vida. En ella intenta responder a varias preguntas vitales: ¿Qué es esto del alma del ateísmo? ¿Cómo puede haber espiritualidad sin Dios? ¿Podemos vivir sin religión?¿Existe Dios?¿Puede haber una espiritualidad atea? La respuesta del autor es razonada y espiritual. Un aspecto que quizás confunda de la lectura del libro a algunos ateos es que hace una defensa de la espiritualidad, laica pero espiritualidad al fin y al cabo y eso puede chocar con la clásica concepción atea de no existencia de ningún tipo de espiritualidad, de ahí una novedad muy interesante. La porción lógica de la respuesta —la razonada— la constituye un análisis admirable del tema apoyado por un detallado estudio de numerosas obras de filósofos, sabios y santos. Las oportunas y concatenadas citas que hace de todos ellos son de una riqueza asombrosa. Es de las citas y ejemplos que usa, de donde se destaca el texto a comentar, sobre la experiencia mística —la espiritual— narrada como experiencia contemplativa del escritor en primera persona, de una forma seria y convincente. Sobre la pregunta que nos hace el autor sobre si puede existir una espiritualidad atea, y que es el tema central del libro y del apartado del curso, el pensador afirma: Sí, sí se puede ser espiritual sin creer en una Divinidad; lo importante, según el escritor, no es ni Dios ni la religión ni el ateísmo sino la vida espiritual. Dice el filósofo francés: «El espíritu no es una substancia sino más bien una función, una capacidad, un acto —la capacidad y el acto de pensar, desear, imaginar, de hacer cosas inteligentes—. Esta capacidad y este acto —este espíritu— son irrefutables porque para refutarlos se necesita utilizarlos». ¿Qué es espiritualidad entonces? Escribe el autor: «Somos seres limitados que nos abrimos a lo infinito, seres efímeros que nos abrimos a lo eterno, seres relativos que nos abrimos a lo absoluto. Esta apertura es el espíritu mismo». O bien al final de su libro lo expresa con otras palabras: «Espiritualidad es nuestra conexión finita con lo infinito, nuestra experiencia temporal de lo eterno y nuestra aproximación relativa a lo absoluto». Y en esta última estoy totalmente de acuerdo. Hemos de tener en cuenta que Comte-Sponville proviene de una formación filosófica occidental y religiosa católica y dentro de este contexto el autor observa en el retorno a lo religioso propio de estos tiempos, un peligroso riesgo de intolerancia y dogmatismo. Por ello en su libro analiza el sentido de cohesión social y pertenencia que juegan en el ámbito de las comunidades religiosas un papel muy importante según él, marcando así una diferencia conceptual entre espiritualidad y religión: llega a la conclusión de que lo religioso no es necesariamente requisito indispensable para la espiritualidad, ya que la vida espiritual, desde su punto de vista, puede alcanzarse sin ser creyente. Para ello pone de ejemplo su experiencia mística vivida en el bosque. esa sensación de unidad con el todo, esa vivencia de la eternidad como el “Todo está Aquí y yo soy parte de Esto”. Comte-Sponville expresa que este tipo de experiencias no tienen que ver con lo religioso y destaca su dimensión naturalista. Y ahí es donde yo, personalmente, disiento. No conocía al autor hasta que he leído el texto y reconozco mi asombro y fuerte impresión al leer el fragmento del libro. El motivo es muy simple: yo también he sufrido esa especie de experiencia mística y comprendo perfectamente lo que intenta expresar, aunque a diferencia de él nunca he podido poner tan admirablemente palabras a lo sentido. Coincido y comprendo con él lo expresado tan admirablemente en esa experiencia con frases como: “únicamente alegría y paz”, el universo al fin devuelto a su mismo”, “el absoluto me había habilitado por espacio de un momento” “más bien la había probado [la salvación], sentido, experimentado y eso me dispensó en adelanta de buscarla”, “algo se modificó en mi relación con el tiempo” “modificaron mi vida cotidiana y la volvieron más feliz” “transformaron duraderamente mi relación con el mundo, con los otros” y como expresa al final del todo… sólo queda el silencio. Las preguntas que me provocan la lectura del texto son inmediatas: ¿cómo puede ser que sea ateo una persona que experimenta esa brutal sensación de trascendencia?. Coincido plenamente con la frase que el autor pone en boca de Spinoza en cuanto “Sentimos y experimentamos que somos eternos”, pero se me desmonta todo cuando una línea después, expresa que ha sido una revelación “sin Dios”. Me cuesta entenderlo, usa la razón para justificar lo que trasciende a ella, a lo que te hace salir de tu propia materialidad y conecta con tu ser. El texto me ha provocado un fuerte debate interno al plantearme ese enfoque nuevo (y en esto se agradece el texto del autor). Al ser criado en la educación católica siempre he tenido ese referente divino, aunque tras la experiencia que tuve y el ponerme a buscar referencias al respecto, más que a Dios, me he referido siempre a ello como el Misterio. Creo que cualquier persona con un bagaje propiamente católico no podría sino llamarlo Dios. En mi caso, para cuando tuve la experiencia, yo ya estaba en la universidad y para entonces tenía unos conocimientos de budismo e hinduismo que me podrían marcar en la sensibilidad de cómo enfrentarme a esa abrumadora experiencia. ¿lo llamaría igual si no hubiera conocido otras tradiciones? ¿es el hecho de ser un filósofo, más que nada versado en la razón, lo que hace que Comte-Sponville no lo llame Dios? Al partir de un ateísmo razonado, ¿no será que esa experiencia (que le cambia la vida) al no saber como llamarla la refiera al horizonte que conoce?. Muchas vueltas le he dado al asunto, para darme cuenta de una cosa: comprendo plenamente el texto leído y su lectura me provoca fuertes recuerdos de lo vivido (e incluso siento con intensidad la envidia que me transmite el autor al expresar que ha ¡¡repetido!! esas experiencias), cosa que me hace pensar en una conexión más allá de la limitada palabra que es Dios, Misterio, mística o religión. Nacho Padró

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