martes, 27 de mayo de 2014

Imagen de Dios en el NT


Una de las cosas que creo importantes es la continuidad en las imágenes de Dios entre el AT y el NT, no son tan diferentes: El Dios de Jesús es el Dios judío, el mismo Dios de la Biblia hebrea, esto entra dentro de la lógica de una predicación de Jesús que como judío que es usa el referente cultural y el marco conceptual que ha aprendido de pequeño y que es de comprensión para los que le escuchan. Por otro lado es interesante detectar esos cambios o novedades que aportan y que es lo que le convierten en diferentes (y por desgracia es parte importante de las causas de su final) y original, novedosa y por ello provocativa (el ejemplo del grano de mostaza como símil del reino de Dios es de lo más relevante sobre la idea de un Reino de humildad frente a un poderoso reino que seria lo esperado). Como cristiano me encanta el fuerte contraste de la imagen amorosa y abierta de Dios que rompe ideas preconcebidas y que tan bien se expresan en la parábola del hijo pródigo reconociendo que destroza la lógica común… ¿cuántos no haríamos de entrada como el hermano que se queda junto al padre y nos quejaríamos amargamente? Y que se expresa tan sencilla mente con el famoso Abbâ donde se nos planeta hacia nosotros, ¿qué grado de intimidad tenemos nosotros hacia Dios? ¿no seguiremos todavía con nuestra imagen de PADRE, frente a la que nos quiere mostrar Jesús?. No deja de ser admirable como en la predicación, Jesús consigue enlazar hábilmente imágenes que en su momento podrían parecer contradictorias como Reino-rey, oprimidos-marginados, Amoroso-cercano.

Según G. Schenk, «La
 invocación de la divinidad bajo el nombre de padre pertenece a los fenómenos primordiales de la historia de las religiones». A los profetas les interesa enfatizar que el Dios de los judíos es trascendente y no se confunde con las realidades de este mundo que les rodea, pues hay un claro distanciamiento entre Yahvé y otras divinidades (caso de Baal). Pero esta prevención no implica que la imagen de Dios Padre esté ausente de la Biblia Hebrea. El profeta Jeremías escribió: «Y me decía [Dios]: Me llamarás 'Padre mío' y no te volverás de detrás de mí» (3,19). E Isaías: «Tú, YHWH, eres nuestro padre» (63,16). En el Salmo 103, leemos «Como un padre tiene compasión con sus hijos, así YHWH se compadece de los que le temen» (Sal 103,13) y en los apuntes queda clari el aspecto relacionado a la oración Shemoneh Esreh. Así, es claramente injusto el estereotipo que ha contrapuesto el «Dios cercano» de los cristianos y el «Dios lejano e innombrable» de los judíos.
Pero si bien en el uso de la imagen de padre para referirse a la divinidad, Jesús no fue original, parece que sí lo fue en el modo directo con el que se dirigió a Dios llamándole «Abba» pues no existe en la literatura judía un ejemplo semejante de alguien que haya llamado a Dios así. Pero incluso esta peculiaridad creo que se ha de entender dentro de una imagen de Dios que era compartida en muchos de sus rasgos por contemporáneos judíos, en la cultura que le era propia. Sin este marco, el concepto no sería comprensible. El origen y significado de la palabra «Abba», tal como fue empleado por Jesús y por el cristianismo primitivo, ha hecho correr ríos de tinta. Este debate se sustenta, en realidad, en sólo tres textos del Nuevo Testamento, dos en las cartas paulinas (Gal 4,6 y Rom 8,15) y una en el Evangelio según San Marcos (14,36), los únicos lugares en los cuales puede encontrarse este término.
Llamar a Dios «rey» y «padre» es reconocer la autoridad de Dios. Lo peculiar de Jesús fue el modo en que presentó a este padre y rey. Jesús ofrece una imagen del poder de Dios que varía de las imágenes humanas del poder. Dios no ejerce su poder al modo de los poderosos de la tierra. Y visto desde esta perspectiva parecería que Jesús no nos dice que Dios es padre para hacernos entender que Dios nos ama como nos ama nuestro padre, sino para decirnos que Dios nos ama en un modo en que los padres no se atreven a amar en una cultura patriarcal propia del judaísmo de la época. Observo que por una parte Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios, no para decirnos que Dios ejerce el poder como lo haría un rey, sino justo al contrario, para invertirlo según el modo en que gobiernan los poderosos de la tierra, por lo que se podría deducir que en el fondo ¿no se debería unir las diferentes imágenes que aporta Jesús de Yahvé?: la del Abba con la del Reino de los Cielos y los heredados del AT, ¿permitiéndonos tener así una visión de conjunto y no por secciones? Las parábolas de Jesús serían así expresiones de esta alternativa, metáforas que hacen intuir la verdadera naturaleza de Dios, que no se impone jamás y se pueden comprender tomando las partes fusionadas y no como si de diferentes fragmentos se tratara y a la vez de diferentes facetas o imágenes

Nacho Padró

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