El silencio, más que ser una ausencia de ruido externo, es ausencia de ruido interno, es decir, ausencia de ego.
Cuando se logra se abre un espacio entre nosotros y nosotros, entre nosotros y el mundo, y entre nosotros y nuestras imágenes de Dios, lo cual permite percibir de otro modo las cosas, las personas y nuestra relación con Dios.
La mística es precisamente esta espaciosidad posibilitada por el acallamiento, un estado de apertura a la realidad que es unificada en este espacio silente.
Javier Melloni