La soledad habita en el corazón, aunque a veces la disfrazamos con ruido o compañía.
Es un silencio que invita a mirar dentro y descubrir lo que realmente importa.
No siempre es abandono: puede ser espacio de encuentro con nosotros mismos y con Dios.
Aceptar la soledad es aprender a escucharnos, a crecer en paz y en profundidad.
En ella descubrimos la fuerza para amar y acompañar con mayor verdad a los demás.
Juan Antonio Mateos Pérez
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