Me alegro
por quien sale del lodo y recobra la esperanza.
Por el ser humano
que aprende a amar,
escribiendo una historia llena de cotidianeidad
y algún que otro instante mágico.
Por ti,
que das a Dios
una oportunidad.
Y por ella,
que no se deja vencer ante lo injusto.
Me alegro por aquel
que planta cara al miedo;
por ese otro,
que perdona
y sigue adelante.
Por mí,
porque amo, y río, y lloro, y creo, y dudo,
y estoy vivo.
Y porque nunca estamos solos,
me alegro contigo,
Dios-con-nosotros.
(José María R. Olaizola, SJ)
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