martes, 19 de octubre de 2021

Edith Cavell, la enfermera ajusticiada por salvar vidas enemigas

 ya lo dijo el reconocido escritor Antoine de Saint-Exupery: "La guerra no es una aventura; es una enfermedad", y, en efecto, la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue una auténtica epidemia que puso a prueba la voluntad, la valentía y la solidaridad de muchísimas personas. Una de ellas, que dedicó su vida a salvar las de los soldados heridos en el frente, fue la enfermera británica Edith Cavell, que demostraría una heroicidad y una compasión sin límites salvando tanto a soldados aliados como enemigos. Su heroica actuación provocaría que fuese fusilada por los alemanes el 12 de octubre de 1915, incluso aunque países neutrales en aquel conflicto, como España, solicitaran con insistencia al gobierno alemán que le conmutase la pena capital.

UN MUJER COMPASIVA

Nacida en la localidad británica de Swardestone el 4 de de diciembre de 1865, Edith Cavell fue la mayor de los cuatro hijos de un pastor anglicano, el cual los educó en la convicción de ayudar siempre a los más necesitados. Antes de graduarse, Edith ejerció como institutriz tanto en Inglaterra como en Austria, donde pudo visitar un hospital donde se atendía de modo gratuito a todos los necesitados. También trabajó en Bélgica, país con el que mantendrá una relación muy especial durante toda su vida y donde acabó de despertar su vocación solidaria. En 1895, Edith tuvo que regresar de manera precipitada a Inglaterra para hacerse cargo de su padre, gravemente enfermo. Pero cuando este se recuperó, la joven decidió estudiar enfermería en el Hospital de Londres. Allí fue alumna de Eva Charlotte Ellis Luckes, que tenía fama de ser la mejor matrona de la ciudad.

Antes de graduarse, Edith ejerció como institutriz en Inglaterra y Austria, donde pudo visitar un hospital donde se atendía gratuitamente a los necesitados. También trabajó en Bélgica, donde acabó de despertar su vocación solidaria.

Fotografía de Edith Cavell tomada entre 1865 y 1915 junto a sus perros en su casa de Bruselas.

Foto: PD

Fotografía de Antoine Depage durante la Primera Guerra Mundial.

Foto: PD

En 1907, el famoso cirujano belga y presidente de Cruz Roja Antoine Depage contrató a Edith como enfermera jefe del Instituto Berkendael y más tarde, cuando fundó la Escuela belga de Enfermeras Graduadas, la nombró directora del centro. En 1910, la propia Edith creó una revista especializada llamada L’infirmière. Cuando estalló la Gran Guerra, en 1914, Edith se encontraba de visita en Inglaterra y tuvo que regresar precipitadamente a Bélgica para hacerse cargo de sus obligaciones en el Instituto. Se ha dicho que con la invasión alemana de Bélgica, Cavell fue reclutada por el MI6 británico para llevar a cabo labores de espionaje (extremo que la propia Cavell nunca llegaría a admitir). Pero cuando el mando alemán dio la orden de que "todos los heridos peligrosos o sospechosos" fueran trasladados del hospital donde estaban ingresados, fue cuando Edith organizó una red de evasión con el objetivo de ayudar a escapar a Holanda a todos aquellos soldados que se habían quedado rezagados o alejados de sus unidades.

¡DETENIDA!

En realidad, Edith atendía tanto a heridos aliados como alemanes, a pesar de que el mando alemán en Bélgica había emitido un bando en el que se notificaba que todo aquel que ayudara de cualquier modo al enemigo sería severamente castigado. Edith estaba considerada una persona sospechosa puesto que no se recataba en expresar sus opiniones personales sobre la ocupación alemana en público, así que el servicio de inteligencia alemán la hizo espiar por una comadrona, que al final logró descubrir la red de evasión y las casas seguras que utilizaba Edith para que los soldados pudieran esconderse durante un tiempo antes de escapar, mientras ella seguía ejerciendo sus labores como enfermera.

El servicio de inteligencia alemán la hizo espiar por una comadrona, que logró descubrir la red de evasión y las casas seguras que utilizaba Edith para que los soldados pudieran esconderse durante un tiempo antes de escapar.

Fotografía de Edith Cavell, en el centro de la imagen, tomada entre 1907 y 1915 en Bruselas junto a estudiantes de enfermería.

Foto: PD

Arrestada el 3 de agosto de 1915 junto con otros sospechosos, Edith fue acusada de coser mensajes en el forro de los uniformes de los soldados a los que ayudaba a huir y de informar a los británicos de las posiciones alemanas. La enfermera fue conducida a la prisión de Saint Gilles, donde permaneció dos meses en régimen de aislamiento. Edith nunca negó su participación en la fuga de los militares aliados y también admitió haber acogido en su casa a más de un centenar de soldados. El juicio de la enfermera (que no se defendió porque se consideraba inocente) se celebró entre el 7 y el 8 de octubre de 1915. Fue declarada culpable y condenada a muerte. La noticia de su detención y condena corrió como un reguero de pólvora e indignó tanto a los países aliados como a los neutrales, como es el caso de Estados Unidos, que no había entrado aún en la contienda, y de España, que se mantuvo neutral durante todo el conflicto. El asesor de la embajada norteamericana, Hugh Gibson, contactó personalmente con el gobernador alemán de Bélgica, el barón von der Lancken, que se mostraba proclive a perdonar la vida de la enfermera ya que también había salvado vidas alemanas, aunque al final no sirvió de nada. Como tampoco tuvieron recorrido alguno los esfuerzos del embajador de España, Rodrigo de Saavedra, pidiendo reiteradamente la conmutación de la pena de Edith al alto mando alemán.

FUSILADA A PESAR DE TODO

Los países contrarios a la ejecución de Edith advirtieron a Alemania del desprestigio mundial a que se vería abocada si seguía adelante con la ejecución de la sentencia. Asimismo pidieron que se aplicara la Convención de Ginebra según la cual todo el personal sanitario estaba protegido en una contienda. Pero Alemania zanjó la cuestión sin escuchar a nadie, y decidió acabar cumpliendo la sentencia de muerte de Edith Cavell a pesar de las presiones internacionales. La noche antes de su ejecución, el 11 de octubre de 1915, Edith recibió la visita de un capellán anglicano que grabó su última conversación en la que la enfermera mostraba una enorme entereza para afrontar la muerte: "El patriotismo no es suficiente y no debo tener odio ni amargura hacia nadie. He visto la muerte tan a menudo que no es algo extraño ni temeroso para mí".

La noche antes de su ejecución, el 11 de octubre de 1915, Edith recibió la visita de un capellán anglicano que grabó su última conversación en la que mostraba una enorme entereza para afrontar la muerte.

Cartel publicitario de la película The Woman the German Shot, basada en la vida de Edith Cavell.

Foto: PD

Edith Cavell tenía 49 años cuando fue fusilada, en la madrugada del 12 de octubre de 1915, en un terreno militar conocido como Tir National. Al conocerse la noticia de su ejecución, la opinión publica y la prensa internacional se volcaron unánimemente en definir a los alemanes como bárbaros, e incluso el escritor escocés Sir Arthur Conan Doyle escribió: "Todo el mundo debe sentir asco y repulsión ante esta acción barbárica del ejército alemán al asesinar a este gran y glorioso espécimen de ser humano". Aunque ya era demasiado tarde, tras la muerte de Edith Cavell, el alto mando alemán acabaría reconociendo que su ejecución "fue uno de nuestros mayores errores. No pudimos concebir una acción más impopular".

UN LEGADO ETERNO

Tras su fusilamiento, el cuerpo de Edith Cavell fue enterrado en uno de los laterales de la prisión de Saint Gilles. Desde ese momento, la enfermera se convirtió en una figura heroica para muchos: una mujer dispuesta a morir por su país y por sus ideales, y que puso la vida de los demás por delante de la suya. El gobierno británico utilizaría la figura de Edith Cavell como ejemplo a seguir y como medio de lograr más alistamientos para combatir a los alemanes. Una vez finalizada la guerra, el cuerpo de Edith Cavell fue trasladado a Londres, donde se le dedicó un funeral de Estado en la Abadía de Westminster. Posteriormente fue enterrada en la catedral de Norwich, donde descansa para siempre. La fecha de su muerte es conmemorada por la Iglesia de Inglaterra como un día de sacrificio al prójimo, y numerosos monumentos dedicados a esta valerosa mujer se distribuyen por todo el país como homenaje a su entereza y su amor por los demás.

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