miércoles, 20 de mayo de 2020

la blanca, los misterios de una ciudad maya

corrían los primeros años del siglo VIII cuando los mayas que habitaban La Blanca se esmeraron en clausurar un hermoso edificio, ocultándolo para siempre en el interior de un imponente basamento. La ciudad había crecido en poder y riqueza, y nuevos proyectos arquitectónicos, más ambiciosos, estaban esperando a ser ejecutados. Para ello, era necesario construir un gran basamento sobre el cual levantar palacios monumentales que manifestaran el poderío de la ciudad y sirvieran de residencia de la élite dirigente.
Para clausurar el edificio, los mayas rellenaron con piedra y tierra todas sus estancias y sellaron sus puertas con sillares cuidadosamente colocados hasta llegar a los dinteles de madera. Un minucioso trabajo que sin duda fue dirigido por experimentados maestros de obras, habituados a esta práctica tan común en la cultura maya de sepultar una construcción para edificar otra encima. Antes de proceder al enterramiento de la fachada, presidida por el enorme rostro de un ser sobrenatural con una protuberante nariz o trompa curvada, tuvo lugar la ceremonia de cierre del edificio. Tras la ceremonia, la estructura fue "matada" y enterrada para siempre.
Inicio de las excavaciones en La Blanca en 2004. Foto J. Bérchez. © Proyecto La Blanca.
Inicio de las excavaciones en La Blanca en 2004. Foto J. Bérchez. © Proyecto La Blanca.
Reconstrucción ideal de la Acrópolis de La Blanca. Dibujo: E. Meijide. © Proyecto La Blanca.
Reconstrucción ideal de la Acrópolis de La Blanca. Dibujo: E. Meijide. © Proyecto La Blanca.

LLEGAN LOS ARQUEÓLOGOS

Algo más de trece siglos después, en los últimos días de un lluvioso mes de noviembre de 2013 y durante los trabajos de excavación de ese basamento, los arqueólogos del Proyecto La Blanca (un proyecto que inició su andadura en el año 2004, prolongándose de forma ininterrumpida hasta 2019) vislumbramos una pieza de piedra labrada, de muy buena factura, en la que se apreciaba un símbolo en forma de equis. Examinamos detenidamente el sillar, que estaba empotrado en el muro frontal del basamento, y dedujimos que formaba parte del extremo de un friso o panel escultórico, por lo que decidimos realizar una excavación de mayor envergadura.
Tras una semana de trabajo intenso, al fin pudimos contemplar el magnífico relieve que ornamentaba la fachada oeste del edificio enterrado por los mayas antiguos. Consistía en un mosaico de piedra labrada, de casi 5 metros de longitud y 1,60 m de altura, que se había conservado en su totalidad, a excepción de la protuberante nariz de la deidad esculpida en el centro de la escena. Descubrimos a continuación que estaba flanqueada por cabezas de serpiente de perfil y con las fauces abiertas, y acompañada de otros rostros de personajes sobrenaturales, junto a motivos iconográficos alusivos al ámbito celestial, altamente simbólicos. Nada más verlo, el tipo de trabajo escultórico nos recordó algunas de las fachadas de los edificios de Yucatán, pero nos encontrábamos en Petén, a mucha distancia de esa región arqueológica. ¿Era entonces este tipo de representación originaria de esta zona y no de las tierras del norte como siempre se había pensado?
Descubrimos un mosaico de piedra labrada, de casi 5 metros de longitud y 1,60 m de altura, conservado en su totalidad, a excepción de la protuberante nariz de la deidad esculpida en el centro.
Admirados ante este singular hallazgo y comprobando que, como siempre suele ocurrir en los últimos días de las temporadas de excavación, era muy escaso el tiempo que teníamos para su correcta documentación, solicitamos el envío urgente desde nuestras universidades en Valencia (la Universidad de Valencia y la Universidad Politécnica de Valencia) de un escáner láser para poder documentarlo con total fidelidad y con gran rapidez, ya que debía ser sepultado de nuevo antes de finalizar la campaña, pues dejarlo expuesto era un grave problema para su conservación. Cuando llegó el escáner, dos días fueron suficientes para obtener toda la información digital necesaria para su estudio e interpretación.
Hallazgo del friso  esculpido en el basamento de la subestructura de La Blanca. Foto: P.  Horcajada. © Proyecto La Blanca.
Hallazgo del friso esculpido en el basamento de la subestructura de La Blanca. Foto: P. Horcajada. © Proyecto La Blanca.

UN GRAN EDIFICIO SALE A LA LUZ

En las siguientes temporadas de campo continuamos la excavación de este sector del basamento y poco a poco fue apareciendo el resto del edificio. Nos encontramos ante una singular edificación de una gran calidad arquitectónica en la que el friso había sido esculpido en el frente de un basamento sobre el que se alza un cuarto con una puerta central de casi dos metros de ancho. Desde el basamento, una pequeña escalera conducía a otra estancia mucho más grande, de más de once metros de longitud, con tres grandes vanos en su frente.
Una vez extraídos los sillares de sus puertas y el relleno de tierra y piedra sin labrar con que fue clausurada la estancia, pudimos comprobar que su bóveda se mantenía intacta. En sus muros estucados apreciamos pinturas murales en las que aún es posible distinguir algunos personajes acompañados de textos jeroglíficos, y en el centro de la estancia encontramos una banqueta o trono de mampostería pintado de color rojo.
En sus muros estucados apreciamos pinturas murales en las que aún es posible distinguir algunos personajes acompañados de textos jeroglíficos.
Todas las evidencias apuntan a que este conjunto edilicio debió de ser en su momento sede del poder real, de ahí la presencia de símbolos celestiales en el basamento y el trono en la sala contigua. Asimismo, es otro ejemplo de que La Blanca fue un centro urbano que destacó por sus excepcionales valores arquitectónicos y escultóricos (en la región abundan los sitios arqueológicos, pero muy pocos han sido investigados o puestos en valor hasta la fecha).
Esa fue precisamente una de las causas que nos animó a emprender nuestras investigaciones en esta región arqueológica, pues parecía obvio que tal concentración de asentamientos urbanos en las cercanías del río Mopán y sus afluentes respondía a intereses estrechamente ligados con el control de una de las principales rutas de transporte fluvial en este territorio. Indagar acerca de ello nos ayudaría a comprender mejor la organización política imperante en la zona y el porqué de la fundación de estos centros urbanos.

CIUDADES ENRIQUECIDAS POR EL COMERCIO

Además de en el sitio arqueológico de La Blanca, investigamos otros sitios del entorno, entre ellos Chilonché, cuya acrópolis principal esconde también magníficas edificaciones en su interior que fueron exploradas y documentadas por el proyecto. A una de las más antiguas, fechada en el período Preclásico Tardío (300 a.C.-250 d.C.), corresponde una monumental escultura arquitectónica que representa a una criatura fantástica, de rostro prominente, patas recogidas y garras, que hemos interpretado como una encarnación de las fuerzas de la naturaleza. Posiblemente fue realizada con el fin de conmemorar el final de una era y el nacimiento de un nuevo orden político en la región, liderado por un nuevo gobernante o linaje. Sobre ella se levantaron otras construcciones durante el Clásico (250-1000 d.C.), como el complejo palaciego en una de cuyas estancias encontramos unas magníficas pinturas murales, un hallazgo de enorme importancia debido a que son muy pocos los murales que han logrado conservarse en el medio tropical húmedo que caracteriza al área maya. Al igual que en La Blanca, esta estancia había sido cuidadosamente clausurada por los mayas, que se esforzaron en tener un especial cuidado para no dañar las pinturas. 
En Chilonché descubrimos una monumental escultura arquitectónica que representa a una criatura fantástica, de rostro prominente, patas recogidas y garras.
Escena central de uno de los murales encontrados en la Acrópolis de Chilonche. Dibujo: M.A. Núñez. © Proyecto La Blanca.
Escena central de uno de los murales encontrados en la Acrópolis de Chilonche. Dibujo: M.A. Núñez. © Proyecto La Blanca.
En definitiva, tras quince años de investigaciones no nos queda duda de que el apogeo que conocieron ambas ciudades durante el período Clásico estuvo motivado por los beneficios derivados del control de las activas redes comerciales que representaban los ríos de la cuenca del Mopán. El desplome del comercio en el siglo IX tuvo que afectar muy negativamente a estos centros, lo que motivó su abandono y progresivo deterioro hasta quedar totalmente sepultados por la espesa vegetación.
El Proyecto La Blanca, dirigido por Cristina Vidal Lorenzo y Gaspar Muñoz Cosme, está patrocinado por la Universidad de Valencia y la Universidad Politécnica de Valencia y ha contado con la subvención del Ministerio de Cultura y Deporte de España y la Fundación Palarq para proyectos de excavación españoles en el exterior.

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