miércoles, 13 de mayo de 2020

La bella es la bestia: ética, estética y semiótica de la mujer fatal

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Sharon Stone en Instinto básico.
Pero la ancestral antinomia doncella-bruja no basta para dar cuenta de la realidad femenina ni de la fantasía masculina, que es la que desde siempre ha dominado nuestra cultura. No en vano se dice de algo estupendo que es «de puta madre», expresión que manifiesta mejor que ninguna otra la fusión de contrarios que torpemente intenta el imaginario machuno. La doncella virtuosa de los cuentos, que casi siempre acaba casándose con el héroe, es la madre potencial perfecta; pero la horrible bruja no cumple la función simbólica de la prostituta, que es la encarnación de la sexualidad desenfrenada y desenfrenante. En el panteón patriarcal hace falta un tercer arquetipo/estereotipo femenino, una mujer que, refutando por reducción al absurdo la ecuación belleza = bondad, sea a la vez bella y sexualmente activa, es decir, «mala»: la mujer fatal.
Marlene Dietrich en «El ángel azul»
Es interesante comparar el mito/binomio de la bella y la bestia con el de la mujer fatal y su víctima. King Kong, el príncipe bestializado o la criatura de la Laguna Negra (en España la película se tituló significativamente La mujer y el monstruo) son brutales, pero no malvados; mientras que la Lola-Lola (Marlene Dietrich) de El ángel azul, la Phyllis Dietrichson (Barbara Stanwyck) de Perdición o la Catherine Tramell (Sharon Stone) de Instinto básico son redomadamente malas, incluso sádicas. Decodificando las correspondientes metáforas, se concluye que la sexualidad masculina es una fuerza de la naturaleza, mientras que la sexualidad femenina es una perversión demoníaca. Una cosa es la erupción de un volcán y otra el fuego del infierno. No en vano se llama «vampiresa» a la mujer seductora y sexualmente activa: un súcubo que, junto con el esperma, absorbe la vida de su víctima.
Jodelle «ZIP ZIP». Guy Peellaert,1966.

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