jueves, 16 de julio de 2020

saqueadores de tumbas, un oficio peligroso


Procesión fúnebre

Cordon Press

pese a la severidad de las penas dictadas por los tribunales egipcios, que castigaban con la muerte el robo de tumbas, éstos fueron una constante en el Egipto faraónico desde tiempos inmemoriales. A pesar de lo que pueda parecernos, no todos los egipcios sentían una veneración casi sagrada hacia sus reyes difuntos, ni un miedo supersticioso hacia los castigos, divinos o humanos, que sus actos impíos pudieran acarrearles. De hecho, los ladrones de tumbas se caracterizaron por mostrar muy poco respeto hacia los muertos y no tener miedo alguno a las admoniciones que avisaban de que el robo de tumbas era "un crimen que los dioses no perdonarán jamás a aquellos que lo cometan".
No todos los egipcios sentían una veneración casi sagrada hacia sus reyes difuntos, ni un miedo supersticioso hacia los castigos, divinos o humanos, que sus actos impíos pudieran acarrearles.
Estos hombres no se lo pensaban dos veces si necesitaban luz y para iluminarse debían convertir momias infantiles en improvisadas antorchas para iluminar el camino, y tampoco les importaba desgarrar sin miramientos las envolturas de lino que cubrían los cuerpos de reyes, reinas y nobles en busca del codiciado oro, aunque para ello tuviesen que arrancar cabezas y extremidades, y arrojarlas después de cualquier manera. Muchos de ellos fueron tan descreídos que incluso llegaron a hacer bromas macabras con las momias: tras saquear una serie de pozos funerarios que contenían animales sagrados, despojaron de sus vendas a un mono y a un perro y los colocaron uno junto al otro de modo que pareciese que ambos animales estaban manteniendo una animada charla.

TRAMPAS PARA LADRONES

Los constructores de las sepulturas tomaban muchas precauciones para evitar su expolio, pero a pesar de ello rara es la tumba egipcia que no ha sido saqueada. En todas, los antiguos ladrones excavaron algún túnel o lograron penetrar en su interior por algún otro medio. Los arquitectos de los faraones diseñaron desde cerrojos hasta falsos pasadizos, trampillas deslizantes de piedra y pozos llenos de cascotes que debían sepultar a cualquiera que intentara entrar. Pero por lo menos hubo un caso en el que sí funcionó una de estas trampas. Miles de años después, un arqueólogo halló pruebas de un ladrón muerto en plena "faena". El investigador encontró un par de brazos seccionados sobre un ataúd roto. El resto del cuerpo estaba tendido al lado. Posiblemente este hombre intentó alzar la momia del interior de su ataúd cuando el techo de la tumba se derrumbó, cortándole los brazos y matándolo en el acto.
Los arquitectos de los faraones diseñaron desde cerrojos hasta falsos pasadizos, trampillas deslizantes de piedra y pozos llenos de cascotes que debían sepultar a cualquiera que intentara entrar.
De hecho, los robos de tumbas se vieron incrementados en tiempos de crisis. Durante el primer período intermedio (2100-1940 a.C.), tras la caída de la dinastía VI de Egipto, el país vivió una serie de altercados y levantamientos que trastocaron el orden social. Un texto sapiencial de la época llamado Las admoniciones del sabio Ipuwer ya lo advertía: "Mira los saqueadores por todas partes" y "lo que ocultaba la pirámide ha quedado vacío".
Cuatro hombres cargan una momia. Decoración de la tumba de Amenemonet
Cuatro hombres cargan una momia. Decoración de la tumba de Amenemonet
iStock

¡ATRAPADOS!

Pero no siempre los ladrones se salían con la suya. Muchos fueron atrapados y algunos confesaron esperando algo de clemencia. Los papiros AbbotAmherst y Leopoldo II cuentan uno de los casos más curiosos de robos de tumbas ocurrido a finales del Reino Nuevo (1539-1077 a.C.), durante el reinado de Ramsés IX. En esa época hubo una auténtica plaga de saqueos en las necrópolis reales tebanas. Paser, alcalde de Tebas, acusó a un tal Pauraa, alcalde de Tebas Occidental, donde se situaban las necrópolis, de ser cómplice de los saqueadores de tumbas. Hubo entonces una serie de detenciones e interrogatorios que acabaron sacando a la luz un red bien organizada de expolios en sepulturas de reyes y nobles que implicaba a importantes miembros de la administración. El visir se hizo cargo del asunto y se llegaron a realizar varias visitas de inspección en las necrópolis para comprobar el estado de los enterramientos.
Paser, alcalde de Tebas, acusó a un tal Pauraa, alcalde de Tebas Occidental, donde se situaban las necrópolis, de ser cómplice de los saqueadores de tumbas.
El texto recoge el interrogatorio a algunos de los ocho ladrones detenidos. Un albañil llamado Amenpnufer declaró lo siguiente: "Fuimos a robar las tumbas según nuestros hábitos regulares y encontramos la pirámide del rey Sekemre-Shedtawy Sobekemsaf II (faraón de la dinastía XVII). Tomamos nuestras herramientas de cobre y penetramos en la pirámide hasta su parte más interior. Luego atravesamos los cascotes y hallamos al faraón yaciendo en la parte de atrás de su tumba. La noble momia estaba completamente adornada con oro y plata por dentro y por fuera, y con todo tipo de piedras preciosas incrustadas". Junto a la momia del monarca descansaba la de su esposa, adornada de un modo similar. Los ladrones recogieron los objetos de valor que pudieron de ambas momias y, sin inmutarse, prendieron fuego a sus ataúdes (esta práctica ayudaba a desprender los posibles restos de láminas de oro que quedaban aferrados a la madera). Después de eso, repartieron el botín y se dirigieron hacia Tebas, donde fueron detenidos.
Escenas de la tumba de Menna, alto funcionario de Tutmosis IV, en la necrópolis tebana de Gurna donde aparecen representados castigos corporales.
Escenas de la tumba de Menna, alto funcionario de Tutmosis IV, en la necrópolis tebana de Gurna donde aparecen representados castigos corporales. 
FOTO: AKG / Album
No sabemos el castigo que recibieron, pero la declaración de uno de los integrantes de la banda no deja lugar a dudas: "Como Amón vive y como el Soberano vive, si soy hallado como que he tenido algo que ver con cualquiera de los ladrones, puedo ser mutilado en la nariz y en las orejas y ser colocado en la estaca". Lo que sí deja claro el texto es que los interrogatorios se llevaban a cabo mediante el uso de la fuerza: "Su interrogatorio fue efectuado golpeándolos con palos, y sus pies y sus manos fueron retorcidos. Contaron la misma historia (...). Se registró por escrito el interrogatorio y condena y se envió un informe al respecto a presencia del faraón por el Visir, el Mayordomo, el Heraldo y el Alcalde de Tebas".

PROTEGER A LAS MOMIAS

La situación empeoraría con el tiempo, y ya durante la dinastía XXI (1076-944 a.C.) se decidió retirar las momias reales de sus sepulcros y depositarlas todas juntas en cuevas para protegerlas de los expolios constantes. Muchos de estos "escondrijos" serían descubiertos siglos después por los arqueólogos, como es el caso del célebre escondrijo de Deir el-Bahari, en 1871, uno de los hallazgos más asombrosos de la egiptología.
Recreación de una antigua momia egipcia con sus amuletos
Recreación de una antigua momia egipcia con sus amuletos
iStock
Los saqueos de las antiguas tumbas continuaron a lo largo de los siglos, y cuando los arqueólogos llegaron a Egipto a finales del siglo XIX no hallaron prácticamente ni una sola tumba intacta. Auguste Mariette, jefe del Servicio de Antigüedades de Egipto entre 1858 y 1881, intentó poner freno al saqueo y a las excavaciones ilegales que todavía asolaban el país. "Nos corresponde preservar con cuidado los monumentos egipcios. Dentro de quinientos años Egipto todavía debería poder mostrar a los eruditos que lo visiten los mismos monumentos que ahora estamos describiendo", declararía el egiptólogo.
Cuando los arqueólogos llegaron a Egipto a finales del siglo XIX no hallaron prácticamente ni una sola tumba intacta.
Pero ni Mariette ni otros investigadores de su época se hallan libres de crítica, ya que algunos de sus métodos arqueológicos dejaron mucho que desear. El mismo Mariette hizo uso de la dinamita para arrancar lo más difícil y no prestaba mucha atención al contexto arqueológico, con lo que la valiosa información que podía proporcionar cualquier pequeña evidencia de la excavación se perdía sin remedio.
Los métodos modernos en arqueología no llegarían a Egipto hasta un poco más tarde, con la excavación y documentación de la tumba de Tutankhamón por Howard Carter, un minucioso trabajo que llevó al egiptólogo británico nada menos que diez largos años. Un detalle: la tumba del faraón niño fue también saqueada, pero por algún motivo los ladrones no pudieron completar su trabajo, aunque dejaron el contenido revuelto. Después, al parecer, la entrada quedó cubierta por los cascotes arrojados por los obreros que trabajaban en otros sepulcros, como el de Ramsés VI, que se sitúa por encima. El destino, así, salvaguardó los tesoros que contenía la tumba de Tutankhamón para la posteridad. Es casi es el único faraón que puede presumir de ello...

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