miércoles, 1 de enero de 2020

Cómo las distintas culturas celebraban el solsticio de invierno

a desde el Neolítico se empezó a sospechar de la importancia del Sol para la vida, tal vez incluso antes. De ahí que en casi todas las culturas el astro haya formado parte de los cultos. “En el cristianismo muchas de las grandes festividades estaban directamente relacionadas con el calendario solar o lunar. La Navidad por ejemplo, es la celebración del Sol Invicto”, dice César Esteban profesor de Astrofísica en la Universidad de la Laguna (Tenerife) e investigador en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).
Para los romanos, el Sol Invicto (o Sol Invictus) era la celebración del regreso de este astro en el solsticio de invierno. Se festejaba el renacimiento del Sol no conquistado ya que representaba el triunfo de la luz sobre las tinieblas y, por tanto, el que los días comenzaran a alargarse. Con la llegada del cristianismo al Imperio Romano se adoptó la celebración de la Navidad como sustituta de la festividad pagana.

Otra imagen también asociada con las celebraciones del solsticio de invierno y que ahora forma parte de las costumbres navideñas es el Olentzero. Este personaje de la tradición vasca representado como un señor mayor desarrapado con la cara manchada de carbón debido a su oficio podría haber formado parte de los rituales paganos como figura de renacimiento y renovación.
Olentzero está asociado a las celebraciones del solsticio de invierno anteriores al cristianismo
Olentzero está asociado a las celebraciones del solsticio de invierno anteriores al cristianismo (Aiaraldea Komunikazio Leihoa)
Según explica Esteban, por ese significado de renacimiento el solsticio era especialmente importante en culturas muy al norte donde los inviernos eran más duros. En países como Escocia se cree que los vikingos implantaron la celebración pagana del Yule, antiguos ritos de culto al Sol y al fuego. 
Durante 12 días organizaban grandes banquetes, bailes y hogueras. Una de las tradiciones era quemar el tronco de Yule durante toda la noche para luego esparcir sus cenizas por los campos y atraer a las buenas cosechas. Parece ser que la festividad posteriormente desembocó en la celebración de Hogmanay que acabo por resultar fusionada con la Navidad cristiana en el año 1600 y trasladada al 31 de diciembre. 

La tradición de Hogmanay sigue celebrándose en la actualidad. Durante cuatro días y cuatro noches en ciudades como Edimburgo lanzan fuegos artificiales y organizan desfiles de antorchas manteniendo parte de la tradición ancestral del culto al fuego.

Importante para la vida

En casi todas las culturas el Sol ha formado parte de los cultos y el solsticio de invierno un símbolo de renacimiento


Los pueblos mesoamericanos también advirtieron la relevancia de este día en su calendario. “Hay multitud de estudios y es apabullante la cantidad de estadística sobre la orientación astronómica de las acrópolis en las construcciones precolombinas”, apunta Esteban. 
Muchos de los templos que construyeron los mayas, con altos conocimientos en astronomía y matemáticas, son auténticos calendarios y están orientados hacia la salida del Sol en fechas clave. Un ejemplo es la pirámide de Kukulkán, una de las siete maravillas del mundo moderno, situada en la zona arqueológica de Chichén Itzá (México). 
El legado de edificaciones se remonta al Neolítico, hace aproximadamente 10.000 años, cuando la importancia del Sol guió las construcciones o la forma de buscar la orientación de las cuevas. Según Esteban, en épocas tan antiguas lo que podría haber ocurrido es que los pobladores de entonces tomaron consciencia de la relación entre el ciclo solar y el de los vegetales y que justo en la fecha del solsticio de invierno ocurría un cambio específico.

El Castillo (templo de Kukulkán) de Chichen Itza en el stado de Yucatán al atardecer, México
El Castillo (templo de Kukulkán) de Chichen Itza en el stado de Yucatán al atardecer, México (JoseIgnacioSoto / Getty Images/iStockphoto)
Stonehenge supone uno los monumentos con una orientación astronómica más conocidos. Las piedras que forman este semicírculo, de unos 5.000 años de antigüedad, están alineadas para marcar la salida y la puesta de sol durante ambos solsticios. Miles de personas acuden al monumento, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1986, todos los años en la noche del solsticio para ver el amanecer de este día.
“Todos esos patrones, tengan o no en origen un motivo astronómico, tiene un significado importante dentro del sistema de creencias. La orientación respecto a un eje sagrado refuerza el carácter sagrado de la construcción”, explica Cesar Esteban. 
En la Península Ibérica, los Dólmenes de Antequera en Málaga o el centro ceremonial monumentalizado de Castillejo del Bonete en Terrinches (Ciudad Real) son otros ejemplos de que tal vez la iluminación específica del Sol en el solsticio no fue casual y que desde tiempos remotos las personas algo intuían sobre la ocurrencia del evento astronómico.

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