El
 tema de Feuerbach fue una derivación de la teología especulativa de 
Hegel en la que la creación sigue siendo una parte del Creador, mientras
 que el Creador sigue siendo superior a la Creación. Cuando el 
estudiante Feuerbach presentó su propia teoría al profesor Hegel , Hegel
 se negó a responder positivamente a ella.
En
 la parte I de su libro, Feuerbach ha desarrollado lo que él llama la 
"esencia verdadera o antropológica de la religión." Abarca sobre Dios en
 diversos aspectos "como un ser de la comprensión", "como un ser moral o
 la ley", "como el amor" y así sucesivamente. Feuerbach dice: “El hombre
 es igualmente un ser consciente, más que Dios, porque Dios le a puesto 
al hombre la capacidad de comprensión”. El hombre contempla muchas cosas
 y al hacerlo se convierte en conocimiento de sí mismo. Feuerbach 
demuestra que en todos los aspectos de Dios corresponde a algún rasgo o 
la necesidad de la naturaleza humana. "Si el hombre encuentra la alegría
 en Dios", afirma, "él debe encontrarse a sí mismo en Dios."
Así,
 Dios no es otra cosa que el hombre: él es, por así decirlo, la 
proyección exterior de la naturaleza interior del hombre. Esta 
proyección es considerada como una quimera por Feuerbach, que Dios y la 
idea de un ser superior depende del aspecto de la benevolencia. 
Feuerbach afirma que, "un Dios que no es benevolente, que no es justo, 
no es sabio, no es Dios", y continúa diciendo que las cualidades no son 
de repente notadas como divinas por su asociación piadosa. Las propias 
cualidades divinas por lo tanto hacen divino a Dios, lo que indica que 
el hombre es capaz de comprender y aplicar el significado de la 
divinidad de la religión y que la religión no hace un hombre divino.
La
 fuerza de esta atracción a la religión, sin embargo, es dar la 
divinidad a una figura semejante a Dios; explicada por Feuerbach como: 
Dios es un ser que actúa en todo hombre en todas sus formas. Dios, "es 
el principio de la salvación del hombre, de las buenas disposiciones y 
acciones del hombre, en consecuencia el principio propio del bien y la 
naturaleza humana." Hace un llamamiento al hombre a dar cualidades al 
ídolo de su religión, ya que sin estas cualidades una figura como Dios 
se convertiría en un mero objeto y su importancia se convertiría en 
obsoleta, no dejaría de ser una sensación la existencia de Dios. Por lo 
tanto, dice Feuerbach, cuando el hombre elimina todas las cualidades de 
Dios, "Dios ya no es nada más para él que un ser con rasgos negativos." 
“Dios es una parte del hombre a través de la invención de un Dios.” 
Igualmente, sin embargo, el hombre es rechazado por Dios, porque, "sólo 
Dios es el ser que actúa sobre sí mismo."
En
 la parte 2 se discute la esencia "falsa o teológica de la religión", es
 decir, el punto de vista que considera a Dios teniendo una existencia 
separada frente al hombre. De ahí surgen diversas creencias erróneas, 
como la creencia en la revelación, que él cree que no sólo lesiona el 
sentido moral, sino también "Envenena, y aun destruye, el sentimiento 
divino en el hombre, el sentido de la verdad", y la creencia en los 
sacramentos , como la Cena del Señor , que es para él un pedazo de 
materialismo religioso de los cuales "las consecuencias necesarias son 
la superstición y la inmoralidad."
La
 parte 2 llega a un punto crucial aunque aparentemente de retracción 
declaraciones anteriores. Feuerbach afirma que sólo la acción de Dios 
es, "la salvación moral y eterna del hombre: así, el hombre tine un 
único objetivo en si mismo" porque las acciones del hombre se sitúan en 
Dios. Feuerbach también se contradice al afirmar que el hombre renuncia a
 su personalidad y la coloca en Dios, que a su vez es un egoísta. Este 
egoísmo se convierte en el hombre y proyecta al hombre a ser malo y 
corrupto; que son "incapaces de hacer el bien", y sólo Dios es bueno, es
 "el ser bueno." De esta manera, Feuerbach resta valor a muchas de sus 
afirmaciones anteriores, al mismo tiempo que muestra la alienación que 
se produce en el hombre por adorar a Dios. Feuerbach afirma que la 
bondad es ", personificada como Dios," convirtiendo a Dios en un objeto,
 porque si Dios no es otra cosa que un objeto no tendría que ser 
personificado en él. El aspecto de los objetos antes había sido objeto 
de discusión; en que el hombre contempla los objetos y que los objetos 
son una concepción de lo que exterioriza el hombre. Por tanto, si Dios 
es bueno así entonces debía ser el hombre, porque Dios no es más que una
 exteriorización del hombre, porque Dios es un objeto. Sin embargo la 
religión demostraría que el hombre es inherentemente corrupto. Feuerbach
 intenta disminuir su inconsistencia al preguntar "¿Cómo puedo percibir 
la belleza de un cuadro si mi mente era estéticamente una pieza absoluta
 de la perversión?" A través de un razonamiento de Feuerbach, no sería 
posible, pero es posible, y más tarde afirma que el hombre es capaz de 
encontrar la belleza.
Una
 crítica cáustica de Feuerbach fue expuesta en 1844 por Max Stirner. En 
su libro Der einzige sein und Eigentum (El Ego y los suyos) atacó a 
Feuerbach como inconsistente en su ateísmo. La respuesta de Feuerbach y 
la contra-respuesta de Stirner es verdaderamente ilustrativa.
Sus concepciones fundamentales en términos de crítica a la religión, puede ser reducidas a estas fórmulas:
La religión es la reflexión, el reflejo de la esencia humana en sí misma.Dios es para el hombre el contenido de sus sensaciones e ideas más sublimes, es su libro genérico, en el cual escribe los nombres de sus seres más queridos.
La evolución del pensamiento de Feuerbach queda reflejada en la frase siguiente:
Mi primer pensamiento fue Dios, el segundo fue la razón y el tercero y último, el hombre
Para
 Feuerbach el hombre ha realizado el mismo camino: primero creó a Dios y
 más tarde entendió que su conocimiento no era nada más que un peldaño 
en el propio conocimiento del hombre.
Feuerbach
 al considerar a Dios una creación humana niega su existencia así como 
la de cualquier otro dios, por lo que niega el teísmo. También negaba el
 idealismo, que pretende suplantar el hombre real -corporal y sensible- 
por el 'espíritu' y la 'razón'.
Para
 Feuerbach por tanto no es Dios quien ha creado al hombre a su imagen, 
sino el hombre quien ha creado a Dios, proyectando en él su imagen 
idealizada. El hombre atribuye a Dios sus cualidades y refleja en él sus
 deseos realizados. Así, enajenándose, da origen a su divinidad. Pero, 
¿por qué lo hace? El origen de esta enajenación se encuentra en el 
hombre mismo. Aquello que el hombre necesita y desea, pero que no puede 
lograr inmediatamente, es lo que proyecta en Dios. La palabra Dios tiene
 peso, seriedad y sentido inmanente en boca de la necesidad, la miseria y
 la privación. Los dioses no han sido inventados por los gobernantes o 
los sacerdotes, que se valen de ellos, sino por los hombres que sufren. 
Dios es el eco de nuestro grito de dolor.
Feuerbach
 califica de giro decisivo de la historia al hecho de que el hombre 
reconozca abiertamente que la conciencia de Dios no es más que la 
conciencia de la especie. Homo homini deus est.
Cuanto
 más engrandece el hombre a Dios, más se empobrece a sí mismo. El hombre
 proyecta en un ser ideal (irreal) sus cualidades, negándoselas a sí 
mismo. De este modo, reserva para sí lo que en él hay de más bajo y se 
considera nada frente al Dios que ha creado.
De
 su crítica a la religión se desprende este concepto, tal vez el más 
influyente de su obra. Parte de una inversión de términos: sujeto por 
predicado. Dios no crea al hombre, el hombre crea a Dios proyectándose y
 proyectando sus mejores atributos en él. Es, entonces, simplemente un 
producto del hombre. Pero este producto se vuelve ajeno a su productor y
 lo domina. Las propiedades del hombre se enajenan en Dios, el objeto 
aparece con vida propia y domina al sujeto. Para Feuerbach, esta 
enajenación (Alineación) estaba en la conciencia humana, y un simple 
acto de la misma podía resolverla.
Karl
 Marx retoma este concepto y lo amplía en sus Manuscritos económicos y 
filosóficos de 1844. Para él, la enajenación humana no se encuentra 
solamente en el plano de la conciencia, sino en el plano real. Ahora el 
hombre se enajena en el trabajo, y para resolver esta enajenación se 
necesitan acciones prácticas, una filosofía de la praxis.
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