miércoles, 4 de enero de 2023

Brisa de Dios

 Así se recibió al papa Juan Pablo II: huracán Wojtyla. Su sucesor fue otra cosa: una suave brisa. Había un común denominador: dejarse mover por el soplo del Espíritu. Cuando se hizo hueco a un viento fuerte que removiera bastiones, Dios sopló con fuerza en el papa polaco. Cuando hubo que acoger suavemente la dulce brisa que pusiera paz abriendo horizontes de belleza y bondad, el Señor susurró su aliento en el papa alemán. Dos gigantes de la fe, que en su amistad cristiana y su complementariedad eclesial escribieron una página preciosa de la historia reciente del Pueblo de Dios. ¡Qué hermosa amistad entre dos pastores que supieron crear los puentes que la Iglesia necesitaba para acercarse el hombre contemporáneo con sus preguntas y heridas! Joseph Ratzinger pasará a la historia con ese halo de santidad llena de sabiduría. Jesús lo dijo respecto de los «secretos» que Dios revela: no lo hace a los sabihondos que se apropian de la sabiduría, sino a los sencillos que la testimonian con la humildad delicada, bella, inteligente, con amor bondadoso. La profunda preparación cultural, humanística y teológica de Ratzinger, será el talento que Dios regaló a la Iglesia contemporánea. Veníamos de un tiempo convulso tras crisis económicas e inolvidables guerras. La fractura que en Occidente se abría amenazaba con romper la historia cuando estaba olvidando y traicionando sus raíces cristianas en Europa. Hacía falta un vigía que alertase del peligro señalando de nuevo la meta. Sin aspavientos catastrofistas ni amenazas provocadoras, con la lucidez de quien humildemente dialoga respetando al otro desde respeto supremo a la verdad, la caridad y la vida. No había una huida pietista o una apostasía blasfema, sino una búsqueda compartida con quien no censurase las preguntas esenciales como punto de partida. Solo quien ama esas preguntas reconoce la respuesta cuando llega, como decía R.M. Rilke. La pregunta siempre será lo que está sin resolver en el corazón y despierta la inteligencia de quien acierta a leer interiormente las cosas. Por eso Ratzinger como teólogo y pastor no tuvo miedo a dialogar con la modernidad, con el mundo clásico, con la sabiduría bíblica y patrística, con los maestros medievales, con los santos de todos los tiempos, con los intelectuales contemporáneos, mostrando cómo la fe es razonable, la caridad se aviene con la verdad y la esperanza nos salva. Siempre recordaré un texto señero en la homilía de la Misa «pro eligendo Pontífice» (18 de abril de 2005), que quizá abrió la puerta a los cardenales allí concelebrantes para que le reconocieran como el que señalaba el Espíritu Santo para suceder a Juan Pablo II. Reflexionaba Ratzinger: «Cuántas corrientes ideológicas, cuántas modas de pensamiento hemos conocido en las últimas décadas: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres (cf. Ef 4, 14). Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se etiqueta como fundamentalismo. Mientras que el relativismo, dejarse llevar «por cualquier viento de doctrina», aparece como la única actitud en los tiempos actuales. Se establece una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo. Nosotros tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el verdadero hombre. Él es la medida del verdadero humanismo. Es esta amistad la que nos abre a todo lo que es bueno y nos da el criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, el engaño y la verdad. Esta fe adulta debemos madurar, a esta fe debemos guiar el rebaño de Cristo». Me parece un análisis lúcido que sigue teniendo validez. Es la herencia de un hombre que acomuna santidad y sabiduría en estos tiempos de confusión y mediocridad.


Benedicto XVI en una imagen en el Palacio Bellevue de Berlín durante su vista a Alemania en septiembre de 2011
Benedicto XVI en una imagen en el Palacio Bellevue de Berlín durante su vista a Alemania en septiembre de 2011 FOTO: DPA VÍA EUROPA PRESS  DPA VÍA EUROPA PRESS


Jesús Sanz Montes. Arzobispo de Oviedo

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