martes, 23 de octubre de 2018

emigrada judia



Voy más lejos que el viento oeste
y el petrel de tempestad.
Paro, interrogo, camino
¡y no me duermo por caminar!
Me rebanaron la Tierra,
sólo me han dejado el mar.

Se quedaron en la aldea
casa, costumbre, y dios lar.
Pasan tilos, carrizales
y el Rin que me enseñó a hablar.
No llevo al pecho las mentas
cuyo olor me haga llorar.
Tan sólo llevo mi aliento
y mi sangre y mi ansiedad.

Una soy a mis espaldas,
otra volteada al mar:
mi nuca hierva de adioses,
y mi pecho de ansiedad.

Ya el torrente de mi aldea
no da mi nombre al rodar
y en mi tierra y aire me borro
como huella en arenal.

A cada trecho de ruta
voy perdiendo mi caudal:
una aleada de resinas,
una torre, un robledal.
Suelta mi mano sus gestos
de hacer la sidra y el pan
¡y aventada mi memoria
llegaré desnuda al mar!

Gabriela Mistral La herida abierta Editorial Gente Nueva (2010)

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