Vengo a buscarte, hermano, 
porque traigo el poema
que es traer el mundo 
a las espaldas.
Soy como un perro 
que ruge a solas, 
ladra a las fieras del odio 
y de la angustia,
echa a rodar la vida 
en mitad de la noche.
Traigo sueños, tristezas, 
alegrías, mansedumbres,
democracias quebradas 
como cántaros,
religiones mohosas 
hasta el alma,
rebeliones en germen 
echando lenguas de humo,
árboles que no tienen
suficientes resinas amorosas.
Estamos sin amor, 
hermano mío,
y esto es como estar ciegos 
en mitad de la tierra.
Traigo muertes 
para asustar a todos 
los que juegan con muertes.
Vidas para alegrar 
a los mansos y tiernos,
esperanzas y uvas 
para los dolorosos.
Pero traigo ante todo
un deseo violento de abrazar,
atronador 
y grande como tormenta oceánica.
Quiero hacer con los brazos 
un solo brazo dulce
que rodee la tierra.
Yo deseo que todo, 
que la vida sea 
nuestra como el agua y el viento.
Que nadie tenga nunca más 
patria que el vecino.
Que nadie diga más la finca 
es mía, el barco…
sino la finca nuestra, 
de Nosotros los Hombres
Jorge Debravo
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