lunes, 28 de febrero de 2022

Las cruzadas, en dos minutos

 ¿Qué razones impulsaron a los cruzados a combatir? Hasta el siglo XIX la respuesta parecía clara: una religiosidad ferviente. Movidos por su fe, los caballeros europeos pretendían recuperar para la cristiandad los lugares en los que vivió Jesús. Los historiadores posteriores, sin embargo, añadieron otro tipo de causas.

El factor económico

La repúblicas del norte de Italia participaron en las cruzadas para defender sus intereses mercantiles. Venecia, Pisa y Génova controlaban las rutas comerciales por las que llegaban a Europa los productos de lujo orientales, cada vez más solicitados por una población urbana en auge.

Al servicio de Roma

La Iglesia impulsó las expediciones a Tierra Santa para consolidar su autoridad política sobre los reinos cristianos, amenazada por las rivalidades con el Imperio germánico. Además, los papas querían recuperar el control sobre la Iglesia ortodoxa bizantina, separada del catolicismo romano desde el cisma (por cuestiones de dogma) de 1054.

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El Mediterráneo y Europa en la primera cruzada.

 TERCEROS

Válvula de escape

Los hijos de nobles que no recibían herencia (solo la adquiría el primogénito) se dedicaron a combatir en Tierra Santa. Así, se ganaban la vida y canalizaban su ímpetu guerrero. Las clases humildes también vieron en las cruzadas un medio para mejorar su nivel económico. Preferían probar suerte en tierras lejanas y desconocidas a llevar una vida mísera en los campos de Europa. 

¿Defender a los oprimidos?

Para el espíritu caballeresco de la época, las cruzadas constituían una oportunidad de defender a los cristianos orientales del islam. El entusiasmo colectivo fue tal que los caballeros vendían parte de sus pertenencias para adquirir un equipo militar y costearse la expedición.

Este triunfo permitió abrir las rutas comerciales por las que llegaban a Europa las especias, la seda y otros productos de lujo orientales. 

Éxito inicial

En 1099, los cruzados tomaron Jerusalén tras un ataque cruento. Este triunfo permitió abrir el camino tradicional de los peregrinos hacia Tierra Santa, así como las rutas comerciales por las que llegaban a Europa las especias, la seda y otros productos de lujo orientales.

Equilibrio inestable

El dominio occidental sobre Palestina resultó muy precario. Los territorios cristianos se fragmentaron en pequeños reinos o condados. Su pervivencia durante dos siglos se explica por la ayuda militar que recibían con cada nueva cruzada, el respaldo de órdenes militares y, sobre todo, la desunión crónica de los musulmanes.

Repercusiones 

Las cruzadas afectaron de forma muy distinta a europeos y musulmanes. Para los primeros, su expulsión de Oriente Próximo en 1291 constituyó un revés transitorio en el camino hacia la hegemonía mundial. El mundo islámico, en cambio, inició un proceso de decadencia cultural a pesar de su victoria sobre los cruzados.

Desde el punto de vista occidental, las ocho expediciones a Tierra Santa tuvieron consecuencias trascendentales para la historia europea. En el terreno político, consolidaron la autoridad del papado sobre el conjunto de la cristiandad. Desde un punto de vista económico, las guerras favorecieron los intercambios comerciales y el auge de las ciudades mercantiles, como Venecia o Marsella. Este hecho propició el ascenso de la burguesía. En términos culturales, los cruzados entraron en contacto con la herencia de la Antigüedad clásica conservada por bizantinos y árabes.

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Sitio de Jerusalén del año 1099.

 TERCEROS

Otra es la visión del islam. Durante siglos, los europeos tuvieron un único punto de vista sobre las cruzadas, el de los guerreros cristianos. En las crónicas musulmanas encontramos denuncias de la crueldad de los cruzados, pero también elogios al valor de los europeos. Las cruzadas, vistas como un acto de imperialismo, empujaron al islam a cerrarse en banda a las innovaciones extranjeras.

Hagamos un breve recorrido por las ocho cruzadas (algunos expertos dividen la última en dos y hablan de nueve cruzadas):

Primera cruzada (1096-1099). Promovida por el papa Urbano II, reconquistó Jerusalén en 1099 y estableció el reino del mismo nombre, con Godofredo de Bouillon como primer soberano.

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Captura de Jerusalén durante la primera cruzada.

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Segunda cruzada (1147-1149). Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania participaron en esta campaña, pero se tomaron la expedición como si se tratara de un torneo medievalEl resultado fue desastroso.

Tercera cruzada (1189-1192). Enviada para socorrer a los estados cristianos tras la derrota de Hattin y la caída de Jerusalén en manos de Saladino, logró bastantes éxitos, pero no reconquistó la ciudad. 

Cuarta cruzada (1202-1204). Debía dirigirse hacia Egipto, donde reinaba la dinastía de los ayyubíes, para desde allí liberar Tierra Santa. Sin embargo, la expedición se desvió y conquistó Constantinopla.

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Un grupo de caballeros franceses de la quinta cruzada llegan, en 1249, al fuerte de Damieta,

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Quinta cruzada (1217-1221). Como en la cuarta campaña, los cruzados atacaron Egipto. Lograron conquistar Damietta, pero, sin objetivos militares claros, finalmente fueron aplastados en Al-Mansurah.

Sexta cruzada (1228-1229). El emperador alemán Federico II partió hacia Palestina para cumplir su promesa de luchar por Tierra Santa. Consiguió la cesión de Jerusalén por medios diplomáticos. 

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La pérdida de Acre en el año 1291.

 TERCEROS

Séptima cruzada (1248-1250). Tras un éxito inicial (toma de Damietta), Luis IX de Francia fue derrotado en Al-Mansurah. Hecho prisionero, tuvo que ceder Damietta para recuperar la libertad.

Octava cruzada (1270). Tras la conquista musulmana de varios territorios, Luis IX intentó sitiar Túnez. El asedio resultó un fracaso y el monarca murió ante los muros de la ciudad, víctima de la peste. Algunos autores hablan de una novena cruzada a continuación de esta misma en el momento en que Eduardo de Inglaterra se unió a Luis IX y tras la muerte de este continuó hasta Acre.

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