sábado, 15 de abril de 2017

Pascal y Kierkegaard: “El ser humano y el sentido de su existencia”


Blaise Pascal (1623 -1662)
– «El hombre debe considerar cuál es su magnitud en relación con todo lo que existe. Debe atreverse a mirarse como una criatura perdida en una esquina insignificante de la naturaleza. Y desde este pequeño calabozo donde está encerrado, donde se revela infructuoso cualquier intento de conocer el resto del universo, debería empezar a aprender a amar la tierra, los reinos, las ciudades y a sí mismo, respetando su propio peso. Pues, ¿qué es el hombre comparado con el infinito?».
– «Éste y no otro es nuestro verdadero estado: nuestra incapacidad para conocer algo con absoluta certeza combinada con nuestra incapacidad de ignorar algo completamente. El ser humano se agita en una zona intermedia, siempre suspendido e inseguro; vivimos moviéndonos de un lado a otro, sin llegar a ningún puerto. Cualquier apoyo sólido que pretendemos alcanzar, con la esperanza de instalarnos y echar raíces, se revela como una ilusión gaseosa, se mueve y nos abandona, y y si lo perseguimos con terquedad, va más rápido que nosotros, un paso por delante de nuestro avance, e inevitablemente termina por burlarnos. Esta huida de las cosas seguras es eterna para el hombre. Nada se detiene para nosotros. Esta danza es el estado más natural para el hombre, aunque por desgracia es el más contrario a nuestra inclinación, de manera que el anhelo de encontrar algo estable nos quema. ¡Qué locura la del hombre que vive buscando un asiento firme donde edificar una torre que se alce hacia el infinito y que solo puede levantar fundamentos que se agrietan al soportar el menor peso sobre tierras que se abren bajo nuestros pies como abismo!».
– «El hombre es una caña, la forma vegetal más frágil de la naturaleza, pero una caña que piensa. Para aplastarla basta con un golpe de aire, una pequeña inundación, el universo no tiene que confabularse para matarla, casi cualquier gesto basta. Pero incluso si el universo se decidiese a aplastar al ser humano, esta criatura seguiría siendo más noble y admirable que sus verdugos. El hombre sabría que muere, y ése es su privilegio y su ventaja en relación con el universo: el universo no sabe nada».
– «¿Quién me ha situado en este mundo? Yo no lo sé. Tampoco sé qué es el mundo, ni quién soy yo, ni como individuo ni como especie. La profundidad de mi ignorancia en relación con estos asuntos decisivos es desesperante: ni sé lo que es el cuerpo, ni mis sentidos, ni mi alma, ni esta porción de mí que ahora mismo piensa lo que estoy pensando, que reflexiona sobre el mundo y sobre sí mismo para no extraer ni un gramo de verdad. Que se desconoce tanto a él mismo como al entorno. Veo los espacios interminables del universo que me encierran y me veo confinado en un rincón de esas extensiones intimidantes, sin que nadie me explique por qué estoy aquí y no en otro punto del espacio, ni por qué se me ha entregado esta pequeña porción de vida, ni por qué mi conciencia está pegada a este momento del espacio y del tiempo, perdido entre la infinitud que me precedió y la infinitud que seguirá después de mi muerte. Veo infinitos por todas partes. Infinitos para los que no soy mayor que un átomo ni más duradero que una sombra. Una criatura que dura un instante y no vuelve. Lo único que sé es que debo morir pronto, pero no sé nada más sobre esta muerte que no se puede evitar».
– «Admiro a todos y cada uno de los hombres que en esta desesperación logran pasar un minuto sin desesperarse. A mi lado veo a otras personas, todas comparten conmigo la misma naturaleza. Les interrogo por si saben más que yo sobre estos asuntos, todas me dicen que no. Y sé bien que la mayoría de estos seres miserables han buscado a su alrededor algo a lo que aferrarse en su extravío, y en cuanto han visto algo que podía pasar por placentero se han agarrado a ello, y no se han soltado».
– «No hay manera humana de satisfacer a la voluntad. Ni siquiera si llegase a conseguir todo cuanto desea. Sólo podemos saciarla cuando le damos la espalda, cuando renunciamos a ella. Sin deseo y voluntad no se puede estar afligido, con deseo y voluntad sólo se puede estar afligido».
– «Es terrible experimentar cómo se pierde todo lo que somos».
Søren Kierkegaard (1813 -1855)
– «Siento un desánimo como el que puede sentir una pieza de ajedrez cuando el contrincante dice de ella: esa pieza no se puede mover».
– «La vida se me ha vuelto una bebida amarga, y sin embargo hay que tomarla como las gotas, despacio, contándolas».
– «Nadie regresa de la muerte, nadie llega al mundo si no es llorando; nadie le pregunta a uno cuándo quiere entrar y tampoco nadie cuándo quiere salir».
– «El tiempo pasa, la vida es un río, dice la gente, etcétera. Yo no lo noto, el tiempo está quieto y yo con él. Todos los planes que trazo regresan a mí mismo en un vuelo al instante; y si escupo, me escupo en el rostro».
– «El resultado de mi vida es absolutamente nada, un estado de ánimo, un único color, un estado de ánimo, un único color. Mi resultado posee cierta semejanza con la pintura de aquel artista que tenía que pintar a los judíos atravesando el Mar Rojo y al final pintó de rojo toda la pared, y lo explicó diciendo que los judíos ya habían cruzado y los egipcios ya se habían ahogado».
– «Sucedió en un teatro, que se prendió fuego en los bastidores. Un payaso salió a informar al público. Los espectadores creyeron que era una broma y aplaudieron; lo repitió; le ovacionaron aún más. Así creo yo que se irá a pique el mundo, en medio del júbilo generalizado de las sabias cabezas que se creen que se trata de un chiste».
– «¿Cuál es realmente el significado de esta vida? Si se divide a los seres humanos en dos grandes grupos, puede decirse que uno trabaja para vivir, el otro no tiene esa necesidad. Pero trabajar para vivir no puede ser el significado de la vida, es ciertamente una contradicción que la respuesta a la cuestión de su significado sea la producción de las condiciones que lo condicionan. La vida, por regla general, carece de cualquier significado excepto el de consumir sus condiciones. Si se quiere decir que el significado de la vida es morir, parece otra contradicción más».
– «¡Qué curioso! Con qué ambigua angustia de perder y conservar se aferra a la vida el ser humano pese a todo. En ocasiones he pensado en dar un paso decisivo, ante el cual todos los precedentes no serían sino pasitos infantiles…acceder al gran viaje de descubrimiento. Igual que un barco, en el de la botadura, es saludado con cañonazos, así querría yo saludarme a mí mismo. Y sin embargo, ¿es valor lo que me falta? Si una piedra cayera y me matara, sería una solución».
(Fuente: “Tratados de la desesperación” (Pascal) y “Diapsálmata” (Kierkegaard), Hermida Editores)

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