martes, 19 de julio de 2022

jiroft, la antigua civilización perdida de la edad de bronce

 el año 2001, miles de misteriosos objetos arqueológicos invadieron el mercado internacional de antigüedades y sorprendieron a la comunidad científica. Se trataba de vasos, copas, recipientes, tableros de juego y pesos con asas realizados en clorita –un mineral semiprecioso– o en alabastro, decorados con magníficas incrustaciones de cornalina y lapislázuli. También aparecieron fíbulas (broches), armas, joyas y obras maestras de cerámica. Pero lo que hacía verdaderamente únicos a estos objetos (que aparecieron en mayor número a comienzos de 2002) era la compleja simbología que decoraba su superficie: animales salvajes y domésticos como cebúes, felinos, escorpiones, aves rapaces... que luchaban entre ellos o con figuras humanas que parecían someterlos; representaciones naturalistas y bucólicas, con animales pastando en vastos palmerales, y reproducciones arquitectónicas de templos o palacios. Los pocos datos que proporcionaban los sitios de internet que vendían estas piezas, o las casas de subastas que las ofrecían a un precio muy alto, eran más bien lacónicos, como, por ejemplo, «procedentes de Asia central». Al principio se supuso que las piezas eran obra de expertos falsificadores, pero con el paso de los meses, y a medida que su número aumentaba, se pensó que provenían de excavaciones clandestinas de grandes dimensiones, aunque no se podía precisar su lugar exacto de procedencia. La policía iraní desveló el enigma a finales de 2002. Una operación coordinada llevó a la detención de varios traficantes y permitió confiscar grandes cantidades de objetos listos para ser enviados al resto del mundo desde las ciudades de Teherán, Bandar Abbas y Kermán. Se averiguó que en su mayor parte provenían de necrópolis situadas entre 28 y 50 kilómetros al sur de Jiroft, una remota y apacible ciudad del sudeste de Irán, no muy lejos del golfo Pérsico.

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