jueves, 27 de diciembre de 2012

Seguridad y Confianza en el reino que viene en las Parabolas



Las parábolas del grano de mostaza (Mc 4, 30-32; Mt 13, 31s; Lc 13, 18s; Ev.To. 20)
El Reino de Dios es un tema omnipresente en los dichos, en los gestos, en los exorcismos, en las curaciones… de Jesús. La mayoría de estudiosos comparten la idea de la centralidad de la predicación del Reino en el ministerio de Jesús. La forma habitual de enseñar de Jesús es a través de parábolas. Y su idea del reino/reinado de Dios nos llegará privilegiadamente por medio de sus parábolas. La versión más antigua de la parábola del grano de mostaza nos ha llegado, probablemente, a través del evangelio de Marcos. Ésta parábola, junto con otras muchas, no acaba con una aplicación interpretativa. El evangelista narra las palabras de Jesús sin aclaración posterior, sin explicación del sentido ni por parte del narrador ni por parte del personaje principal, Jesús. “Jesús deja al oyente sacar la conclusión de la parábol.Seguramente, como anota J. Jeremias, esta forma de parábola, sin más, corresponde al Jesús histórico; la mayoría de sus parábolas serían así, no necesitaban de explicación o, mejor, su interpretación era abierta.
En esta parábola, no se refiere a que el Reino está ya aquí y que crece lentamente, sino que su éxito final, con unos comienzos modestos, es absolutamente feliz y seguro. No ha comenzado ya ese Reino, pues “nadie sabe, ni el Hijo, sino sólo el Padre” cuándo vendrá lo cual ya es una indicación de la seguridad del que habla que va a llegar. Para Jesús y sus discípulos el Reino o estaba ya allí, o bien aún no estaba  allí (Johannes Weiss). Así como la planta lleva la potencialidad inherente en su genética de crecer y desarrollarse, aunque sea muy pequeña, así el Reino de Dios no puede evitar crecer y desarrollarse, eso sí, una vez plantado. A pesar del desánimo que pueda traer su pequeño tamaño.
Aquí la enseñanza es de que el Reino viene con toda seguridad, porque ya ha irrumpido en el mundo a través de la persona y mensaje de Cristo. Lo mismo que en  la semilla sembrada y el grano de mostaza, el Reino llegará a la plenitud irresistiblemente, a pesar de su lentitud inicial.
No obstante, cada una de las parábolas tiene su matiz propio. La de la semilla que crece por sí sola acentúa la gratuidad del Reino y la del grano de mostaza el crecimiento del mismo. Con ambas parábolas justifica Jesús el aparente fracaso de su pequeñez y pobreza de los medios empleados por él para la manifestación del esperado reino mesiánico. Pero ése es el estilo de Dios, viene a decir Jesús.
La parábola del grano de mostaza, junto con la de la semilla que crece sola, la del sembrador y la de la levadura, es una de las parábolas de contraste. Llamadas así porque muestran la expansión incontenible del Reino hasta su plenitud esplendorosa, en desproporción evidente con sus comienzos humildes. Por eso la parábola del grano de mostaza subraya el magnífico crecimiento del reino de Dios en contraste con su principio casi nímio, simbolizado en la diminuta semilla de la mostaza, del tamaño de una cabeza de alfiler. Pero en su insignificancia está actuando ya el incontenible dinamismo expansivo que en sí mismo lleva el reino de Dios. Con la parabola del grano de mostaza se sale al paso de la objeción de quienes no entienden la pequeñez y pobreza de los medios empleados por él para la manifestación del esperado Reino mesiánico dándoles dudas e inseguridades.

Nacho Padró

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