El
pueblo ruso fue cristianizado a finales del siglo décimo (988). Esto acaeció
unos setecientos años después del comienzo de la Iglesia en las Islas
Británicas. Fue el príncipe Vladimir de Kiev (+ 1015) quien fue responsable del
cambio de religión entre su pueblo. Él mismo invitó a su patria a los
misioneros de Constantinopla, la capital del Imperio Bizantino y, de este modo,
colocó los cimientos de la
Iglesia en Rusia.
Desde
comienzos del siglo x, cuando los príncipes rusos abrazaron el cristianismo,
hasta la conquista de Rusia por parte de los mongoles (siglo XIII), más que de
Iglesia rusa se puede hablar de Iglesia bizantina en territorio ruso.
Constantinopla consideraba a Kiev como una especie de protectorado espiritual,
y los patriarcas de la capital elegían a los metropolitas de Kiev que, además,
eran con frecuencia bizantinos. De 1240 a 1470, bajo el dominio de los
mongoles, aunque no se vio sofocada la vida espiritual, la cultura, incluida la
teológica, sufrió un notable retraso por causa de las circunstancias. Sin
embargo, precisamente en este período tenemos la espléndida creatividad
iconográfica de Andrej Rublev (+ 1430), cuyas obras no son más que teología
escrita con colores.
Con
la caída de Constantinopla (1453) y la liberación gradual del poder de los
mongoles, la Rusia
cristiana fue adquiriendo cada vez más conciencia de su autenticidad ortodoxa,
hasta el punto de desarrollar la teoría eclesiológico-política de Moscú como
tercera Roma. Bajo el reinado de Iván el Terrible (1533-1584) el cesaropapismo
bizantino se arraiga en tierras rusas consolidando la relación Iglesia-Estado.
En
el siglo XVI actúa en Rusia Máximo el Griego, considerado el «Iluminador de los
rusos». Entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII se creó en Kiev la
primera escuela teológica rusa.
Puede
decirse que la escuela teológica de Kiev tuvo siempre un tinte filolatino. Al
contrario, la de Moscú, fundada en 1665 por Simeón Polockij, se caracterizó por
su marcada tendencia filogriega.
El
siglo XII destacó además por el cisma (Ralkol) de la Iglesia rusa, relacionado
con la reforma de los libros litúrgicos que sostenía el patriarca Nikón. En
esta ocasión los cismáticos desarrollaron un confuso milenarismo que creó una
espasmódica espera del final de los tiempos, que indujo incluso a suicidios
colectivos.
La
Revolución de Octubre
interrumpió bruscamente la gran vitalidad teológica del siglo anterior y de
comienzos del xx. Pero grandes filósofos y teólogos siguieron escribiendo y
actuando fuera de la tierra rusa, especialmente en París. Esta «fuga de
cerebros» a Francia contribuyó a dar a conocer el pensamiento teológico ruso en
amplios ambientes occidentales. Muchos de estos teólogos prófugos de la primera
y de la segunda generación encontraron un puesto de enseñanza en los dos
grandes centros de teología rusa: el Institut de Théologie Orthodoxe St. Serge
de París y St. Vladimir's Seminary de Nueva York, dos faros de indiscutible
valor de la teología rusa en Occidente.
Tras el hundimiento del comunismo y la libertad recuperada de la Iglesia, la teología rusa
volverá a actuar y a desarrollarse dentro de sus confines naturales con aquella
vitalidad que la caracterizó en el último siglo, a pesar de la tragedia del
comunismo
Nacho Padró
No hay comentarios:
Publicar un comentario