“Si, a través de la renuncia a los pequeños placeres,
Luego hay extensa felicidad,
Viendo la más grande de las felicidades
El hombre decidido debe abandonar los pequeños placeres”
NAGARJUNA, Ratnavali.
El presente texto pertenece a Nāgārjuna (150 - 250) que fue
un filósofo indio, fundador de la escuela Madhyamaka (camino medio) del budismo
mahāyāna. Probablemente es el pensador budista mahayana más influyente, tras el
propio Gautama Buddha. En concreto se trata del
Ratnavali (la
Preciosa Guirnalda) un
homenaje a todos los Budas y Bodhisattvas y que Nagarjuna escribió como
consejo para su amigo que era un rey que vivía una vida de grandes lujos, de
modo que él le sugirió como utilizar su situación y convertirla en el camino
del Dharma. Este fragmento corresponde al poema 375, en el que se explica que
es justo esforzarse para ganar la gran beatitud y no es justo estar apegado a
pequeños placeres, pues en el porvenir la felicidad es grande.
Dentro de la idea del Dharma, se plantea que si los pequeños
placeres de nuestro goce fueran verdaderamente placenteros y satisfactorios por
si mismos, el uso continuado de ellos no haría más que acrecentarlos, pero eso
contradice nuestra experiencia, porque cuanto más prolongamos e intensificamos
nuestra relación con esos placeres más patente resulta su incapacidad para
ofrecer lo que buscamos en ellos. Esto se pone de manifiesto cada vez que en
nuestras vidas se produce un cambio de fortuna. Cuando la situación que vivimos
es favorable y positiva, crece en nosotros un sentimiento de gozo y
satisfacción. Los pequeños placeres nos muestran su mejor rostro. Pero a medida
que pasa el tiempo se vuelven monótonos, incapaces de producir el placer que
encontrábamos en ellos en un primer momento, hasta el punto que se vuelven
detestables, y crece en nosotros el deseo de deshacernos de ellos y es ahí
donde se ha de dar la voluntad del hombre decidido, como nos dice el texto.
Esta obsesión por los pequeños placeres resulta nefasta porque limita nuestra
visión de lo real, nos confina a una
visión distorsionada y limitada de la realidad Por tanto, mientras estemos en
posesión de estos pequeños placeres, no hay lugar para una genuina felicidad
Las experiencias de placer y alegría que experimentamos,
cuando las comparamos con los sufrimientos traen consigo un alivio, pero las
relaciones, las posesiones, las sensaciones placenteras, etc. que parecen
ofrecernos felicidad y disfrute, sólo poseen cualidades relativas. Si los
objetos de nuestro placer fueran verdaderamente placenteros y satisfactorios
por si mismos, el uso continuado de ellos no haría más que acrecentar nuestro
placer, pero eso contradice nuestra experiencia, porque cuanto más prolongamos
e intensificamos nuestra relación con esos objetos, más patente resulta su
incapacidad para ofrecer lo que buscamos en ellos.
Hemos detener en cuenta el contexto del poema, el narrador
le está dando consejos al rey para que aplique correctamente el Dharma y no se
deje llevar por la falsa felicidad que les da los sentidos (en el poema le va
citando cosas a las que debe abstenerse como serian la caza, las comidas
abundantes, los elefantes -sic- las mujeres... y los pequeños placeres) que
entorpecen el buen camino o alejan del camino del Dharma. En el fondo le está
justificando el camino del Dharma como válido al presentar una felicidad mayor
que la que le proporcionan los sentidos y aún reconociendo la dureza del camino
ya que le insinúa que debe ser decidido en la toma de decisión y seguimiento de
ese camino. Como dice Nagarjuna en su Guirnalda de joyas: ”Después de
analizar en profundidad todas las acciones del cuerpo, el habla y la mente,
quienes perciben cuales son beneficiosas para él y los demás y siempre las ponen
en practica, son sabios”
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