domingo, 23 de diciembre de 2012

La naturaleza de la mortalidad y la impermanencia en el Budismo



“Donde uno vaya,
No hay lugar que la muerte no alcance
Ni en el espacio, ni en el océano,
Ni en el más recóndito escondite de montaña”.

“Para aquellos condenados a muerte
Cada paso que dan
Le acerca a su ejecución.
La vida humana es similar”.

Las tres existencias son transitorias como nubes de otoño.
El nacimiento y muerte de los seres es como contemplar una obra teatral.
La vida de los seres pasa como un relámpago en el cielo
Tan rápido como el agua que cae desde lo alto de una montaña empinada”.

“La tierra, el Monte Meru y los océanos
Serán consumidos por los siete soles incandescentes.
Cuando ni siquiera sus restos permanecerán
¿Qué necesidad cabe de hablar del frágil cuerpo humano”.

“Puede que uno acumule comida para cien años,
Pero después de la muerte uno pasa hambre.
Puede que uno posea vestidos para cien años,
Pero después de la muerte uno viaja desnudo”.
GESHE THUBTEN LODEN (1993)

Desde el principio de los tiempos el ser humano luchó contra la idea de la muerte, brujería, religiones, incluso la medicina fueron territorios en donde se combatía o por lo menos, se postergaba la muerte; el hombre notaba la proximidad de su fin y actuaba en consecuencia según su momento histórico cultural.  Así, por ejemplo, en las diversas tradiciones de la sabiduría oriental hay una concepción y aceptación más abierta del morir: en el hinduismo, el taoismo y particularmente en el budismo, la muerte es concebida como un tránsito, como un cambio de ropaje del cuerpo hacia otras “vidas”.
Pero el ser humano ha sido consciente que no hay escape posible a la gran cuestión que es la muerte, foco de miedos y traumas que todas las religiones intentan responder de forma incompleta. Hagas lo que hagas y allá a donde vayas no se puede uno librar de esa condición humana que es la muerte (“No hay lugar donde la muerte no alcance”), siendo la vida breve (“rápida como el relámpago del cielo”) y transitoria, casi sin valor en si misma, pues hasta las altas montañas o aquello que nos parece imperecedero acabará por sucumbir y además no sabemos cuando nos sucederá, lo cual aporta más miedo e incertidumbre y sobretodo, ligándolo con la concepción budista, con sufrimiento, siendo así la muerte uno de las causas de sufrimiento en vida.
Contrastada con la visión de la muerte occidental, la aproximación Budista a la muerte en la que no es nada diferente a la vida, no es mas tenebrosa. Por supuesto que en un nivel individual tenemos mucho miedo y esperanza de eterniudad, pero el acercamiento budista en si mismo es bastante apacible, muy ecuánime en comparación, tanto respecto a la vida como a la muerte, pues desde el punto de vista budista, cada ser vivo tiene una continuidad  que pasa por innumerables vidas, y continuará renaciendo una y otra vez. La contemplación y la meditación sobre la muerte y la impermanencia son consideradas como muy importantes en el budismo, donde el mismo Buda, según la leyenda, se enfrenta a la muerte en su primera toma de conciencia de la realidad: de los tres personajes que explica de la vida de Sidharta Gautama que se encuentra al salir de palacio, uno es un cadaver Otra muestra de la importancia es la existencia en el budismo tibetano de un importante libro como es el “Libro de la Vida y la Muerte” de S. Rimpoché. Así, la muerte y el dolor son los grandes problemas que quiere resolver el budismo. Y en ambos casos, la solución que aporta es la supresión del deseo.
Cuando Buda impartió sus primeras enseñanzas e hizo girar por primera vez la rueda del Dharma, habló de las Cuatro Nobles Verdades. La primera de ellas es la verdad del sufrimiento, que tiene cuatro atributos, de los cuales, el más importante es el de la impermanencia. Es decir: nada permanece para siempre. En el budismo se medita sobre la muerte, no con la finalidad de eludirla, sino de acabar con los pensamientos negativos, preocupaciones y miedos que la idea de la muerte nos causa. Por ello conviene meditar sobre la muerte que para el budista es muy valioso y muy importante por razones lógicas. Si nos dirigimos a algún lugar, será mejor que sepamos el camino correcto, porque, de lo contrario, nos arriesgamos a perdernos y, por ello, a sentir miedo; pero si sabemos bien la dirección a seguir, caminaremos con confianza hacia nuestro destino. Lo mismo ocurre con el proceso de la muerte. La ventaja de conocer este proceso es que, al no sentirnos asustados, incluso estando inconscientes, podemos seguir su transcurso de una forma más natural. El origen del sufrimiento de nacer y morir está en los engaños y el karma contaminado, según la manera de pensar budista. En nuestra situación actual, no tenemos control ni independencia alguna sobre nuestra vida porque estamos bajo el control de estos factores contaminados, y este estado de cosas no sólo afecta a nuestra vida, sino también a nuestra muerte. No se puede pensar en posponer la preparación para la muerte. Hay que actuar ahora mismo porque, en cualquier momento, nos puede sobrevenir
Lo sorprendente del texto radica en la afirmación que se da de la situación de la muerte, donde sucede lo contrario de lo que en vida has realizado (una posible referencia al karma como acción consecutiva de la vida realizada) aunque esto plantea  la inutilidad de las acciones de preparación a la muerte pues nada es a lo que esperamos y apunta al desconocimiento de fondo del concepto de la muerte (tu te preparas para una cosa y acabas sufriendo lo que más temes a pesar de tu preparación).

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