En la probable versión
de Jesús se trataba de un propietario de una viña que habitaba en el extranjero
y se veía obligado a tratar con los viñadores por intermedio de sus servidores.
El fracaso de estos le obliga a enviar a su propio hijo. En su forma más
antigua esta parábola parecería estar centrada en la muerte del Hijo. Con ella
Jesús parece que expresó la certeza de su íntima relación con el Padre y el
presentimiento de su trágico final. Puede que este cuadro está tomado de la
situación económica de la época y se ha de interpretar desde esa perspectiva,
pues sino cuesta de entender en la actualización del texto, hay que hacer una
lectura de contexto histórico: el país estaba dividido en gigantescos
latifundios cuyos propietarios eran en gran parte extranjeros. Los campesinos
galileos y judeos que arrendaban esas tierras se dejaban influir por la
propaganda de los zelotes y alimentaban un odio muy vivo para con el
propietario. El asesinato del heredero es una manera de entrar en posesión de
la tierra, puesto que el derecho concedía a los primeros ocupantes una tierra
vacante. Pero los viñadores se equivocan: el propietario vendrá a tomar
posesión personalmente de su tierra antes que quede vacante y se la confiará a
otros. A pesar de ello, el autor de la parábola no parece estár pensando en una
situación real producida, sino en una realidad religiosa: el envío de los
profetas al pueblo de Israel y el envío, finalmente, del Hijo. En la
perspectiva de Jesús la parábola miraba más bien al juicio de Dios sobre
Israel. «La parábola, pues, en su sentido
originario no pretendía directamente ni un anuncio de la muerte del Hijo, ni
una revelación a su dignidad divina, ni, mucho menos, dejar entrever la
realidad de su resurrección. Con ella se expresaba sencillamente el juicio de
una actitud crecientemente hostil de los dirigentes de Israel para con Dios; se
negaban a dar a Dios lo que le correspondía al oponerse a los diversos
mensajeros enviados, incluso al último, expresión máxima de la predilección de
Dios. En esta actitud se estaba jugando su destino futuro» (J. CABA, El
Jesús de los Evangelios, BAC, Madrid 1971, 290s).
Si realizamos una
comparación entre los sinópticos sobre la forma de presentarlo, nos encontramos
con que la alegoría toma ligeros cambios:
En Mateo nos encontramos que sigue a la parábola de «los
dos hijos» y precede a la de la “gran cena”. En éstas Jesús trata de justificar
su actitud de predicar la
Buena Nueva a los pecadores. La de los viñadores marca una
progresión ascendente, con una acusación grave contra los dirigentes religiosos
de Israel, y tiene una mayor amplitud: en aquéllas la oposición era entre
justos y pecadores, en ésta entre Israel y otro pueblo. Mateo, sin embargo, ha
hecho de la parábola una alegoría, en la que la viña es Israel (Is 5, 1-7)
donde los viñadores serían los líderes del
pueblo. Se acerca en su cita más al texto hebreo (¿seguro?)
de Isaías por dirigirse
a un auditorio judío habituado al A.T: A ellos y a toda la descendencia de
Abrahán, les había sido encomendado el reino, pero no han dado los frutos en el
tiempo oportuno. Por eso, esta misión pasará a otro pueblo que sepa darlos.
Esta alegoría colocada en el centro de la sección, tiene una gran importancia
en el conjunto del evangelio. Al principio, la buena noticia se dirige sólo a
Israel (Mt 10,5-6), para comunicarle que ha llegado el momento de anunciar y
llevar la salvación a todas las naciones. Pero como el pueblo elegido rechaza
esta invitación, Jesús congregará en torno a sus doce discípulos un
"nuevo" Israel que de frutos y anuncie a todos los pueblos la
salvación. Mateo, en el fondo, transforma la parábola primitiva de Jesús (que
terminaba, probablemente, en el v. 39) en una alegoría destinada a explicar las
razones y las repercusiones de su muerte. Para ello Mateo liga el texto con el Sal 117/118, 22-23, recuerda así que la gloria
de Jesús pasa por el sufrimiento y la muerte. Hay que tener en cuenta que el Sal
117/118 era considerado, como mesiánico por la comunidad primitiva (Hech 4, 11; Mt 21, 9; 23, 39; Lc 13, 35; Jn 12, 13),
y eso permite, sin duda, dar a la mención del "Hijo" en el v. 37 el
significado mesiánico .
Marcos por su parte la
coloca en el grupo de “controversias” en Jerusalén durante la última semana de
su ministerio público. Cuando las relaciones de los dirigentes religiosos con
Jesús eran tan tensas que se presagiaba próxima su muerte. Mc presenta cada una
de las constataciones de Is 5,1s, seguramente para situar bien lo que sigue y
contraponer el amor de Dios al pueblo y el castigo que tuvo que infligirle. Al proponer esta parábola, Jesús se dirige a
los jefes del pueblo (Mc 11, 27) que gustaban precisamente de compararse con
los "viñadores". Su finalidad es hacerles comprender que han estado
por debajo de su misión y que su tierra será dada a otros, y, en particular, a
los pobres (cf. Mt 5, 5). Jesús ha explicado muchas veces en sus declaraciones
de alcance escatológico que la
Buena Nueva, a falta de ser comprendida por los jefes y los
notables, sería comunicada a los pequeños y a los pobres (Lc 14, 16-24; Mc 12,
41-44).
Lucas la sitúa en el contexto de Marcos; comienza «se puso (Jesús) a decir al pueblo esta parábola...»,
y en el v.19 menciona a «escribas y
fariseos». Lc da
menos relieve a la cita, diciendo sólo «plantó una viña y la arrendó a unos
labradores». Pero añade que el dueño marchó lejos «por mucho tiempo» (20,9).
Pretende con ello indicar que la parusía, en contra de lo que algunos pensaban,
tardará mucho tiempo en llegar. Lc,
que añadió en el v. 9 que el dueño de la viña «se ausentó por mucho
tiempo», con lo que pretende indicar que la Parusía no tendrá lugar tan pronto como algunos
pensaban, añade a la cita del Salmo. «Todo
el que caiga sobre esta piedra se destrozará, y aquel sobre quien ella caiga
quedará aplastado» (v.18). Termina con una intimación al seguimiento de
Cristo como único medio para la salvación. De acuerdo con la perspectiva
ascética del tercer evangelio.
Podemos considerar
a Jesús como elaborador de la parábola y
a la comunidad primitiva como la alegorizadora: la primitiva comunidad
cristiana no habría colocado al Hijo al nivel de los siervos (V. Taylor), sino
que lo habría destacado como el Hijo, el Señor, en quien creía (M. Hengel). Si
aquélla hubiese elaborado la parábola, junto a la muerte habría consignado la
resurrección, ausente en la parábola; «esta conclusión prohíbe ver, sin más ni
más, en la parábola una alegoría de la Iglesia primitiva, que hubiese sido puesta en
boca de Jesús; pues para la
Iglesia primitiva la resurrección de Jesús tuvo una
importancia tan central, que seguramente hubiera sido mencionada en el marco de
la narración» (J. Jeremías). Lo confirma el evangelio de Tomás, ausente de
alegorización, que dice: «Dijo: quizá
teman a mi hijo. Puesto que aquellos labradores sabían que él era el heredero
de la viña, lo prendieron y lo mataron. Quien tenga oídos que oiga». Y con
esto termina la parábola en el evangelio de Tomás.
Así pues la Iglesia primitiva
alegorizó rápidamente la parábola. En una primera etapa añadió las alusiones a
Is 5, 1-5 al v. 33; introdujo igualmente una alusión a 2 Cr 24, 20-22, con el
fin de extraer de la parábola el sentido de la historia de la viña-Israel, su
repulsa constante de los profetas, su repulsa del Mesías (sentido que hay que
dar al "Hijo" en el v. 6; cf.Sal 2, 7; Mc 1, 11; 9, 7), y finalmente
la atribución de las prerrogativas de sus jefes, los viñadores, a otros, los
apóstoles (y no ya los pobres, como en la versión de Jesús). Fue la comunidad
primitiva la que desplazó el tema del Reino al de la Persona de Jesús, y quien
ha introducido en la parábola de Jesús la fe en la exaltación de Jesús con este
texto, frecuentemente utilizado con ese sentido en la Iglesia primitiva (cf. Hech
4,11; Ef 2,20; 1Pe 2,7).
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