“Los
enemigos como el odio y el deseo, etc.
No tienen
brazos, ni piernas, etc.
No tienen
coraje ni inteligencia,
Sin
embargo, me han convertido en un esclavo.
Permaneciendo
dentro de mi mente
A sus
anchas, me dañan
Aguantar
esto sin rabia
1 Sântideva (trans Wallace, Vesna &
Wallace, Alan), A Guide to the Bodhisattva way of Life, Ithaca (NY):
Snow Lion Publications, 1997.
Sântideva (c. 685-763), uno de los grandes maestros indios
del budismo mahâyâna, escribió el Bodhicaryâvatâra
(Introducción al camino del bodhisattva) y el Siksâsamucchaya
(Compendio de los preceptos). Ambas obras revelan a un autor erudito preocupado
por igual por cuestiones doctrinales, rituales y morales, un poeta consumado y
un pensador original. La primera puede considerarse, junto con el Sutra
Corazón y el Sutra del Diamante, una de las obras más influyente
del budismo mahâyâna de la India. La segunda, también de importancia
capital, nunca logró la popularidad y el aprecio que obtuvo la primera.
El texto es parte del Bodhicaryâvatâra. Se trata de
un largo poema que describe el proceso de la iluminación desde el primer
pensamiento a la plena budeidad y sigue siendo estudiado por Mahayana y Vajrayana
budistas hoy. Una introducción y comentario de la Bodhicaryavatara por el 14 º Dalai Lama llama
"un rayo de luz en la oscuridad de
la noche", fue impreso en 1994. Un comentario sobre el capítulo Patience fue proporcionada por el Dalai
Lama en "La ira de sanación"
de 1997, y sus comentarios sobre el capítulo de la sabiduría se puede encontrar
en "La práctica de la Sabiduría", de
2004. También Gueshe Kelsang Gyatso publicó una traducción titulado "Guía para la obras del Bodhisatva"
en 2002.. Está compuesto por los capítulos
Capítulo I. Bondades del
pensamiento del despertar
Capítulo II. La confesión de los pecados
Capítulo III. Apropiación del pensamiento del despertar
Capítulo IV. Vigilancia sobre el pensamiento del despertar
Capítulo V. La guarda de la atención
Capítulo VI. La paciencia perfecta
Capítulo VII. La fortaleza perfecta
Capítulo VIII. La meditación perfect
Capítulo II. La confesión de los pecados
Capítulo III. Apropiación del pensamiento del despertar
Capítulo IV. Vigilancia sobre el pensamiento del despertar
Capítulo V. La guarda de la atención
Capítulo VI. La paciencia perfecta
Capítulo VII. La fortaleza perfecta
Capítulo VIII. La meditación perfect
Capítulo IX. El discernimiento
perfecto
Capítulo X. Dedicación y transferencia del mérito
Capítulo X. Dedicación y transferencia del mérito
El Bodhicharyavatara
tiene las secciones siguientes: los primeros tres capítulos son una explicación
de cómo una mente del despertar puede ejercitarse, los próximos tres explican
los métodos por los que mantiene a una mente del despertar y le impide
deteriorarse, donde posiblemente los textos a comentar pertenezcan a este grupo
y los tres capítulos que siguen tratan de como aumentar la Bodhicitta cuando se ha
engendrado. El capítulo final es una dedicación tradicional.
Al leer el texto enseguida nos vemos en el tema de que es
aquello que nos puede impedir percibir la realidad, que nos mantienen en la
ignorancia, encontrar la vacuidad y superar el sufrimiento. Cuando dirigimos la
atención hacia nuestra propia mente lo primero que observamos es un gran número
de sufrimientos diversos: sufrimos por la pérdida o alejamiento de alguien
querido, por la presencia de alguien odiado, por la posesión de objetos
preciosos, por la carencia de objetos deseados. Cada época de la vida conlleva
sufrimientos específicos que nos esclavizan al paralizarnos. Y según Shantideva,
una de las manifestaciones más comunes de esta ignorancia consiste en percibir
el mundo y a nosotros mismos según una óptica dualista: para comenzar nos
percibimos a nosotros mismos, a nuestro ego, como algo opuesto, separado y
distinto al mundo. Esta sensación profunda de estar escindido del mundo provoca
una gran angustia existencial, un sufrimiento profundo. Que se canaliza en el
deseo que tiene siempre como objeto algo que es considerado por el ego como
exterior a él mismo. A través de la
satisfacción de deseo, el ego trata de encontrar la felicidad propia.
Los seres creen que serán más felices satisfaciendo sus
deseos, pero estos actúan como una droga, pues al mismo tiempo que nos vamos
volviendo más adictos a ellos, la satisfacción que procuran es cada vez menor.
La energía del deseo, al no poder desembocar en la satisfacción del mismo, se
encabrita, se encrespa y se convierte en energía destructiva: la cólera. La
cólera inflamada se convierte en odio. El obstáculo encontrado por el deseo
puede ser tanto interno como (procedente del ego mismo) como externo
(procedente del mundo exterior). Por ello la cólera, el odio y la agresión se
manifiesta tanto hacia el exterior
(otras personas) como hacia el exterior (uno mismo). A partir de aquí aparece
toda una vasta panoplia de estados caracterizados por la experiencia de
innumerables sufrimientos. El deseo, el
odio, la ignorancia son enemigos sin manos y sin pies. No son tan valientes ni
tan inteligentes, ¿cómo he podio convertirme en su esclavo?. Al ser parte
del ego, de la mente, no los podemos focalizar de forma física. Se poseen en el interior y ahí se atrincheran,
como muy simbólicamente expresa el texto, esclavizan a la persona anulando su
libertad. No se puede uno quedarse estático ante esa situación, más en el
momento en el que la conciencia se
percata de ello (Aguantar eso, No es
correcto, y es vergonzoso de mi). Aunque hay un detalle de este interesante
texto que me choca bastante: en el momento que me produce vergüenza, hay un
nuevo sufrimiento que aparece y que me puede esclaviza aún más loqueándome e
impidiéndome reaccionar, pues entiendo la vergüenza como aquello que hace
esconderme, huir, escapar de lo que me revela la situación. Se ha de tener una
gran fuerza de espíritu para superar todas esos bloqueos y superarte, nada
fácil y que implica un fuerte esfuerzo y un valeroso acto de superación de ahí
que se comprende que el capítulo VII del Bodhicharyavatara
sea la fortaleza perfecta. Algo hay que hacer y supongo que ahí vendrán los
siguientes capítulos.
Ignacio Padró
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