El
confucianismo ha estado desde siempre ligado a la política. Y no sólo en la propia China, los países
vecinos de China que recibieron el mayor impacto cultural fueron Corea, Japón y
Vietnam. Estos países adaptaron el sistema chino de escritura y con él su
tradición cultural, aceptando así sus ideas y valores, sobre todo, los aspectos
sociales y políticos. Ya se ha visto en los apuntes que el conseguir una plaza
de funcionario en la antigüedad requería el conocimiento amplio del
confucianismo, pero en la actualidad tenemos varios ejemplos de cómo impregna
el confucianismo en la política: la nueva república china redactó un borrador
de constitución en 1913 que defendía el confucianismo como base del cultivo
moral y de la educación, en Taiwán y Corea encontramos grupos que defienden las
enseñanzas confucianas y el retorno a los “valores tradicionales”, aunque
parece que en la actualidad, las enseñanzas de los principios confucianos
quedan reducidas al campo de lo privado y la vida familiar. Singapur cuenta con un programa sistemático
de ética confuciana en las escuelas promovido por el gobierno durante la década
de 1980. Los principios cardinales de este programa muestran el énfasis
confuciano en la armonía y el trabajo en beneficio del grupo enfocándose en el
país, lo que a mi ver puede llegar a anular al individuo pues se enseña la
importancia de tomar en consideración antes la comunidad que él mismo,
confirman a la familia como unidad básica de la sociedad y ponen el acento en
la necesidad de la tolerancia y la armonía en una sociedad religiosamente y
étnicamente diversa.
Nacho Padró
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