Aquí
aparece un tema más conflictivo. Movimientos como el Cuatro de Mayo o la Nueva
Cultura Feminista del siglo XX acusaron al confucianismo de patriarcal.
Estudiosas del papel de la mujer en las culturas asiáticas como Vivian-Lee
Nytray sostienen que las sociedades o culturas locales en las que se puede
discernir la tradición confuciana canónica, las ideologías confucianas que se
han generado son productos de subjetividades masculinas y machistas, y por
tanto, ni son objetivas ni contemplan al ser humano en un sentido lo bastante
amplio, las actitudes y comportamientos que reflejan la literatura canónica
confuciana presentan a la mujer en una posición abiertamente subordinada al
hombre. En cambio autoras como Veronica Walker no encuentran una misoginia tan
marcada al considerar que Confucio no era misógino ,como
algunos autores (Ranjoo Seodu Herr -2003) sugieren. Ni que tampoco se perciben
de sus Analectas una precursión de las teorías éticas feministas del
cuidado (Feminist Ethic Care Theory)
como indica Chenyang (1994).
Confucio no haría más que repetir el eco de los ancestros, y orquestar el mundo
tal y como había sido hasta entonces. Esto no evitaría
reproducir la desigualdad de género pues, en
la actualidad, las culturas herederas del confucianismo como la China,
la Coreana, la Japonesa o la de Singapur, padecen de una desigualdad enquistada
en la raíz de la cultura que produce situaciones como el aborto sistemático de niñas en China, o la ley sálica en el trono del
crisantemo. La mujer ha sido subyugada y ya no sólo debe obediencia al marido o al padre, sino a todos los
elementos masculinos de la familia carnal y política. Por lo que nos
encontramos con un problema típico, al coger fuera de contexto situaciones de
la antigüedad que tenían otros pensamientos y códigos sociales que difícilmente
se pueden asimilar a los tiempos modernos
Nacho Padró
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