He leído con curiosidad y asombro la estructura
“cósmica” del cielo daoista, sin quedarme muy claro las causas originales de
esas creencias. Veo un cielo administrativo plagado de seres con potencial
divino. Son muy numerosos y eso facilita que cada adepto pueda tener el suyo o
los suyos propios, tienes para escoger, como en una religión panteista; el
daoísmo, en algunos puntos, se asemejaría así no poco al espiritismo, pues así
como el médium espiritualista está en relación con uno o varios espíritus que
lo guían y «controlan», así también el adepto daoísta, tiene sus dioses
particulares que le ayudan por lo menos al principio de su caminar por el
mundo. Estos dioses parece que forman una vasta jerarquía, desde los pequeños
inmortales, aún muy próximos a los hombres, hasta los dioses supremos; los
adeptos van progresando lentamente, grado tras grado, logrando, a medida que
avanzan, entrar en relación con dioses cada vez más altos. Los ven, hablan con
ellos y aprenden sus nombres, títulos, origen, funciones actuales y antiguas,
lugar donde residen, etc, todo muy burocrático. Queda así constituido un
inmenso panteón, a un tiempo confuso (porque es difícil clasificar todas esas
divinidades de origen dispar) y preciso (porque sobre todas y cada una abundan
los detalles exactos, gracias a quienes las conocen íntimamente). He leído que
a partir del siglo VI era ya casi imposible aclararse, y T'ao Hung-ching, uno de los grandes
taoístas de entonces, trató en vano de reducir a un esquema ordenado todos esos
dioses. Aun con la ayuda de las divinidades a las que consultaba, no llegó a
evitar un sinnúmero de confusiones, duplicaciones y omisiones. ¿Quiénes
eran esos "dioses" con los que los adeptos taoístas querían entrar en
comunicación directa? Pues parece que , dispensadores de bienes muy concretos
como la salud, la lluvia y el calor en tiempo oportuno, las buenas cosechas, la
prosperidad familiar… vamos que unas influencias muy ligadas a la naturaleza y
lo cotidiano. ¿Qué podían pedir, en orden a la propia salvación, al Conde del
viento (Fêng-Po) o al Señor de la lluvia (YüShih) o incluso, por
no citar sino los dioses más importantes, al Conde del río (Ho-Po) o a
los dioses de los picos y de los mares, que en definitiva eran sólo divinidades
locales cuya competencia se ceñía estrictamente a los sucesos acaecidos en sus
territorios? El dios del suelo era una deidad hostil, que guardaba encarceladas
las almas de los muertos en sus prisiones terrestres (ti-yü ) y hasta
las devoraba. Unicamente habría valido la pena dirigirse al Señor de lo alto (Shang-ti),
pero a juicio de los daoístas desempeñaba un papel bien reducido, ya que el
verdadero rector del mundo no era él, sino el Dao impersonal y desconocido, del
que el mundo ha salido por transformación. Así noto esa tendencia típica de los
panteísmos a tener muchos dioses pero siempre reidos por uno superior. De
hecho, los grandes místicos de los siglos IV y III a.C., Lao-Tse y Chuang-tse, tenían el Dao por meta de sus fervores y encontraban
precisamente en su impersonalidad motivos de exaltación mística. No obstante,
ya en la antigüedad, Ch'ü Yüan,
contemporáneo de Chuang-tse, intentará
buscar la unión en el cielo, en los dominios del señor de lo alto; y es muy
difícil saber si no se trata más de una alegoría poética o si, como los harían
los taoístas de los siglos siguientes, Ch'ü Yüan no estaba ya personalizando al Dao mismo. Lo que sería
interesante es hacer un estudio sobre las influencias artísticas que ha
provocado esta cosmología.
Nacho Padró
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