Para no alterar el equilibrio armónico que representa el
Dao es imprescindible la no-acción (wuwei),
la no interferencia en el devenir de las cosas para seguir de acuerdo con el
ciclo natural que deriva de la interpenetración de contrarios. El wuwei se entiende no como una
impasibilidad ante los acontecimientos sino como una sumisión a los mismos:
dado que existe el movimiento, dado que todos los seres se transforman
(XXXVII), la opción del sabio pasa por la observación y la contemplación; un
actuar de manera connatural a los seres (un no-actuar) para adaptarse sin
sufrir daño (XLVII). Es aquí cuando surge uno de los principios básicos de la
corriente daoísta: la quietud (XXVI). La
quietud se entiende como la no-intervención en el transcurso de los cambios, el
sabio se limita a contemplar, a observar y por consiguiente a no actuar, a no
intervenir (III). Si por el contrario se optara por la intervención, las
consecuencias serían lamentables (LXIV) porque se estaría alterando la esencia
de la unidad del dao (XLV). Si no se deja avanzar el camino del dao, entonces
es imposible el retorno (XL), ya que “las cosas [no podrían] volver al dao” (XXIV)
y “todo lo que se aleja del Dao, se pierde” (XXV). Una imagen recurrente del Daodejing para explicar este concepto es
el agua: igual que el agua basándose en su debilidad se hace fuerte. El agua
beneficia a todo sin competir, ocupando los lugares que la multitud desprecia.
(VIII). “Bajo el Cielo” nada supera al agua en flexibilidad y debilidad, pero
atacando a la rígida dureza nada como ella puede vencer (LXXVIII), como ella
que sigue el terreno sin dejar de avanzar, del texto se desprende que más vale
adaptarse al curso del mundo; el texto también exalta lo humilde y lo inferior
con la imagen del agua que siempre se mueve al lugar más bajo y sin embargo
puede desgastar pacientemente cualquier piedra. Este no intervencionismo también es aplicable
al plano social. El Daodejing admite
una clara lectura política: hay que evitar establecer reglas y prohibiciones
porque son una fuente de conflictos y desorden en la medida en que contravienen
la regulación natural. Cuantas más leyes se proclamen, más infractores habrá.
Enseña de este modo que conviene que las cosas pasen por sí mismas y que
debemos limitarnos a seguir su curso y a unirnos a esta inmanencia, ideas que
encontrarán una buena aceptación desde el punto de vista budista. Practicar la
no-acción, y así nada queda sin regir (III): El pueblo sin mandato (forzado) es
ecuánime por sí mismo (XXXII), esto es la Evidencia Sutil: flexibilidad y
delicadeza vencen a rigidez y dureza (XXXVI). Es el gobierno de la no-acción:
prohibiciones, instrumentos de lucro, revueltas… conllevan el alejamiento del camino
(XXXIX, LVII, LXXIV, LXXV)
Nacho Padró
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