Dependerá del concepto que tengamos de creyente y
como el creyente en sí se quiera enfrentar a la postmodernidad o entrada de
nuevos valores, principios y maneras de enfocar el hecho religiosos.
Personalmente creo que la categorización de las
personas en creyentes o no creyentes, es algo artificial. ¿quién no es creyente
de algo? Incluso de la no existencia de Dios o entes energéticos superiores.
Como humanos tenemos la necesidad de creer en algo, el problema como siempre es
en qué y como. Y ante la sensación de cambio y hundimientos de viejos
paradigmas, nos encontramos solos ante nosotros mismos para encontrar una
solución, algo perdidos en la maraña de alternativas. Pero esa necesidad de
creer nos empuja a aferrarnos a algo: hay quien se lanza a los desconocido, hay
quien abraza firmemente lo conocido y
otros hacen mezcolanza de lo interesante. Yo si tuviera que hacer un símil (más que el camello, león y niño de Nietzsche,
o el chamán, sabio y sacerdote) haría el Titánic: ante un barco insumergible
como son los dogmas y creencias conocidas, que parece que se va a pique, unos
se encierran en el camarote queriendo ignorarlo todo (“el barco es
insumergible”), otros se lanzan de cabeza a los botes (incluso haciendo trampas
o empujando a mujeres y niños) aferrados al miedo que produce el hundimiento,
algunos buscan en la profundidad aquello que los coloca por encima de la
situación (la orquesta del Titánic), otros fijos en su misión aún con los
fallos que puedan tener (el capitán) y otros buscando la solución –las
respuestas- sin abandonarse como serían los miembros de la tripulación,. (nota:
con el símil no quiero indicar que la religión se va a pique, pero esa puede
ser la impresión de muchos como demuestra el escepticismo actual ante el hecho
religioso).
Nacho Padró
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