Publicado por Bernardo Ortín
Versiones o reencuadres del mundo
Necesitamos la facultad creativa de imaginar lo que conocemos.
(Percy Bysshe Shelley, En defensa de la poesía)
Acudimos al teatro, o al cine, leemos relatos y poesía para comprobar si la versión de la vida que nos aporta la obra da respuesta a la experiencia que en ese momento tenemos del mundo. Esta es la función esencial del arquetipo. El sufrimiento psíquico suele producirse por un desencuentro entre lo que experimentamos en la vida y el relato que somos capaces de dar a esa experiencia. Y en el límite de esto, cuando no encontramos palabras para expresar lo que sentimos.
A continuación, presentamos una serie de propuestas que tienen como objetivo releer la realidad de un modo que permitan obtener una mejor versión de la existencia y la narración de una vida digna de ser vivida. No están necesariamente vinculadas al optimismo inflexible y militante que, si se intensifica acaba siendo banal, sino a la búsqueda de interpretaciones más profundas que nos recuerdan que la inquietud que nos invade en ciertas situaciones también es una señal de alarma que indica que lo que amamos en la vida está en riesgo. Por tanto, la desazón tiene una vía de amor a la existencia.
Hay que decir que la relectura de la dificultad no apunta necesariamente a su solución. Lo que persigue es que el anfitrión experimente el problema conectado con el mejor estado posible para encarar su aprendizaje.
En este sentido, se le puede decir a un niño travieso que valoramos el gran esfuerzo que hace para que sus padres se pongan de acuerdo como pareja. En realidad, él es el que más contribuye a que permanezcan unidos aunque sea para estar en contra de su comportamiento.
Se puede interpretar la discusión frecuente en pareja como señal del compromiso y la vitalidad con que luchan para encontrar la distancia óptima entre ellos.
La timidez puede entenderse como una versión de la capacidad intuitiva del sujeto. Como alguien que prevé con rapidez las consecuencias de un desliz en el comportamiento. La vergüenza también indica un alto grado de responsabilidad ante las cosas que se quieren aprender y ejecutar. El egoísmo tiene la función de recordarnos que debemos ocuparnos de nosotros mismos. Y la tristeza puede ser entendida como la necesidad de tener un alto en el camino para descansar.
Un relato para afrontar el temor a la soledad:
Todo lo que hice en soledad
Todas las cosas importantes de mi vida las he hecho solo. En soledad exploré los primeros espacios ajenos al cuerpo de mi madre y después de mi padre. Visité los rincones de la casa, viajé al cuarto de los trastos viejos, me adentré en la penumbra del despacho de mi padre y revolví los objetos de los cajones enigmáticos y atractivos, me enfrasqué en los tesoros de sus armarios.
En mis primeros días de escuela me acompañaron hasta la puerta y desde ese linde me presenté solo. De aquello recuerdo luz amarilla de atardecer y voces de niños.
En soledad deambulé por las calles de mi barrio y me conquisté a mis compañeros de juego.
En soledad he experimentado la proximidad de la amistad y desde mi soledad compartí sensaciones, experiencias y después ideas, muchas veces secretas.
En soledad he disfrutado de la lectura, de la pintura, del cine y de los mundos que me proponían. He obtenido satisfacción en espacios abiertos y poblados de naturaleza y en lugares cerrados y protegidos como cuevas.
Me he enfrascado y ensimismado en cosas que han sostenido mi atención de tal modo que el paso de las horas me ha parecido un instante y únicamente pude hacerlo cuando estaba solo.
He mirado las estrellas, he conocido, analizado y clasificado rocas, he sentido múltiples texturas de madera, tela y piedra.
Intuí la totalidad del mundo en algún instante de mi vida y lo hice fuertemente protegido por mi soledad.
En mi más profunda soledad he comprendido lo importante, lo que ilumina la conciencia durante años, he medido la distancia entre el amor y el odio, he comprendido lo secundario como algo esencial, he oído cómo las palabras vacían su propio contenido en lugares inaccesibles en los que no se reencuentran jamás. He aprendido a apreciar la bondad y a desconfiar de ella. He visto cómo el favor pasa factura, cómo el amor es a veces, pacto de lealtad que compromete la libertad, desconfié en solitario de algunos alegres y optimistas y me fijé con agrado en otros más antipáticos, serios y duros.
Y he estado tantas veces solo disfrutando del silencio y últimamente de mi respiración, cuyo sonido es capaz de hacerme olvidar todo lo que sé.
En soledad he emprendido viajes, he llegado a lugares que me han emocionado profundamente.
Algunas personas han amado mi soledad, se enamoraron de mi modo de expresarla. Esas personas se encontraron bien acogidas por mi soledad, bien envueltas y defendidas. Protegidas por el calor de sus paredes, mi soledad dio seguridad a las suyas y yo las he amado desde la distancia mínima, con más fuerza de la que me creía capaz.
Me presenté solo ante mi hija, en una primera vez que marcó las siguientes. Hazaña a la que ella contestó con una sonrisa que me atrapó en lo importante.
Asistí al nacimiento de nuevas ideas en mi mente desde mi soledad. Exploré el territorio de la tristeza, de la decepción y del dolor solo, también me alegré y disfruté de muchos placeres.
Ocupé mi lugar en el mundo, un lugar único, y comprendí poco a poco ese lugar después de haber ejercitado mucho tiempo mi soledad y he escrito esto disfrutando desde mi solitaria terraza.
Como se puede intuir, estas propuestas no son recetas fijas para repetir en cualquier situación, sino ejemplos de cómo se puede reestructurar la experiencia humana para convertir los aparentes enemigos que nos hacen sufrir en aliados que nos ayuden a afrontar los conflictos de nuestra existencia.
Elegir un buen reencuadre depende de varias cosas.
Por un lado, es importante saber cómo construye nuestro interlocutor sus dificultades lingüísticamente. En qué tipo de contradicciones suele incurrir cuando su mente emocional, exploratoria y racional entran en conflicto. Qué trampas se tiende a sí mismo mediante una ordenación inadecuada del discurso.
Por otro lado, hay que atender a la calidad del vínculo que podamos establecer con él.
Por último, es interesante conocer el contexto en el que vive y el impacto que le producen las experiencias vividos en él. Así como el lugar psicogenealógico que le otorgó su clan de procedencia.
La palabra y sus imágenes
Entiendo lo que me dices, pero no lo veo claro.
(Oído por ahí)
La palabra se instala como aprendizaje recordable cuando se une a la representación imaginaria del objeto que nombra. Cada texto responde a una imagen mental que lo encuadra y sin ella, la palabra no tendría sentido. Incluso cuando nos dicen una palabra cuyo significado no conocemos, la mente intenta generar imágenes que la representen. La vida, para ser experimentada, debe primero ser imaginada[1].
Un ejemplo de lo que estamos diciendo fue comprobar que la alta tasa de suicidios existente en Taití respondía a que no podían encuadrar imaginariamente el sentimiento de «pena», No tenían referencia imaginaria para esta emoción. De modo que al experimentarla no podían procesarla[2]. Todo lo que sabemos está instalado en nuestra imaginación. El aprendizaje se produce de ese modo: el niño percibe la realidad con los sentidos, pregunta a los adultos qué es lo que ve, oye o siente y cuando le dan la palabra, que define el objeto, en principio la acepta y archiva en su mente la imagen junto a la palabra. Y esta es la operación usual, excepto cuando no ocurre así, porque a veces el niño no acepta la palabra que le damos porque percibe que nosotros tenemos cierta dificultad con ella. Pero eso es otra historia que ya abordaremos.
En este sentido, la lingüística clasifica el lenguaje en torno a dos estructuras[3]. La estructura superficial se refiere al mensaje al que nos referimos. La profunda hace referencia a la imaginación que da soporte al texto. la imagen de la realidad funciona como soporte previo a la palaba y encuadra las opiniones e incluso las posturas ideológicas que tenemos acerca del tema[4]. Para que un encuadre haga su función en el cerebro hay que repetirlo muchas veces. De este modo se integra en la percepción imaginaria y se fija en la memoria emocional.
De aquí se derivan algunas maniobras imaginarias que pueden hacerse para instalar nuevas creencias. Un ejemplo de ello consiste en identificar una nación con una persona. En este sentido, el discurso de Bush en la guerra de Irak no se refería a vencer la guerra contra Irak sino a parar a Sadam Hussein. De este modo se podía evitar en el oyente las imágenes de los bombardeos de miles de inocentes iraquíes hasta sembrar de muertos el país. Se trataba solamente de parar a una sola persona.
Cuando un encuadre no encaja con los hechos, lo que prevalece es el encuadre y el resultado final suele ser ignorar los hechos. Si las teorías no coinciden con los datos, peor para los datos.
En consecuencia, lo importante en la comunicación es afectar al encuadre del oyente, más que esforzarse en formalizar la lógica y verosimilitud de nuestro argumento. Además, hay que tener en cuenta que estas imágenes de referencia están relacionadas con las necesidades básicas del ser humano[5]. Y en este sentido, es esencial el empleo de los relatos.
Por ejemplo, muchas creencias tienen relación con la necesidad de cooperar. Para ello se requieren ficciones útiles que unan a las comunidades humanas. Historias que generen coaliciones estables que compartan cosas y se defiendan. El relato del hombre del saco, por ejemplo, puede servir para activar los mecanismos de protección grupal de la tribu. También de aquí arranca la necesidad de tener mitos religiosos comunes. Es la intención primigenia del chismorreo, que sirve para lo mismo.
El cambio de marco es cambio de percepción de la realidad y, por tanto, cambio social. Los marcos de referencia no pueden verse ni oírse, forman parte del inconsciente cognitivo. Estructuras mentales a las que no podemos acceder conscientemente. Es lo que denominamos sentido común. Cuando escuchamos una palabra se activa en nuestra mente el marco que la encuadra. El equipo de marketing político de George Bush logró unir a su nombre como candidato al marco imaginario: Alivio fiscal[6]. De modo que cada vez que sonaba su nombre en la campaña a elecciones presidenciales, el público rescataba en su mente la imagen de suavización de los impuestos.
Cuando la palabra se convierte en discurso sustituye a la acción y amputa su fuerza.
(Jesús Ibáñez[7])
El mejor mensaje para ti, tiene que ver con la palabra que coincide con tu visión del mundo, pensamiento sistémico o conciencia ecológica. Las improntas sensoriales o encuadres de referencia son más importantes que los asuntos concretos como la educación, la sanidad o el terrorismo porque estos valores son los que nos mantienen unidos. La palabra «símbolo» (sin ballein) hace referencia a reunir lo que estaba separado. Y es un término antónimo de la palabra «diablo» (dia ballein), que se refiere a fragmentar lo que estaba unido. La satisfacción parece más próxima a la percepción conectada de los elementos de la realidad.
Las imágenes que tenemos sobre los objetos sobreviven a los objetos. La imagen del río precede a la visión del río concreto. La dualidad está entre la realidad visible y la imaginada como los símbolos, los conceptos y los arquetipos.
En síntesis, la comunicación debe tener como su objetivo más alto instalar imágenes de referencia en nuestro oyente.
Un día, mientras efectuaban actividades de adiestramiento, unos astronautas se encontraron con un anciano americano nativo. El hombre les preguntó qué hacían allí, le contestaron que formaban parte de una expedición de investigación que muy pronto viajaría para explorar la Luna. Cuando el anciano oyó esto, quedó en silencio por unos momentos, y después pidió a los astronautas si le podrían hacer un favor.
—¿Qué quiere usted?— le preguntaron.
—Bueno —dijo el anciano—, la gente de mi tribu cree que en la Luna viven espíritus sagrados. Me preguntaba si ustedes les podrían transmitir un mensaje importante para ellos de parte de mi pueblo.
—¿Cuál es el mensaje? —preguntaron los astronautas—.
El hombre pronunció algo en su lenguaje tribal, y después les pidió a los astronautas que lo repitieran una y otra vez hasta que lo memorizaron correctamente.
—¿Qué significa? —preguntaron los astronautas.
—¡Oh! No puedo decírselo. Es un secreto que solo nuestra tribu y los espíritus de la Luna pueden conocer.
Cuando volvieron a su base, los astronautas buscaron y buscaron hasta que encontraron a alguien que podía hablar su idioma y le pidieron que tradujera el mensaje secreto. Al repetir lo que habían aprendido de memoria, el traductor empezó a reírse ruidosamente. Tras calmarse, los astronautas le preguntaron qué quería decir. El hombre les explicó que la frase que habían aprendido de memoria con tanto cuidado decía: «No os creáis ni una palabra de lo que esta gente os diga. Han venido para robaros vuestras tierras».
(Yuval Harari[8])
Notas
[1] Bernardo Ortín. (2018): La vida es imaginada. Sevilla: Jot Down.
[2] Georges Lakoff. (2007): No piense en un elefante. Madrid: Edit. Complutense. Págs. 47-48.
[3] Noam Chomsky (1965): Aspectos de la teoría de la sintaxis. Barcelona: Gedisa.
[4] Yuval Noah Harari. Sapiens. De animales a dioses. Breve historia de la Humanidad. Barcelona: Debate. Pág. 56.
[5] Consultar la obra de Jean Liedloff: El concepto del Continuum: En busca del bienestar perdido (2016). Ob stare.
[6] Lakoff. Op. Cit. Pág. 24.
[7] Jesús Ibáñez, en: Más allá de la sociología. Madrid: Siglo XXI.
[8] Yuval Noah Harari. Op. Cit. Págs. 315 y 316
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