Uno de los cronistas más conocidos (y más versados en su momento) sobre la superstición, lo desconocido, lo extraño, fue el doctor Alphonsus Joseph–Mary Augustus Montague Summers(1880–1948), la máxima autoridad inglesa en torno al amplio mundo de “lo oculto”. Realizó numerosos estudios sobre todos los aspectos sobrenaturales.
Generoso, extremadamente inteligente, misterioso, sonriente y amable (aunque marcadamente intolerante en los debates académicos), su excentricidad se extendía a su persona, sus creencias, e incluso su aspecto físico. Así, Summers vestía con atuendos extravagantes diseñados por él mismo, y su apariencia imitaba a un clérigo del siglo XVIII, con capa negra que más recordaría a un cazador de vampiros decimonónico que a un académico. En todo caso, su apariencia siniestra parece haber sido más una estratagema que una elección estilística.
Séptimo hijo de una familia acomodada y numerosa, nació y se educó en la fe anglicana. Tomó los votos como diácono, si bien tuvo que renunciar a los mismos en 1908, tras ser acusado de satanismo y pederastia en Bristol. Fue entonces cuando Summers se convirtió al catolicismo. A partir de ese momento, comenzó a autodenominarse reverendo, si bien su posición dentro de la Iglesia católica era ciertamente dudosa.
Pasión por ‘lo oculto’
Su fama proviene, principalmente, de su interés en el estudio y denuncia de lo oculto, la demonología y la superstición, a los que dedicó 30 años de su vida.
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Su formación fue muy completa: se graduó Teología en el Trinity College de Oxford en 1904. Impartió clases de Latín, y eran notorias sus dotes como docente. Aunque no disfrutaba la profesión, fascinaba a los alumnos con su agudo sentido del humor, su intensidad y su estilo atractivo. Su amplio conocimiento y maestría en asuntos teatrales –contemporáneo de Bram Stoker, conoció de cerca la fama de Dracula– le proporcionó cierto renombre en la sociedad londinense, y fue invitado a los salones más selectos.
Aunque también escribió obras propias, es conocido por traducir y editar obras de autores clásicos. Destaca la traducción al inglés del Malleus Maleficarum, un manual del siglo XV escrito en latín que detalla hasta límites horripilantes la caza de brujas. En su introducción, Summers insiste en que la realidad de la brujería es una parte esencial de la doctrina católica.
Amistades poco religiosas
Sus conocimientos le llevaron a entrar en contacto con expertos en ocultismo contemporáneos como el famoso Aleister Crowley. Ambos compartían una admiración mutua.
Junto a Crowley y Stoker, perteneció a la logia secreta Hermetic Order of the Golden Dawn, una sociedad secreta rosacruciana que se fundó en Londres en 1865. Actrices como Florence Farr y otros escritores célebres del siglo XIX como E. Bulwer Lytton, Arthur Conan Doyle, William Butler Yeats, Algernon Blackwood, Arthur Machen, Sax Rohmer (el hoy olvidado autor de Fu–Manchú) también pertenecían a ella.
Summers tampoco ocultó su fascinación por autores y asuntos considerados morbosos. Así, por ejemplo, en 1919, dictó una conferencia en la British Society for the Study of Sex Psychology sobre el Marqués de Sade, describiendo con gran detalle las prácticas sadomasoquistas que aparecen en sus libros. No solo no condena estas prácticas sino que las disculpa, una actitud realmente sorprendente para un miembro eclesiástico de principios del siglo XX.
Experto en vampiros
Escribió numerosas obras sobre brujería, vampirología, demonología, licantropía… Sus dos publicaciones sobre vampiros más conocidas, The Vampire: His Kith and Kin (1928) y The Vampire in Europe (1929), no han sido igualadas desde el punto de vista de investigación vampírica. A pesar de la calidad de sus libros, pues parecía convencido de su existencia, sus contemporáneos seglares no vieron con muy buenos ojos parte de su actividad, ya que no compartían algunas de sus opiniones.
En su afán por luchar contra la superstición, Montague Summers narra con unos detalles extremadamente puntillosos la historia de Fritz Haarman (1879-1925), “El carnicero de Hamburgo”, que fue decapitado tras acusársele de haber mordido a varios hombres en la garganta hasta matarlos y vender posteriormente parte de los mismos a una charcutería próxima a la estación de ferrocarril de Hannover.
El caso de este alemán fue llevado al cine por Ulli Lommel en 1973 en Die Zärtlichkeit der Woelfe (La ternura de los lobos), con el inquietante Kurt Raab como protagonista.
Crítica a las novelas góticas
En The Gothic Quest (1938), Summers investiga las influencias de lo gótico en el siglo XX. Critica las novelas góticas y su ubicación en el pasado (con frecuencia en la época medieval) y en países extranjeros, particularmente en países católicos del sur de Europa (Italia, Francia, España), como ocurre en The Monk (1796). Summers encontraba una parafernalia supersticiosa el hecho de asociar, desde la perspectiva protestante, el sur latino con lo incivilizado, lo oscuro, la involución.
Existía una clara complicidad entre los autores y el ávido público lector y consumidor de este tipo de literatura: ambos asumían que tales situaciones habían desaparecido hacía tiempo de su entorno. Consideraban que lo narrado solo podía ocurrir en lugares y/o épocas menos civilizadas. Italia, España y Francia fueron lugares elegidos porque para la mente protestante estos países estaban asociados con la política feudal y papal (decepcionantes ambas) de las cuales aún tenían que emanciparse.
Después de todo, la Inquisición sobrevivió hasta 1834, con lo que se podían encontrar instituciones típicamente góticas simplemente visitando los países católicos. Summers también apunta que este deseo de ubicar las historias en un emplazamiento y ambiente del sur de Europa sirve a modo de escapada romántica de la realidad cotidiana.
Para Summers, las novelas góticas suponen una revolución en el gusto del público de la época; dicho de otra forma, van contra la norma de lo que una novela debía ser. La literatura gótica es, en su opinión, una literatura escapista, que satisface un deseo primigenio de peligro para escapar del aburrimiento que supone la vida diaria.
A la vista de todo lo anterior, es innegable que Summers, a fuerza de ser un recopilador, investigador, estudioso y escritor de lo oculto tan prolífico, consiguió (sin ser ese su objetivo primigenio) hacerlo cercano y atractivo, dándolo a conocer, y traicionando en cierto modo su propuesta inicial de denunciarlo. Debemos, en todo caso, congratularnos de que su afán crítico deviniera en un proyecto divulgativo sin precedentes, en una suerte de resultado al más puro estilo cervantino-quijotesco.
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