sábado, 27 de marzo de 2021

los frescos de la catedral de monza

 Detalle de los frescos en la Capilla de Teodelinda en la Catedral de Monza.

Foto: CC

los frescos que decoran la capilla de los Zavattari de la catedral de Monza son «el monumento pictórico más destacado que ha llegado hasta nosotros de la Lombardía de la primera mitad del siglo XV». Así los definió en 1912 el historiador del arte Pietro Toesca, con una capacidad de juicio tanto más sorprendente cuanto que en su época sólo podía imaginar los colores luminosos, los estucos y los fondos dorados que han salido a la luz con las restauraciones concluidas en 2015. El nombre de la capilla procede de la familia de artistas, los Zavattari, que realizaron las pinturas entre 1444 y 1446. Fascina la delicadeza con la que se representan los lineamentos de los personajes en esta suma tridimensional de una maravillosa Edad Media.

Los frescos relatan la vida de una reina medieval, Teodolinda, fundadora de la catedral de Monza. Hija del rey de Baviera Garibaldo I, en el año 589 se casó en Verona con Autario, rey de los lombardos. Con el apoyo del papa Gregorio Magno, la reina bávara consagró todas sus energías a convertir al catolicismo a su nuevo pueblo, identificado hasta entonces con su paganismo ancestral y con una herejía, el arrianismo. Tras la muerte de Autario, Teodolinda se casó con su sucesor, Agilulfo, que también se hizo católico. Cuando falleció su segundo marido, Teodolinda fue regente en nombre de su hijo Adaloaldo y su reino conoció un período de paz.

LA REINA DE LOS LOMBARDOS

Los frescos de la capilla Zavattari representan la vida de la reina en 45 escenas dispuestas sobre cinco hileras o registros superpuestos que cubren enteramente las cinco paredes de la capilla, una superficie de quinientos metros cuadrados. Las escenas, basadas en la Historia de los lombardos de Pablo Diácono, se leen de arriba abajo y de izquierda a derecha. Su disposición permite a quien los contempla concentrarse en los episodios más destacados, que se encuentran a la altura de la vista.

Las 21 primeras escenas, las más lejanas, narran las negociaciones matrimoniales y los esponsales entre Teodolinda y Autario. La número 22 cierra el tercer registro con la conquista de Reggio Calabria, que marca el control lombardo de Italia. El cuarto registro muestra la muerte de Autario, el compromiso y el matrimonio de Teodolinda con Agilulfo y la fundación milagrosa de la catedral de Monza, después de que el Espíritu Santo se le apareciera a la reina en un sueño.

EJERCICIO DE PROPAGANDA

El quinto registro, el más visible para el visitante, cuenta la destrucción de los ídolos paganos de los lombardos, de los que se extraen oro y piedras preciosas para confeccionar ornamentos sagrados, la donación del nuevo tesoro al arcipreste, la muerte de Agilulfo, los donativos de Gregorio Magno y la muerte de la reina. Luego se relata la expedición del emperador bizantino Constante II para conquistar Italia, interrumpida cuando un ermitaño le reveló que los lombardos eran invencibles gracias a la protección de san Juan Bautista, al que Teodolinda había dedicado la basílica de Monza.

Los frescos fueron encargados por Filippo Maria Visconti, duque de Milán, y en buena medida se concibieron como una forma de propaganda dinástica. Sin descendientes directos legítimos, el duque decidió reconocer como heredera a su hija natural Bianca Maria. En 1441, la joven princesa se casó con el condottiere o capitán mercenario Francesco Sforza, con quien tuvo un hijo, Galeazzo Maria, heredero del ducado. Teodolinda aparecía así como un ilustre precedente para la futura duquesa de Milán: ambas gobernaron en nombre de sus hijos menores de edad, y ambas tenían como misión suprema poner el Estado a resguardo de las ambiciones de potencias extranjeras.

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UN ESCAPARATE PARA EL LUJO DE UNA CORTE RENACENTISTA

Los frescos de la capilla de los Zavattari destacan por la extrema minuciosidad con que se representan la vestimenta y los adornos personales: los vestidos parecen auténticos brocados, brillantes y sedosos; los ribetes de piel se perciben suaves; los caballos lucen elegantes y ricos arreos... Los artistas no querían reflejar el ambiente histórico de la reina Teodolinda, que había vivido casi mil años atrás, sino el lujo de la corte renacentista de los Visconti y los Sforza.

La reina elige marido. Tras la muerte de Autario, Teodolinda es reconocida como reina por los nobles lombardos y se le permite elegir nuevo marido. Su elección recae sobre Agilulfo, duque de Turín.

Boda con Agilulfo. Destacan en la imagen el delicado perfil y el vestido rosa antiguo oscuro (que parecía blanco antes de la restauración del fresco) de la dama que sostiene el brazo de la reina.

Banquete de boda. En la representación del festín nupcial se aprecian detalles como los trompetistas al fondo y los costosos confites que, como augurio de prosperidad, un criado coloca en la mesa.

Destrucción de los ídolos. La reina asiste a la destrucción de los ídolos adorados por Agilulfo y al aprovechamiento de sus materiales preciosos para realizar ornamentos sacros.

Italia, salvada del invasor. El emperador bizantino Constante II deja Italia. Aunque las armaduras se ven negras, originalmente había elementos metálicos que daban a las corazas un aspecto reluciente.

Este artículo pertenece al número 196 de la revista Historia National Geographic. de Corrado Occhipinti Confalonieri. Periodista.

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