Publicado por Cristina Sánchez
Ninguna persona, creyente o atea, duda de que los hechos que dieron origen a la religión cristiana, así como el relato sobre la vida de Jesucristo, están contenidos en la Biblia. No obstante, lo cierto es que el cristianismo se ha caracterizado desde sus orígenes por la gran variedad de relatos e incluso contradicciones que conforman su cultura popular. Si hay unos documentos que podrían jugar un papel relevante en este sentido, son los conocidos como apócrifos. Reciben este nombre por no haber sido incluidos entre los textos canónicos aceptados por la Iglesia; no en vano, el término «apócrifo» deriva de un verbo griego que significa «ocultar».
Mucho antes de la existencia de Jesús de Nazaret ya se habían escrito textos alternativos que explicaban el origen de la religión cristiana. Se calcula que existen más de sesenta relatos apócrifos que podrían haberse incluido en el Antiguo Testamento. Dichos textos tienen una naturaleza muy variada: amplían los hechos contados en el Génesis, cómo fue la vida de Adán y Eva tras la creación, incluyen diferentes versiones del apocalipsis, e incluso algunos son calificados como testamentos, ya que versan sobre la vida de personajes como Moisés o Adán.
Uno de los más destacados es el referido por Burton L. Mack en su obra El evangelio perdido, al que llama Documento Q. Está formado por una serie de dichos formulados por Jesús que ya utilizaban sus seguidores mucho antes de que se redactara el Nuevo Testamento, y en los que se retrata una figura muy diferente de la que se nos ha transmitido en los textos más actuales.
Por su parte, para conocer la vida de Jesucristo, solemos acudir a los evangelios del Nuevo Testamento, pero durante las últimas décadas se han descubierto numerosos textos que podrían identificarse como apócrifos neotestamentarios, ya que no han sido incluidos por la institución eclesiástica en la versión oficial de los hechos.
El mayor descubrimiento de este tipo tuvo lugar hace no tanto, en 1945. En la ciudad egipcia de Nag Hammadi se descubrieron una serie de textos de diferente naturaleza que añadían datos y hechos y versionaban otros muchos de los considerados oficiales, además de mostrar a un Jesucristo mucho más gnóstico y espiritual.
Uno de los que suscitan más curiosidad es el conocido como Evangelio de Felipe, que incluye una serie de dichos de Jesús, como parábolas o profecías. Este evangelio es conocido por la especial relación que sugiere entre Jesús y María Magdalena, a quien siempre se ha conocido como una simple discípula del Mesías. Se trata de la primera fuente que retrata una relación mucho más íntima entre ambos personajes. El texto describe a María Magdalena como la «compañera» de Jesucristo, palabra que, en lengua copta, podría abarcar desde una unión amorosa y sexual hasta una discípula con mucha cercanía.
Pero esta no es la única historia del Evangelio de Felipe que difiere de la versión oficial de la Iglesia. Otro de los giros de guion tiene que ver, nada más y nada menos, con la propia muerte y resurrección de Jesús. Y es que, literalmente, explica que «los que dicen que el Señor primero murió y resucitó, se engañan; pues primero resucitó y luego murió. Si uno no consigue primero la resurrección, no morirá». Este casi trabalenguas nos da a entender que Jesucristo entró en un bucle de muertes y resurrecciones imposible de ordenar.
Estos textos apócrifos aporten detalles sobre aspectos tan relevantes para la cultura cristiana como los Reyes Magos. La realidad es que en los evangelios del Nuevo Testamento prácticamente ni se les menciona, sino que es en los apócrifos donde se les pone un nombre a cada uno y se detalla cuáles fueron los regalos que llevaron a Belén. Una de las historias más rocambolescas la encontramos en el Evangelio Árabe de la Infancia, donde se cuenta que, en agradecimiento por la visita, María entregó a los Reyes un pañal recién usado por el niño. Tras arrojarlo al fuego y observar cómo no ardía por el elemento sagrado, los Reyes lo recuperaron y se lo colocaron en la cabeza en señal de adoración. Un episodio nada desdeñable y digno de contar a todos los niños la noche del 5 de enero.
Por su parte, los hechos de Tomás, también descubiertos en Nag Hammadi, fueron escritos en torno al siglo III. Tomás se presenta en dicho texto como un homólogo de Jesús (su nombre significa «gemelo» en arameo). Lo que se deduce es que la infancia de Tomás que se relata en este texto es realmente la infancia de Jesús, época de su vida que prácticamente no aparece en los textos canónicos. Según cuenta, ya desde muy pequeño, Jesús iba realizando milagros allá donde fuese, de la talla de resucitar a un amigo que se había precipitado desde un tejado, y de «devolver» su pie a un chico al que se lo habían cortado. En el Evangelio Árabe de la infancia de Jesús, de estilo similar, se explica cómo el niño consigue que una joven muda comience a hablar, y hasta expulsa a los demonios de varias personas poseídas, entre ellas, ni más ni menos que Judas Iscariote. Pero, al parecer, no todo eran buenos actos para el joven Jesús, ya que dicho escrito se refiere también a un niño que utiliza su poder para hacer travesuras, como teñir del mismo color todas las prendas de una tintorería.
Otro de los descubrimientos que más controversia ha suscitado ocurrió en 1978 cuando se encontró el Evangelio de Judas, de autor desconocido y escrito en torno al siglo II d. C. Su objeto se describe en el primer párrafo del texto: «Crónica secreta de la revelación hecha por Jesús en conversación con Judas Iscariote durante ocho días en el tercer día antes de celebrar la Pascua».
En dicha conversación, Jesús confiesa a Judas que es su discípulo predilecto, ya que es el único capaz de comprender las revelaciones sobre el mundo superior y el destino de los seres humanos. Pero lo que más difiere de la versión oficial de la Iglesia es que es el propio Jesús quien ordena a Judas que le traicione para que se cumpla la tarea que el Mesías tiene en la tierra. Por tanto, en este Evangelio, vemos a un Jesucristo muy alejado de la tradición cristiana, mientras que Judas Iscariote se convierte en una figura heroica, capaz de desatar los hechos que darán lugar a la salvación del mundo que conocemos.
También resulta de gran interés el vacío que existe en la narración oficial sobre lo que ocurrió entre la muerte y la posterior resurrección de Jesucristo. Es en el Evangelio de Nicodemo donde se narra el descenso del Mesías a los infiernos, episodio en el que llega a enfrentarse a Satanás y libera a figuras muy relevantes de la Biblia como Adán, Moisés o Isaías.
La importancia de todos estos hallazgos radica en que, si algo tienen en común, es la sugerencia de una figura de Jesucristo bastante diferente de la que nos cuentan los textos oficiales. De hecho, el historiador Antonio Piñero, en su obra La Biblia rechazada por la Iglesia, considera que «la cultura popular religiosa cristiana está casi tan moldeada por la literatura apócrifa como por la canónica», en el sentido de que los textos alternativos sirven para complementar el relato de los hechos que dieron origen a la religión cristiana que hoy conocemos.
El interés por los relatos apócrifos ha continuado vigente muchos años después de su descubrimiento. Entre otros, el mundo de la cultura se ha hecho eco de varias formas de la existencia e importancia de dichos textos. Claro ejemplo es la serie 30 monedas, dirigida por Álex de la Iglesia, en la cual se menciona la existencia del Evangelio de Judas, que cambia por completo la narrativa del episodio de la traición a Jesucristo. Por su parte, con un matiz mucho más reivindicativo y feminista, la periodista Cristina Fallarás acaba de publicar El evangelio según María Magdalena, libro en el que pone voz a esta figura recurrentemente olvidada por el discurso heteropatriarcal del cristianismo.
Lo cierto es que nunca ha quedado claro qué hay detrás del interés de la Iglesia por hacer oficiales una serie de relatos y dejar fuera de la norma a otros. No obstante, el hecho de que no sean los oficiales no debe restar importancia a la hora de considerar a los textos apócrifos a la hora de complementar y añadir nuevas visiones acerca de los orígenes del cristianismo y la vida de Jesús.
Referencias
Jones, O. (25 de Marzo de 2016). ¿Qué nos dicen los evangelios perdidos sobre el verdadero Jesús?
Mack, B. (1993). El Evangelio perdido. El documento Q. Martínez Roca.
National Geographic. (2006). El Evangelio de Judas. National Geographic.
National Geographic. (9 de Abril de 2019). Evangelios apócrifos, la otra vida de Jesucristo.
Piñero, A. (2008). La Biblia rechazada por la Iglesia. Esquilo.
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