"isis, extiende tu protección sobre Imsety que está en ti, oh honrado delante de Imsety, el rey del Alto y el Bajo Egipto, Hor". Vaso canopo del rey Hor, de la dinastía XIII, (hacia 1730 a.C.)
En el antiguo Egipto, durante el proceso de momificación, los órganos internos se extraían del cuerpo del difunto para ser momificados por separado. Las vísceras se lavaban con vino de palma y especias, se deshidrataban y vendaban con tiras de lino. Tras este proceso, eran depositadas en recipientes llamados "vasos canopos", sumergidas en natrón líquido (una solución salina). Estos vasos reciben su nombre de una equivocación cometida por los primeros egiptólogos, que asociaron las figuras representadas en las tapas de estos recipientes con la figura de Canopo, timonel de Menelao, el legendario rey de Esparta y marido de la bella Helena de Troya, que era adorado en el Delta en forma de jarra. Estos vasos normalmente se tallaban en piedra caliza o alabastro, y presentaban en su exterior dibujos o inscripciones relativas al difunto y a la vida en el más allá.
LO QUE REVELAN LAS FUENTES
Las primeras noticias que tenemos sobre momificación proceden del historiador griego Heródoto, del siglo VI a.C., que en el segundo libro de sus Historias, dedicado a Egipto, detalla este proceso, aunque no ofrece datos sobre el destino final de los órganos internos del difunto. Ese tema sí lo trata el historiador Diodoro Sículo, que vivió en el siglo I a.C. Aunque Diodoro no especifica qué se hacía con las vísceras, sí explica que se extraían y se lavaban. Acierta también en el hecho de que el corazón se dejaba en su sitio (los egipcios consideraban al corazón el órgano rector del cuerpo en lugar del cerebro, al que no concedían importancia alguna, y lo dejaban en su lugar puesto que creían que el difunto lo necesitaría en el más allá).
El historiador del siglo I a.C. Diodoro Sículo explica que las vísceras se extraían y se lavaban, y que el corazón se dejaba en su sitio.
En cuanto al destino final de los órganos, contamos con otros testimonios, como el más tardío de Porfirio (siglo III d.C.) o el del historiador romano Plutarco (siglos I y II d.C.), que difieren en ciertos matices. Según Porfirio, "existe un punto que no debe ser pasado por alto, es decir, cuando se embalsaman los cuerpos de la clase rica, entre otros cuidados prestados al cadáver, en privado se extraen los intestinos y se colocan en un cofre, para que sean los primeros en presentarse lo antes posible ante el Sol, mientras que uno de los que están ocupados en el embalsamamiento del cadáver recita una oración...". Por su parte, Plutarco, aunque está de acuerdo en que los órganos internos eran extraídos y presentados al Sol, curiosamente afirma que su destino final era ser arrojados al Nilo, afirmación que, dada la gran cantidad de vasos canopos que los arqueólogos han recuperado de las tumbas egipcias de todos los períodos, no se sostiene.
LOS HIJOS DE HORUS
Los primeros vasos canopos de los que tenemos noticia datan de la dinastía IV (2543-2436 a.C.). Fue en ese período cuando las vísceras de los difuntos se empezaron a extraer y colocar en recipientes diferenciados. Esta práctica continuó hasta la dinastía XIX (1292-1191 a.C.) sin interrupción. Pero lo que sí sufrió cambios es la forma que presentaban esos recipientes. Al principio, los vasos canopos iban incorporados en un "cofre canopoe" y sus tapas eran planas o ligeramente cónicas. Sería durante el Primer Período Intermedio (2100-1940 a.C.) cuando estas tapas lisas se sustituyeron por otras en forma de cabeza humana que representaban al difunto, una moda que llegaría hasta la dinastía XVIII (1539-1292 a.C.).
Sería al final de dicha dinastía cuando la forma de las tapas de los vasos canopos empezó a cambiar, y solo una de ellas continuó siendo humana; las otras tres adquirieron forma animal. A partir de entonces, cada uno de estos recipientes y su contenido se pusieron bajo la protección de los llamados "hijos de Horus", y cada tapa representaba la cabeza de uno de estos personajes.Imsety, que era el guardián del estómago y el intestino delgado, tenía forma humana; Duamutef, con cabeza de chacal, era el custodio de los pulmones; Hapy, con cabeza de babuino, era el encargado del intestino grueso, y Qebehsenuf, con cabeza de halcón, protegía el hígado y la vesícula. Estos seres divinos en ocasiones también se colocaban en las tumbas en forma de amuletos, cosidos a los vendajes externos de la momia, para potenciar su efecto protector. A veces, también se orientaban a los puntos cardinales: Imsety al Sur, Hapy al Norte, Qebehsenuf al Oeste y Duamutef al Este.
A finales de la dinastía XVIII, las tapas de los vasos canopos adquieren, menos una, forma animal: Imsety, humano; Duamutef, chacal; Hapy, babuino, y Qebehsenuf, halcón.
Hacia la dinastía XXI (1076-944 a.C.), el uso de vasos canopos empezó a decaer y se impuso la práctica de extraer los órganos, momificarlos y volverlos a introducir dentro de la cavidad abdominal. De ese período se han hallado vasos canopos vacíos, que posiblemente tuvieron una finalidad puramente ritual. Así, los vasos canopos no volvieron a contener las vísceras del difunto hasta la dinastía XXVI (664-525 a.C.), aunque, a partir de entonces, la presencia de este tipo de recipientes se hace cada vez más escasa en las sepulturas, siendo ya prácticamente inexistente durante el período ptolemaico y romano, posiblemente debido a la llegada de nuevas creencias que comportaron un cambio en los ajuares funerarios.
EL COFRE CANOPO MÁS BELLO
Como se ha dicho anteriormente, los primeros vasos canopos de los que tenemos constancia datan de la dinastía IV. Concretamente son los pertenecientes a la reina Hetepheres, madre del faraón Keops, el constructor de la Gran Pirámide. La tumba de Hetepheres fue descubierta por el arqueólogo norteamericano Georges Reisner en 1925, y en su interior se halló un cofre canopo de alabastro con cuatro compartimentos, en cada uno de los cuales se había depositado un "paquete" que contenía lo que parecían ser los órganos internos momificados de la reina. En este caso, las tapas eran planas o ligeramente cónicas.
Aunque los arqueólogos han hallado muchísimos vasos canopos, algunos de una gran calidad artística, sin duda uno de los ejemplares más bellos que han llegado hasta nosotros pertenece al faraón Tutankhamón, y es un magnífico ejemplo de la forma y decoración que adquirieron estos recipientes funerarios durante el Reino Nuevo. El cofre canopo del rey niño estaba trabajado a partir de un bloque único de calcita, dividido en cuatro compartimentos poco profundos. Los cuatro ángulos de este cofre mostraban figuras en relieve de las diosas Isis, Neftis, Selkis y Neith. Cada una de ellas estaba asociada a uno de los hijos de Horus, protectores de los órganos momificados: Qebehsenuf se colocó bajo la protección de Selket; Duamutef bajo la custodia de Neith; Imsety, de Isis, y Hapy de Neftis. Cada compartimento se cerraba con una tapa de calcita esculpida con la forma de la cabeza del faraón, tocado con un pañuelo nemes. Pero los órganos del rey, al contrario que en otros casos, no se habían colocado directamente dentro de los compartimentos, sino que se habían dispuesto en el interior de pequeños ataúdes de oro en miniatura, cada uno de los cuales estaba envuelto en lino, bañado en ungüentos aromáticos y colocado en el compartimento correspondiente.
El cofre canopo de Tutankhamón estaba trabajado a partir de un bloque único de calcita, dividido en cuatro compartimentos poco profundos. Los cuatro ángulos de este cofre mostraban figuras en relieve de las diosas Isis, Neftis, Selkis y Neith.
Hoy en día, arqueólogos e investigadores están convencidos de que el estudio del contenido de los vasos canopos con las más modernas técnicas científicas, como la Tomografía Computarizada, puede aportar datos genéticos muy relevantes y permitirá trazar perfiles de ADN que ayudarán a establecer relaciones de parentesco entre diversos individuos, así como a descubrir qué enfermedades padecieron estas personas (hay que tener en cuenta que muchos vasos canopos se encuentran sellados, por lo que su contenido puede estar intacto y ser una fuente de información de un valor incalculable). De hecho, la moderna egiptología ha puesto muchas esperanzas en el estudio de estos valiosos mensajeros del pasado.
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