Lo más básico, lo más bello
Publicado por Laura Mínguez
He oído contar a un anciano, que era adolescente en el Madrid de la guerra civil, que un día, cuando sonaron las sirenas previas a un ataque de la aviación sublevada, su abuela lo arrastró hasta un refugio bajo tierra, sin luz, lleno de gentes aterrorizadas, y allí, a su lado, se tumbó una muchacha tan asustada como él y que, en esas circunstancias, hicieron el amor. Dulcemente. En paz. Fue su primera vez y suponía que también para la chica; nunca volvió a verla y nunca olvidó su cuerpo ni la necesidad imperiosa de abrazarla y de sumergirse en lo más básico. Cuando a lo largo de su vida adulta se encontró ansioso, sin salida o desnortado, su memoria le servía en bandeja celestial el recuerdo imborrable de aquel sentimiento íntimo de disolución y abandono. Ese recuerdo, tan vivo durante años, se hizo perenne y acabó sobreponiéndose a las escenas que habían construido su vida familiar y laboral: así quería morir, abrazado a lo básico.
Esta es la tónica de Reencuentro, todo junto porque ya lo conocemos, venimos a saludar, a comprobar que están y a subrayar su permanencia; solo con esa predisposición se puede afrontar un recorrido que hace guiños juguetones a la colocación de las telas, como los dos Saturno devorando a sus hijos de Rubens y Goya en estrecho paralelismo, El caballero de la mano en el pecho rodeado de otros caballeros con los que forma un grupo ciertamente homogéneo, los Ribera, Zurbarán y Caravaggio más significativos en animada compañía, los Greco con las chicas, Artemisia y Sofonisba y la bellísima Isabel Clara Eugenia al lado de la que fuera segunda esposa de su padre, María Tudor.
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