Las mujeres de la familia Claudia
Publicado por Alejandro García
Joven, rica y guapa —pulcher en latín significa hermoso—, la última generación de los Apio Claudios disfrutaba de una vida de lujos sin medida. Toda una sucesión de glamurosas fiestas, tanto en Roma como en la exclusiva ciudad de vacaciones de Baiae, puso de moda costumbres provocadoras como dejarse la túnica suelta o el cinturón flojo. Los hombres jóvenes de clases pudientes lucían barba al estilo griego, para escándalo de las mentes más conservadoras, y copiando las maneras de sus ídolos, empleaban el latín de las clases populares. Este descaro chicatrajo la fascinación de muchos plebeyos romanos, que los consideraban de los suyos; la moda llegó al punto de que Claudia adoptó para sí misma la vulgarización de su nombre, pasando a llamarse Clodia. Un gesto que posteriormente imitó su famoso hermano, Publio Clodio.
A partir de entonces la enemistad entre los Clodios y Cicerón subió varios niveles de crudeza: hacia el 60 a. C. en sus escritos arreciaban los insultos y las acusaciones de incesto entre los hermanos. Resulta complejo determinar si en este cambio de actitud de Cicerón había motivos políticos, personales, sentimentales o una combinación de estos factores, pero su ferocidad va a dejar un legado muy negativo para la imagen posterior de Clodia. En su defensa de Celio (56 a. C.), acusado de varios delitos contra el orden público entre los que se contaba haber intentado envenenar a Clodia, Cicerón va a desplegar todo el juego sucio del que era capaz, llegando a llamarla quadrantaria, en referencia a las prostitutas de los baños públicos, cuya tarifa era un cuarto de as. Mala matrona, impúdica, prostituta, Medea… son algunas de las lindezas con las que se despachó a gusto el hijo pródigo de Arpinum. Sí, este es el nivel de la tan laureada oratoria romana en lo que se refiere a la crítica política, más cercano al Sálvame Deluxe que a eufemísticos recursos retóricos.
Se trata de una situación insólita, pues estamos no solo ante una mujer asumiendo abiertamente funciones reservadas a los hombres, sino que consigue la adhesión y lealtad de decenas de miles de ellos, por lo que podemos afirmar que era reconocida como líder político y militar por sí misma, dada la lejanía de Antonio del escenario de los acontecimientos. Fulvia es la primera mujer romana de la que se sabe que se acuñaron monedas con su efigie estando en vida. La misma existencia de una campaña específica de difamación contra ella por parte de la propaganda octaviana demuestra que estamos ante una mujer con poder político, reconocida como una líder de facción por derecho propio. Fulvia es la antimatrona, mala madre y mala esposa, además de aparecer como irascible, ambiciosa, celosa y sedienta de poder. Como no podía ser de otra manera, se destaca de ella su apariencia masculina —Veleyo Patérculo dice de ella que tiene todo de varón menos el aspecto externo— como rasgo indeseable. Un satírico y muy obsceno poema de Marcial, valga la redundancia, inspirado en la métrica de los que componía el propio Octavio —y sin duda patrocinado por él—, llega a afirmar que el joven César le hace la guerra porque es imposible hacerle el amor; acostarse con Fulvia es peor que encular a Manio, una deshonra para su —augusta— polla.
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