A sus 88 años, Lee Man-hee, el fundador de la Iglesia de Jesús Shincheonji, se postraba ante las cámaras de una rueda de prensa pidiendo disculpas a su país. El día anterior, el 1 de marzo, el alcalde de Seúl, Park Won-soon, presentaba una demanda judicial contra Lee y sus 12 directivos por “homicidio, perjuicio y vulneración en la prevención y gestión de enfermedades infecciosas”. Se le acusa de haber retenido los nombres de sus feligreses que podían haber sido contagiados por covid-19.
Lee Man-hee afirma que, además de ser inmortal, es el Mesías reencarnado, el único capaz de interpretar el libro del Apocalipsis y que llevará a 144.000 personas al cielo en el Día del Juicio Final. En 1984 fundó Shincheonji, que significa “nuevo cielo, nueva tierra”. A sus misas acuden miles de fieles, a quienes está prohibido llevar accesorios en la cara, como gafas o mascarillas, por ser “insultos a Dios”. Acudir a misa es obligatorio incluso en caso de enfermedad. Aseguró a sus fieles que eran inmunes al virus. Cuando les llegó la pandemia, les dijo que era una “prueba de Satanás”, celoso del crecimiento de Shincheonji. La Iglesia presbiteriana coreana describe sus ideas como “heréticas”. Conscientes de esta imagen, muchos fieles ocultan su pertenencia incluso a su propia familia.
Cuando los profesionales sanitarios identificaron a una mujer de 61 años, miembro de Shincheonji, en la ciudad de Daegu como la paciente número 31 del país, ésta ya había acudido a varias misas multitudinarias a pesar de tener síntomas del virus. Así se convirtió la delegación de Shincheonji Daegu en el germen del virus más grande fuera de China.
Otro núcleo fue detectado en Cheongdo, el lugar de nacimiento de Lee. A principios de febrero se celebró en un hospital de esa localidad un funeral por el hermano de Lee al que acudieron muchos fieles. Dos semanas más tarde, se identificaría un brote del virus en ese hospital con casi 100 personas infectadas y el primer muerto del país.
El 60% de los casos de covid-19 confirmados en Coreaa mediados de marzo estaban vinculados a Shincheonji. Sus centros fueron desinfectados y cerrados, su culto pasó a celebrarse online y las autoridades interrogaron a sus miembros. Corea del Sur consiguió aplanar la curva del virus y a finales de abril registraba apenas 10 nuevos casos diarios.
Las congregaciones religiosas han creado focos de propagación en varios países. A mediados de febrero, unas 2.500 personas acudieron a una reunión en la iglesia evangélica de Mulhouse, al este de Francia. Al menos 1.000 personas contrajeron el virus, y el ministro de Sanidad francés declaró al periódico Le Journal du Dimanche: “La pandemia nacional realmente se extendió desde aquí”.
La covid-19 también se propagó en los encuentros y peregrinaciones multitudinarios del movimiento misionero islámico suní Tablighi Jamaat. Según Efe, en la India el Gobierno de Nueva Delhi presentó una demanda contra una mezquita tras un encuentro celebrado en el Markaz, la sede del Jamaat, a mediados de marzo. Un tercio de los casos del país a principios de abril estaban relacionados con este evento.
En Israel el mayor número de casos se encuentra en las zonas donde vive la comunidad ultraortodoxa judía. Algunos rabinos habían ordenado a sus seguidores, cientos de miles, que mantuvieran abiertas las sinagogas y las escuelas, desobedeciendo las regulaciones del Ministerio de Sanidad. A principios de abril, el Ejército y la policía aislaron estos barrios a la fuerza para frenar la expansión del virus.
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