miércoles, 6 de mayo de 2020

maquiavelo y la política sin escrúpulos

niccolò Macchiavelli (conocido en español simplemente como Maquiavelo) nació en Florencia el 3 de mayo de 1469, el mismo año en que Lorenzo de Medici se convertía en señor de facto de la ciudad. Así, durante toda su infancia y juventud tuvo oportunidad de ver en primera persona el ejercicio del poder y sus consecuencias: tenía nueve años cuando Giuliano, el hermano de Lorenzo, fue asesinado por la familia rival de los Pazzi, y durante los trece años siguientes vería como el señor de Florencia acumulaba el poder en sus manos y las consecuencias -buenas y malas- que se derivaban de ello.
Era el tercer hijo de una familia de cierto renombre, con recursos modestos pero suficientes para proporcionarle una buena educación. Además de sus maestros, tenía a su disposición la biblioteca personal de su padre, rica en obras de los grandes clásicos; el joven Niccolò desarrolló una pasión especial por la historia antigua leyendo las obras de Cicerón, Tucídides, Tito Livio, Polibio y Plutarco, entre otros. Los dos primeros en particular debieron de dejar huella en su pensamiento, enseñándole que el ejercicio del poder a menudo se apartaba de razones morales como la lealtad o la ética.

AL SERVICIO DE LA REPÚBLICA

En 1494, terminados sus estudios, se integró en la vida pública como funcionario de la república de Florencia. En aquellos tiempos la ciudad estaba en manos de Girolamo Savonarola, un predicador radical con quien Maquiavelo era muy crítico; debido a esto, en los primeros años no obtuvo ningún cargo importante. Cuando Savonarola fue declarado hereje y quemado públicamente en 1498, su fortuna cambió en pocos días y se le confió uno de los puestos más importantes, el de segundo canciller, que se encargaba de la política exterior y de los asuntos militares.
Aunque su ambición había sido la de dedicarse a la política, Maquiavelo a menudo no tuvo fortuna como canciller, ya fuera porque aquellos con quienes estipulaba pactos después cambiaban de idea o porque las alianzas eran muy volátiles. Su mayor éxito fue lograr en 1509 la reconquista de Pisa, puerto de vital importancia para la república florentina, aunque le llevó diez años y varias alianzas fracasadas. Muchos de sus fracasos pueden ser atribuidos, más que a su destreza, a la propia naturaleza fragmentaria de la Italia antes de la unificación, donde cualquier alianza conseguida con gran esfuerzo podía esfumarse de un día para otro si así convenía.
Sin embargo, las experiencias aprendidas a lo largo de sus quince años de servicio le servirían para dar forma a su pensamiento político, reforzando sus convicciones sobre los pocos escrúpulos de la política real. Dos personajes en particular le dejaron una profunda impresión: Caterina Sforza, condesa de Forlì, a quien describió como una mujer despiadada que habría hecho cualquier cosa por conservar el poder -posiblemente Maquiavelo le guardaba rencor por haber retirado el apoyo militar prometido a Florencia contra Pisa, dejándolo a él en ridículo-; y César Borgia, el hijo del papa Alejandro VI, que gracias a su ambición y falta de escrúpulos logró crear para sí un pequeño y efímero ducado en la Romaña.

PRISIÓN Y EXILIO

La carrera política de Maquiavelo se truncó inesperadamente en 1512, cuando las tropas florentinas fueron derrotadas en Prato a manos de un ejército español al servicio del papa Julio II. Esa derrota supuso el retorno de la familia Medici a la señoría de Florencia y la persecución de aquellos que habían conjurado para expulsarlos de la ciudad en 1494. Uno de los implicados tenía en su posesión un papel en el que había anotado diversos nombres, entre los cuales el de Maquiavelo, que aunque no había participado en la conjura fue arrestado y torturado. Para su fortuna, al cabo de pocas semanas fue elegido como nuevo papa León X, de nombre Giovanni de Medici, que como gesto de buena voluntad para el inicio de su pontificado decretó una amnistía.
Maquiavelo pudo salir de la cárcel, pero las sospechas sobre él no se habían disipado -de hecho, sería arrestado de nuevo en 1521- y consideraba que su carrera política ya estaba perdida. Se retiró a su finca en San Casciano in Val di Pesa, en las afueras de Florencia, donde pasaría varios años apartado.Al principio tuvo que malvivir de la agricultura y la ganadería, pero en 1521 su suerte cambiaría para mejor: después de ser liberado de su segundo cautiverio, el gremio de la lana de Florencia le encargó mediar para conseguir la liberación de unos trabajadores que habían caído en manos de bandoleros. Maquiavelo cumplió con éxito el encargo e invirtió parte de la recompensa en la lotería: por una vez la suerte le sonrió y ganó 20.000 ducados que le permitieron vivir cómodamente hasta el final de sus días.
Durante los años de su exilio Maquiavelo dio salida a su faceta de escritor, cultivando varios géneros y temas.
Fue precisamente durante los años más duros cuando Maquiavelo dio salida a su faceta de escritor, cultivando varios géneros y temas: la política, la historia y, en su vertiente más artística y desconocida, el teatro y la poesía. Aunque sea famoso por su pensamiento político, era desde joven un amante de las artes, componía sonetos como afición y había escrito varias obras dramáticas.

EL PRÍNCIPE Y EL EJERCICIO DEL PODER

En 1513 empezó su obra más famosa: El príncipe -cuyo título realmente es Sobre los principados-, en el que vertió toda la experiencia adquirida en sus años de política. Aunque hoy es uno de los libros más famosos de la ciencia política, en su momento no tuvo una buena acogida: se publicó en 1532 -cinco años después de la muerte de su autor-, fue incluido en el Índice de Libros Prohibidos por la Iglesia a causa del desdén que muestra por la ética del poder y no fue hasta la Ilustración que recibió una cierta atención, aunque mayoritariamente negativa: la famosa frase “el fin justifica los medios” en realidad no es de Maquiavelo y proviene de una anotación que hizo Napoleón en su ejemplar de El príncipe.
Machiavelli El príncipe
'El príncipe' parte de un supuesto simple: toda comunidad tiene dos polos, el pueblo y los gobernantes, que están en constante conflicto. Por su formación humanista Maquiavelo se fija en la Antigüedad y distingue entre tres formas de gobierno: la ideal -república-, las aceptables por eficaces -monarquía o aristocracia ilustrada- y las inaceptables -tiranía y oligarquía-. Esta distinción no se basa en principios morales, sino en el modo en el que, a su juicio, se resuelve mejor el conflicto entre el pueblo y los gobernantes y, por lo tanto, se evita el colapso interno del estado.
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El libro pretendía ser un tratado práctico sobre como ejercer el poder de la forma más eficiente y se inspiró en gran medida en el astuto César Borgia, que para el autor encarna las virtudes que ha de tener un príncipe: no necesariamente positivas o morales, sino aquellas que mejor le aseguren el poder. Contrariamente a lo que se le suele atribuir, Maquiavelo no es del todo ajeno a las cuestiones éticas y su gran preocupación es el famoso dilema entre si vale más ser amado o temido. Su respuesta es que es deseable ser ambas cosas, pero que en caso de tener que decantarse “es más seguro ser temido que amado, porque de la generalidad de los hombres se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de lucro. Mientras les haces bien, son completamente tuyos: te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, pues ninguna necesidad tienes de ello; pero cuando la necesidad se presenta se rebelan. Y el príncipe que ha descansado por entero en su palabra va a la ruina al no haber tomado otras providencias”. Maquiavelo tenía muy presente el recuerdo de sus años como canciller y de como sus mayores errores se debían a haberse fiado de la palabra dada.
La famosa frase “el fin justifica los medios” en realidad no es de Maquiavelo y proviene de una anotación que hizo Napoleón en su ejemplar de 'El príncipe'.
Sin embargo, eso no significa que la crueldad sea deseable, sino que debe usarse en la justa medida: “Todos los príncipes deben desear ser tenidos por clementes y no por crueles y, sin embargo, deben cuidarse de emplear mal esa clemencia. Hay que ser cauto en el creer y en el obrar y proceder con moderación, prudencia y humanidad, de modo que la excesiva confianza no lo haga a uno incauto y la excesiva desconfianza no lo haga insoportable”. E insiste en que el gobernante que obtiene el poder por medios crueles, tan pronto como lo tiene asegurado debe cambiar de actitud para ganarse rápidamente el favor de sus gobernados, pero sin dejar nunca de ser temido por sus posibles enemigos: “El amor es un vínculo de gratitud que los hombres, mezquinos por naturaleza, rompen siempre que pueden beneficiarse; pero el temor es el miedo al castigo que no se pierde nunca”.

LOS ÚLTIMOS AÑOS

Aunque César Borgia le había servido de inspiración para escribir su libro, Maquiavelo dedicó El príncipe a los Medici en un intento de ganarse las simpatías de los nuevamente señores de Florencia. La maniobra funcionó y atrajo el favor del cardenal Giulio de Medici, que en 1523 fue elegido Papa con el nombre de Clemente VII. Este le encargó, además de algunas misiones diplomáticas, la elaboración de dos obras sobre la historia de FlorenciaEl arte de la guerra, un tratado histórico-político en forma de diálogo que emula la obra de Platón; y las Historias florentinas, una compilación de ocho libros centrados sobre todo en la historia de la ciudad. Al ser elegido Papa lo nombró además superintendente de fortificaciones: parecía que finalmente sus desgracias habían acabado.
Sin embargo, su fortuna no iba a durar: en 1527 los Medici fueron expulsados nuevamente de Florencia y el trabajo que Maquiavelo había hecho para ganarse su favor se giró en su contra: se propuso como candidato a las nuevas instituciones republicanas pero fue rechazado, algo por lo que se sintió profundamente dolido. A los pocos días enfermó de repente y en pocas semanas, el 21 de junio de 1527, murió. Abandonado por todos, fue enterrado en el sepulcro familiar en la basílica de Santa Croce.
Tumba de Machiavelli
En 1786 asumió el poder en el Gran Ducado de Toscana el emperador Leopoldo II del Sacro Imperio, un exponente del absolutismo ilustrado que se interesó por la historia de Florencia y por sus grandes personajes. Habiendo estudiado a Maquiavelo, hizo construir sobre su tumba en Santa Croce un monumento en mármol; este representa una alegoría de la Diplomacia protegiendo su sarcófago, donde están inscritas las palabras: “Ningún elogio será jamás digno de su nombre”.
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Después de siglos de ostracismo, la Ilustración trajo una revalorización de la figura de Maquiavelo. Muchos lo verían bajo una luz negativa, pero algunos comprendieron que si sus planteamientos podían parecer cínicos, eran cuanto menos sinceros y coherentes con el mundo en el que le había tocado vivir.

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