En sustancia, la vida de Gedeón
se sitúa tras el asentamiento de los judíos en el llano de Ofrá donde habían
asimilado los cultos idolátricos de las poblaciones aledañas. Tras esa
infidelidad, Yahvé les habría castigado enviando tribus nómadas y grupos de
amalecitas y madianitas a hacerles la guerra. En esos combates, dos hermanos de
Gedeón habrían sido asesinados. Los israelitas se arrepintieron y pidieron
perdón. Yahvé envió a su ángel a hablar con Gedeón para anunciarle que sería el
libertador de su pueblo. Éste pidió una prueba, tras un diálogo algo sarcástico
con el ángel. Este último le dio la prueba que pedía abrasando un sacrificio
con fuego milagroso. Al día siguiente Gedeón destruyó el altar de Baal y ante
la indignación del pueblo, Joás, su padre, le defendió diciendo que si Baal era
dios, se encargaría de castigar el sacrilegio. Desde ese día fue conocido como
Gedeón Jerobaal. (Heb. Yerubba), "Baal contienda contra él" o
"combatiente contra Baal", se lo menciona en Jc 6,32; 7,1; 8,29; 35,
9,1-57; 1S. 12,11; 2S 11,21). Los grupos nómadas se reunieron para hacer la
guerra a Gedeón. Éste reunió un ejército que, con diversas condiciones y
pruebas, Yahvé redujo a trescientos hombres (sin contar las tropas auxiliares).
Los israelitas atacaron durante la noche y produjeron tal confusión que los
madianitas se asesinaban entre ellos y tuvieron que huir despavoridos mientras
eran perseguidos por las tropas de Gedeón. Los mismos jefes de Madián, Oreb y
Zeeb murieron en la refriega y sus cabezas fueron dadas como trofeo a Gedeón
En Jc 7 vemos que
Israel contaba con treinta y dos mil hombres dispuestos para la batalla contra
los madianitas. Pero Dios no necesitaba tantos. "No sea – dijo – que se
alabe Israel contra mí, diciendo. Mi mano me ha salvado" (Jc 7,2).
Entonces los selecciona hasta que quedan diez mil, y luego los vuelve a
seleccionar hasta que sólo quedan trescientos. Dios prescinde de los veintiún
mil setecientos, porque sólo necesita trescientos.
La verdad es
que Dios no tenía ninguna intención de hacerlos pelear. Ellos simplemente iban
a ser testigos de cómo Dios peleaba por ellos. De todas maneras, en el campo de
batalla, estos trescientos deberían enfrentar a ciento treinta y cinco mil (Jc
8,10). La proporción es, exactamente, de uno a cuatrocientos cincuenta. Por
cada israelita había cuatrocientos cincuenta madianitas. Y es la misma
proporción de Elías con respecto a los profetas de Baal, en el monte Carmelo
(1Re 18,22). Dios es plenamente glorificado cuando un creyente confía solamente
en Dios al enfrentar a cuatrocientos cincuenta enemigos. Así, no hay ninguna
posibilidad de vanagloria, como no la hubo para Israel ante los madianitas.
La batalla de
Gedeón es un tipo de las batallas espirituales de los hijos de Dios en este
tiempo. Veamos algunos aspectos de esta tipología. Al igual que en Gedeón, la
victoria de unos pocos, favorece a todo el pueblo de Dios. Son pocos los que
participan (los "escogidos"), pero su victoria favorece a los muchos
(a todo el pueblo de Dios). Trescientos vencen para que todo el pueblo de
Israel disfrute de la victoria. "Así fue subyugado Madián delante de los
hijos de Israel, y nunca más volvió a levantar la cabeza. Y reposó la tierra
cuarenta años en los días de Gedeón" (1Re 8; 28). Los trescientos de
Gedeón son los que están dispuestos a pelear las batallas de Dios llevando en
su corazón a todos los hijos de Dios.
Gedeón,
antes de entrar en batalla, tuvo claro testimonio de que ya estaba ganada (Jc 7,
9-15). Dios le habló por boca de sus propios enemigos, lo cual fue para él una
prueba irrefutable de la victoria que Dios le había dado. Aquí vemos una
demostración más de la paciencia del Señor para con este siervo.
En esto vemos que la
Biblia es una obra genial, que presenta unos personajes muy bien trabajados y
que son dignos de estudio, pero muchas veces se olvida de los secundarios que
reciben la acción de manera indirecta, sobretodo de la población, tratándolos
como comparsas lo que origina unas situaciones que al ser tan chocantes provoca
situaciones curiosas, ridículas o sorprendentes, actuando a veces como un
verdadero contrapunto a la seriedad de la situación… dando de qué pensar si ha
sido por casualidad o no. Ya hemos visto el caso de la familia que construye el
Arca de Noé o más adelante veremos el asunto de los marineros en Jonás. Algo
similar le sucedió a Gedeón, cuando se enfrentó a los madianitas, estaba tan
temeroso que le había pedido dos veces a Dios que le confirmaran que él
salvaría a Israel por su mano. Seguramente la confianza de Gedeón, alimentada
por la misericordia de Dios quien le confirmó con sus señales estaba también en
ese ejército de 32,000 hombres que había logrado juntar para ir a la guerra.
Pero no contaba con el buen humor de Dios que quiso darle una lección: “Y Yahvé dijo a Gedeón: el pueblo que está
contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en sus manos, no sea que
se alabe Israel contra mí diciendo: Mi mano me ha salvado” (Jc 7,2).
Entonces Dios le ordena a Gedeón que anuncie que quien tuviera temor de ir la
guerra podía regresarse a su casa. Así se retiraron 22,000 y quedaron 10,000,
aquí Gedeón debió sufrir un golpe a su credibilidad terrible y aparte nos habla
de una población (el 68%) que no está mucho por la faena.
Veamos la historia poco a poco, para disfrutar del momento. Gedeón y su gente se levantaron de
mañana y acamparon en la fuente de Harod (¿Ain
Gialud? ¿Ain Tubaun?), mientras que los madianitas lo hicieron en la llanura
al pie de la colina de Moré (Nebí Dahi de
los árabes y Pequeño Hermán de los
cristianos). Dios mandó a Gedeón que redujera los efectivos de su ejército.
Quiere que el pueblo sepa que no tiene necesidad de él para ganar una batalla y
deshacer un ejército, aunque los enemigos sean tan “numerosos como langostas” y
dispongan de innumerables camellos “como las arenas del mar” (v.12). “Nada le
impide (a Yahvé) salvar con muchos o con pocos” (1 S 14,6; Dt 8,11; 18; 9,4-5;
Is 10:13-15; 59,16; 63,5; Am 6,13). Por lo mismo, le manda, aludiendo a Dt 20,8,
que retire a todos los que teman y tengan miedo. Es decir, frente a un ejército superior y cuando ves que te van
a destrozar, te dan vía libre para que te vayas (¿psicología inversa?).
Gedeón “tomó de manos
del pueblo” (según corrección de Kittel) sus cántaros y trompetas, que entregó
a los trescientos hombres, mandando los restantes a sus casas, curiosamente el
número de voluntarios que se ofrecieron a Gedeón parece excesivo.
Aunque estaban en desventaja con respecto a los madianitas, Gedeón pudo
haber pensado; “Bueno ahora iré la guerra con estos”. Pero Dios le dijo: “Aún es mucho el pueblo, llévalos a las aguas
y allí los probaré” (Jc 7,4) Dios
seleccionó entonces sólo a trescientos hombres. ¿Se estaba riendo Dios de
Gedeón? Pues la Biblia registra que “los
madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente estaban tendidos sobre el
valle como langostas en multitud, y sus camellos eran innumerables como la
arena que está a la ribera del mar en multitud” (Jc 7,12) ¿Qué eran
trescientos hombres para este tremendo ejército de enemigos? Pero Dios haría
reír a Gedeón, quien sabe si con risa histérica, cuando dividió a su pequeño
ejército en tres escuadrones alrededor del campamento enemigo, y tocando las
trompetas y dando gritos, y quebrando sus cántaros con teas encendidas hicieron
huir a todo el ejército como Dios había planificado. La pregunta que siempre me
ha asaltado es… ¿que pensarían los 300? El ver que el 68% de los compañeros de
armas se van ya es un golpe que desmoraliza a cualquier ejército, pero si
encima el 97% de los que quieren luchar no pelean porque Dios no quiere…
¿Estamos ante un acto de fe de Gedeón o de los 300? ¿Y qué pasa con los que
tienen que pelear?
Gedeón quiso ver con
sus propios ojos las posibilidades del enemigo antes de decidirse a atacarlo
(Jc 7,16-22). En realidad temió al ver aquella muchedumbre y, por lo mismo,
quiso antes explorar la situación. Para poder oír lo que los soldados
madianitas hablaban entre sí, era necesario que se acercara mucho a sus
tiendas. Para los antiguos, Dios manifestaba su voluntad o descubría el futuro
por medio de los sueños (Gn 28,10-22; 1Re 3,5ss). El sueño que había tenido un
soldado madianita era significativo. La tienda era el símbolo de la vida nómada;
el pan de cebada simbolizaba la vida pobre de los pueblos sedentarios, como
eran los israelitas. El compañero a quien confió el sueño sacó la consecuencia
de que los israelitas, pueblo sedentario, destruirían al pueblo nómada, los
madianitas. Pero si soy veterano de guerra y me explican esto, lo primero es la
poca vigilancia en un ejército plantado frente a otro que permite a uno se
pasee por la noche espiando conversaciones ajenas (¿y si lo pillan por espía?),
aparte de ¿quién puede dormir en la situación en la que se encuentran?, hay que
tener un temple modelo bloque de hielo. Aunque claro, con 300 imperturbables no
hay nada que extrañarse.
El campamento de
Madián estaba en el valle (v.8), dominado por el campamento israelita. Gedeón
dividió a sus gentes en tres cuerpos (9,43; 1 S 11,11; 13,17) de cien hombres cada uno. Esta
maniobra era tanto más necesaria cuanto que debía dar al enemigo impresión de
un ejército numeroso y también para poder rodear al enemigo. Los combatientes
llevaban en una mano el cántaro que tenía una antorcha encendida dentro, o con
la antorcha en la otra mano, mientras que la trompeta colgaba del cinto. Una
vez rotos los cántaros, tomaron la trompeta en una mano y la tea en otra. No
crea dificultad el que ellos toquen la trompeta y griten, porque ambas acciones
deben concebirse sucesivamente y no simultáneas, pero no deja de ser cómico
atacar a los enemigos con un cazo y
cántaros y trompetas. Aquí habría que hacer un estudio serio sobre la manía
de atacar a los enemigos con música (¿tan mal tocaban?) y con resultados
sorprendentes, como las murallas de Jericó.
Gedeón llegó a las
cercanías del campamento enemigo al comienzo de la segunda vigilia. Los hebreos
dividían la noche en tres vigilias de cuatro horas cada una: seis de la tarde a
diez; diez a dos; dos a seis de la mañana. El grito de guerra de los israelitas
era: “¡Por Yahvé y por Gedeón!” grito que refleja bien el carácter religioso de
la empresa y la confianza de los soldados en ganar “las batallas de Yahvé” (Nm
21,14; 1S 18,17; 25,28). El enemigo huyó por la llanura de Betsán a Bet
Hassita, en el valle del Jordán, hacia Sartán (Js 3,16; 1Re 4,12). Abel Mejola
se halla al sur de Bestán, en el valle del Jordán (1Re 4,12; 19,16)
Lo de la división en grupitos (7,16-22) podía ser ya una estrategia de esas novedosas, pero
la de ir atacando gritando por la noche… ¿contra qué tipo de ejército de
aficionados se han de enfrentar? Vale que sea una alegoría sobre el temor de
Dios sobre los enemigos, la protección del pueblo elegido que confía en Yahvé y
una prueba a la fe de Gedeón, pero hay maneras y maneras. Me imagino que Yahvé
se lo debió pasar en grande viendo como los 300 gritaban como posesos por el
miedo interno que deberían mientras atacaban y no digamos la cara de póker de
los 9700 que se quedaron en casita viendo los fuegos nocturnos... y como otros
se llevaban la gloria ¿que debieron de pensar?
Nacho Padró
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