El libro de Josué presenta un
conjunto de leyendas que reflejan recuerdos y conmociones vividas por Israel a
lo largo de siglos, causados por destrucciones de aldeas y matanzas de los
habitantes en diversas situaciones históricas. La composición del libro de
Josué responde a la necesidad de reivindicar la identidad israelita de todo el país y la
posesión de la tierra que fue concedida por Dios a Israel; necesidad que cuajó
en el siglo VII a.C. Y así, la larga lista de pueblos que se adjudican a la
porción de tierra asignada a la tribu de Judá en Js
15,21-62corresponde
en realidad a los límites del reino de Judá en tiempos del reinado del rey
Josías: 639-609 a.C.
Las excavaciones que se han
hecho hasta ahora de las antiguas ciudades israelitas han revelado una
cerámica, un tipo de vivienda, unos silos, para el grano que llevan a pensar
que hay una continuidad real entre las poblaciones cananeas y las israelitas:
dicho de otra manera: la mayoría de los israelitas son el resultado de un
desarrollo de una identidad étnica que provienen de la población cananea, con la
incorporación de pequeños grupos como el proveniente del éxodo. El grupo
proveniente del éxodo lleva con él una experiencia de fe extraordinaria y la irá
difundiendo a través del tiempo al conjunto de la población israelita, que irá
evolucionando a lo largo de su historia, con altos y bajos, pero progresando siempre.
El paso de cananeos a israelitas se produjo en las zonas montañosas en torno al1200
a.C. Su estructura básica estaba formada por campesinos y pastores de ovejas y
cabras, es decir, que en términos económicos se podría hablar de una economía
básicamente de subsistencia. Probablemente hubieses muchos elementos nómadas en
proceso de sedentarización. Un ejemplo se encuentra en la aldea de Izbet Sartah de la época del
Hierro II (1150-900 a.C). Para redondear
el tema de la “conquista” citemos Js 13,1-6 donde se admite que
hay territorios que no han sido conquistados.
En este contexto de conquista, que
a unos espías se les envíe secretamente a observar una tierra y que en
cumplimiento de la misión militar lo primero que hacen es meterse en casa de
una prostituta y que no han pasado dos renglones en el relato cuando ya el rey
del lugar sabe que los agentes secretos están en su territorio, muestra la
ineptitud militar de un pueblo cuyo último trabajo fue fabricar ladrillos:
Israel en Egipto. Esa es la historia del capítulo dos de Josué
Js 2 se lee normalmente como la
historia de Rahab porque es el personaje de fuera de Israel que
domina el capítulo, ¡y a todos los otros personajes que allí aparecen! Ella es
la prostituta que escondió a los espías, pero que gracias a su conocimiento de
Yahvé, por lo que había oído, logró hacer una negociación con los espías, parte
en su casa, y la otra parte cuando los espías estaban probablemente colgados de
una cuerda recibiendo de la mujer las instrucciones de cómo escapar y salvar
sus propias vidas. Ella es sin duda la protagonista que brilla mucho más
todavía gracias a la cómica incompetencia de los espías secretos.
El Israel que dibuja esta historia
no tiene ni las armas, ni el conocimiento, ni la experiencia militar para
llevar a cabo lo que se propone: conquistar la tierra de Canaán, por lo que
necesita de todo tipo de ayudas, divinas y no divinas. Esta historia de los
espías es una entre varias ilustraciones de esa realidad que la historia
bíblica comunica de varias maneras. Sirve para recordarle a Israel lo que el
pueblo de Dios tiende a olvidar con demasiada frecuencia: ni somos muchos ni
somos poderosos. De Israel dice: que es “el más pequeño de todos los pueblos”
(Dt. 7,7). El Señor no lo escogió por números (lo que significaba la posibilidad
de tener un ejército muy grande y poderoso), lo escogió por amor. En cambio,
los pueblos que Israel debe enfrentar son numerosos, algunos gigantes, y otros
muy poderosos militarmente.
Por lo tanto, si Israel algo es o
llega a ser o a hacer, es por la gracia y el poder de Dios. La lección fue
importante para toda la historia de Israel: para salir de Egipto, para entrar a
la tierra de Canaán, para permanecer en la tierra, para sobrevivir en el exilio
y para regresar a la tierra después del exilio. En este caso ese mensaje se
comunica por medio del humor. Y humor a costa de ellos mismos pues no se están
burlando de los cananeos, cosa muy normal en el humor hebreo como ya hemos
visto.
La historia de Js 2 es en efecto
una expresión de lo que afirma también Deuteronomio: las promesas de Dios se
pueden cumplir a pesar de la ineptitud de dos espías que reciben de una cananea
una clase de teología y otra de sagacidad. La mujer afirma inequívocamente
quién es Yahvé y qué se propone; la mujer logra una excepción a la regla de no
hacer pactos con cananeos gracias a la única condición bíblica para tal
excepción: la fe del extranjero.
Tenemos pues en Josué la historia
de un fracaso exitoso. Los que no saben de espionaje logran cumplir su misión
gracias a la astucia de una mujer cananea que parece conocer de Yahvé más que
los mismos espías. Para salvar sus vidas, la mujer debe traicionar a su propio
rey; los israelitas para salvar las suyas deben pactar con una mujer que está
en la lista de los prohibidos. ¿No resulta esto bastante cómico o irónico?
Nacho Padró
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