No podemos negar la influencia, sobretodo cultural,
de los griegos sobre todo el arco mediterráneo. Veamos como era su sentido del
humor y si algo se contagian a las culturas influenciadas. En Grecia en general
la risa fue entendida según algunos autores (McFadden) dentro de la conducta
cómica, como un ̉ήθοσ (ethos) humano, tal cual fue usado el término por Platón
y Aristóteles. El núcleo de la retórica clásica para los discursos y escritos
cómicos aparece primeramente en Platón y en Aristóteles, aunque con
anterioridad ya se habían registrado algunas sentencias en general de tipo
prescriptivas.
Podemos decir que los primeros fragmentos en donde
existen referencias al tema, los encontramos en los presocráticos, que aparecen
citados por otros autores, en donde se ven ciertos esbozos o comentarios
relacionados con algún planteo teórico incipientemente con relación al humor y
la risa. Entre las referencias que se conservan una de las citas más antiguas
podemos encontrarla en un fragmento atribuido a Heráclito (h. 536, h. 470 a.
C.) que dice: “Non convenit ridiculum esse ita ut ridiculus ipse videaris”, que
podríamos traducir como: “No conviene ser tan ridículo hasta que tú mismo
parezcas ridículo”. En Ética a Nicómaco, Aristóteles, cita a un amigo de Zenón
que dice: “Sé alegre así puedes ser serio” que permitiría dar
seriedad a un asunto considerado de segunda categoría. Otra sentencia
proclamaba “Moderación en la risa y en el vino”. Demócrito de Abdera (h. 460,
h. 370 a. C.) por algunos testimonios era considerado “el filósofo que ríe”
pues reía muy a menudo irónicamente ante la marcha del mundo, y
decía que la risa torna sabio. Por el contrario Séneca dice de Demócrito que es
compasivo82, en cambio Juvenal lo presenta riéndose en una procesión.
Según algunas versiones parece que Demócrito incluso escribió un tratado sobre
la risa. Algunos especialistas llegan a afirmar que algunos
sofistas se relajaban mediante la risa como preparación para otras actividades.
Para Sócrates la risa es entendida como un placer mixto, consideración que
desarrollará posteriormente Platón, supuestamente no podemos reírnos de la
ignorancia pero lo hacemos, parece que es el deporte nacional de los humanos.
Y sobre la
risa en el mundo heleno, así como en el hebreo, como ya veremos, hay una clara
diferenciación entre dos tipos de risa. En griego, las palabras para designar
‘risa’ son ‘γελάω’ (gelao) y ‘καταγελάω’ (katagelao), la primera se utiliza
para el reír de alegría fundamentalmente, de hecho es el mismo verbo que se
utiliza para ‘brillar’ y ‘resplandecer de alegría’, en cambio la última se
usaba principalmente para la risa en su aspecto negativo, denigrante, se
utilizaba para hacer alusión a ‘reírse de alguien’ o ‘burlarse de algo o
alguien’. En griego se utiliza el prefijo ‘κατα’ (cata) para hacer referencia a
las cosas que van cayendo, lo que va de arriba hacia abajo, lo que se subvierte
y se utiliza para cuando las cosas quedan invertidas o dadas vuelta, tal es el
caso de ‘catástrofe’, ‘ςτρωφάω’ (strofao) es girar, voltear, volver, y ‘κατα’
(cata) de arriba para abajo, cuando todo queda girado al revés.
Ahora sí podemos reconstruir la significación de ‘γελάω’
(gelao) y ‘καταγελάω’ (katagelao), cuando se habla de la primera, tenemos la
risa en su vertiente feliz, alegre; en cambio cuando lo que brilla es
subvertido ‘καταγελάω’ (katagelao) y queda al revés podemos decir que tenemos
la risa denigrante, humillante, hiriente. Esta posible interpretación
etimológica, pareciera mostrarnos que la verdadera naturaleza de la risa para
los griegos era de matiz positivo, asociada con la alegría y sólo si ese orden
era subvertido es que la risa cobraba el sesgo negativo. En función de esto es
que ahora podemos iluminar los pasajes bíblicos del Génesis sobre la risa de Sara,
pareciera ser que la ‘risa burlona’ de Sara que ofende a Dios, es ‘καταγελάω’
(katagelao), en cambio la ‘risa alegre’ de Abraham es ‘γελάω’ (gelao).
Como ya vimos en el apartado de la literatura
cómica, esta se encuentra muy bien representada ya incluso con el formal Homero
y su supuesta obra paródica de las Batracomiomaquia
y una mención especial debe tener la comedia griega, que cuenta con uno de los
grandes exponentes en Aristófanes (h. 445 h. 386 a. C.) quien en sus comedias
hizo críticas sociales y costumbristas con gran inventiva, sus obras tienen un
espíritu mordaz, en Las nubes por
ejemplo hay una particular caracterización y satirización de Sócrates y los
sofistas.
La teoría de Aristóteles (384 a 322 a. C.) con
relación a lo cómico, el humor y la risa la conocemos básicamente por
referencias de comentadores ya que la obra que él escribió específicamente al
respecto está perdida, aunque también aparece mencionado el tema en la Poética,
la Retórica y en Ética a Nicómaco. En ellas Aristóteles reconoce
un principio estético en la risa, señala la diferencia entre la comedia
injuriosa y la adecuada, establece asimismo una diferencia entre la tragedia y
la comedia, esta última se ocupa, según él, de caracteres de un tipo inferior.
Desde el punto de vista estético, lo risible es una subdivisión de lo feo, es
entendido como un defecto, malformación o fealdad, pero no lo relaciona con el
sufrimiento como lo hacía Platón. En la Poética86 señala que las
máscaras del cómico son feas, deformes, distorsionadas, pero no producen
sufrimiento, al referirse a las comedias, dice que las mismas presentan a los
hombres peores de lo que son en la vida real, a diferencia de las tragedias que
los representan mejores. Sólo hay dos géneros respetables que son la Tragedia y
la Epopeya; incluso Aristófanes es criticado por Aristóteles, quien considera
que algunas obras de este comediógrafo son vulgares y ofensivas.
Según considera Aristóteles, la malicia o maldad, la
cual hacía referencia Platón, también puede jugar un papel en la risa, en esos
casos se trata de una desviación de lo vil y debe ser evitada, ya que
éticamente es indeseable. Permanentemente busca el equilibrio y su concepción
de ‘término medio’ también aparece aquí, dice en Ética a Nicómaco Libro IV:
“Los que se exceden en sus gracias aparecen como bufones y vulgares, perseveran
en sus chistes a toda costa, tratando más de provocar risa que de decir lo
correcto y evitar sufrimiento a sus víctimas. Pero aquellos que no dicen nunca
cosas graciosas y que se fastidian con quienes lo hacen parecen ser salvajes y
rígidos. Mas aquellos cuyos chistes son de buen gusto son llamados ingeniosos
por ser inteligentes y vivaces”.
En Ética a Nicómaco se puede intuir la idea que la
mayoría de las personas experimentan más placer del debido en la diversión y
las bromas, y que éstas son una forma de injuria, que los legisladores que
prohíben ciertos tipos de abusos quizás debieran prohibir. La ironía para
Aristóteles tendría un aspecto despreciativo y otro útil, él conocía el valor
que el humor y la risa tenían en la oratoria, sabía que podía conquistar y
provocar pasiones.
En la Retórica citando a Gorgias, uno de los más
famosos sofistas, refiere que este decía que “se debe matar la seriedad del
oponente con las bromas y sus chistes con seriedad”. Aristóteles al igual que
Platón influyeron fuertemente a la cultura occidental, pero particularmente el
prestigio que Aristóteles tuvo fundamentalmente con el reingreso de sus obras a
Europa, hicieron que Umberto Eco, un medievalista reconocido, escribiera (en el
diálogo final entre Guillermo de Baskerville y Jorge el bibliotecario ciego,
cuando el primero descubre las verdades que escondía el laberinto y la torre de
la biblioteca):
“- Hay muchos otros libros que hablan de la comedia,
y también muchos otros que contienen el elogio de la risa. ¿Por qué este te infundía
tanto miedo?
- Porqué era del Filósofo.
Cada libro escrito por ese hombre ha destruido una parte del saber que la
cristiandad había acumulado a lo largo de los siglos....
- ¿Por qué temes tanto a este
discurso sobre la risa? No eliminas la risa eliminando este libro.
- No, sin duda. La risa es la
debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne. Es la distracción del
campesino, la licencia del borracho... la risa sigue siendo algo inferior,
amparo de los simples, misterio vaciado de sacralidad para la plebe... Pero
aquí, aquí... –y Jorge golpeaba la mesa con el dedo, cerca del libro que
Guillermo había estado hojeando- aquí se invierte la función de la risa, se la eleva
a arte... La risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de
los tontos también el diablo parece pobre y tonto, y, por tanto, controlable.
Cuando ríe... el aldeano se siente amo porque ha invertido las relaciones de
dominación... la risa sería el nuevo arte capaz de aniquilar el miedo... Y este
libro, que presenta como milagrosa medicina a la comedia, a la sátira y al
mimo, afirmando que pueden producir la purificación de las pasiones a través de
la representación del defecto, del vicio, de la debilidad, induciría a los
falsos sabios a tratar de redimir (diabólica inversión) lo alto a través de la
aceptación de lo bajo.”
Estas
geniales líneas aportan el dato que permite entender el porqué del enojo, la
risa subvierte el orden establecido y disipa el temor de Dios, la risa nos da
poder y nos libera, permitiendo apropiarnos de las situaciones difíciles, ya no
somos pacientes, al reírnos somos agentes que controlan la situación, nos
acercamos peligrosamente a sentirnos como dioses.
La influencia
helénica sobre la literatura hebrea es bastante extensa. En
el contexto del primer influjo del helenismo surge el libro de Qohelet, una
obra extrañísima, que rezuma escepticismo y desengaño. A lo largo de este
período se cierra también la colección de los salmos, y se recogen una serie de
cantos de amor tradicionales que van a configurar el “Cantar de los cantares” .
Durante la etapa
helenística proliferan las escuelas rabínicas, dedicadas al estudio de la
Torah. En una de ellas surge el libro del Eclesiástico (Sirácida), que recoge
las enseñanzas de Jesús Ben Sira, maestro de Jerusalén. Redactado en torno al
año 200 a.C. y traducido al griego en Alejandría, se difundió sobre todo entre
los judíos de la diáspora Consiste en una especie de enciclopedia sapiencial,
que contribuyó a alimentar la piedad judía, igual que otro libro de esta época,
el de Tobías, una “novela ejemplar” ambientada en Nínive (y por ello
especialmente atractiva para los de la diáspora). Ninguna de las dos obras ha sido
admitida en el canon judío.
Posteriormente
tenemos los sucesos relacionados con la revolución asmonea que no fueron
meramente una guerra de liberación contra las autoridades de Antioquía, sino
que dieron lugar a una importante reflexión sobre esos mismos sucesos a la luz
de la fe. En estos tiempos conflictivos, la espiritualidad judía acentúa la
invitación a confiar en Dios y en su intervención salvadora en favor de los
justos; tal es el humus en el que se va a desarrollar la literatura
apocalíptica. Ya no hay profetas que puedan iluminar, con la luz de Dios, la
oscuridad en que camina el pueblo; por eso se escriben libros evocando a los
grandes testigos del pasado (Elías, Moisés, Enoc, incluso Adán y Eva...), a los
cuales, por su cercanía a Dios, se les considera capaces de predecir el futuro.
La literatura
apocalíptica también ha encontrado su lugar en la Biblia: a este género
pertenecen la segunda parte del libro de Zacarías (capítulos 9 al 14) y, sobre
todo, diversas secciones del libro de Daniel. Este es un texto complejo, con
diversos estratos redaccionales, y con una posible base histórica muy escasa
(el protagonista es un judío llamado Daniel que vive en Babilonia en la época
del destierro).
Otro libro
escrito en esta etapa helenística es el libro de Ester, una novela “ejemplar”,
probablemente con algún fondo histórico, que muestra cómo Dios interviene en
favor de su pueblo oprimido. La parte hebrea del libro no contiene,
curiosamente, ninguna alusión de tipo religioso, y más bien da la impresión de ser
un canto a la venganza; en cambio, la sección escrita en griego, más piadosa,
incluye numerosas oraciones. El libro de Ester se lee en la fiesta llamada
Purim (“las suertes”), fiesta de origen desconocido, aunque ciertamente
posterior al exilio, y que tiene que ver con la costumbre babilonia de “echar
las suertes” en la primavera, al comienzo del año astrológico. Naturalmente, el
judaísmo ha reinterpretado esta fiesta pagana, dándole otro sentido, pero aún
quedan en el libro ciertas reminiscencias babilónicas.
El libro de
Judit (“la judía”), novela escrita para alentar a los participantes en la
rebelión asmonea, es una exaltación de la debilidad judía (Judit) frente a la
fuerza de las grandes potencias (Holofernes). En el trasfondo de la narración
se mezclan, de manera poco histórica, elementos de los diversos imperios que
habían dominado el Oriente en los siglos anteriores (Asiria, Babilonia, Persia,
Grecia...). Los libros posteriores, como el de Baruc, la “carta de Jeremías” o
el libro de la Sabiduría, escrito en griego en torno al año 60 a.C., ya no
serán incluidos en el canon judío.
Nacho Padró
No hay comentarios:
Publicar un comentario