Uno de los temas más
reiterados en el Antiguo Testamento es la Fe en Dios, pero no una fe
superficial y transitoria sino una fe a prueba de bombas, de aquellas que son
la parte nuclear de la persona. Para ello a los elegidos (o según como se vea
víctimas) se les pone a prueba como demostración del nivel de fe que se ha de
tener. Recordemos algunos casos significativos como Isaac y su sacrificio, el
pobre Job, David contra Goliat, Moisés. Es posible que el autor o los diferentes
autores de esas pruebas de fe busquen en la narración conseguir hacer llegar
esa sensación, pero a veces proyecta una imagen algo especial sobre este Dios
que pone unas pruebas algo sádicas o que pueden llegar a ser algo curiosas. Una
de estas pruebas es la construcción del Arca de Noé, una historia Universal,
presente en muchas culturas y que ha llegado a implicar a serios investigadores
en la búsqueda de una posible inundación planetaria global.
No voy a entrar a
discutir en la relación del texto con otros posibles textos sumerios, pero sí
que desde el punto de vista del lector nos encontramos con una imagen que
mostraría que Dios tiene un sentido del humor tremendo. Nos centraremos en
el Gn 6, 5-22; 7,1-16 y más en concreto
del Gn 9-22 donde se especifican las instrucciones de Dios a Noé
El
autor hace la presentación de Noé como justo, ejemplar para sus contemporáneos,
pues “siempre anduvo con Dios” (v.9). La
frase se aplica al que en su conducta se amolda a las exigencias de la voluntad
divina. El nombre de Noé es relacionado en Gn 5,29 con la idea de consuelo. Es una etimología popular pues en
hebreo nuaj significa descanso.
Los
nombres de los tres hijos de Noé parecen relacionarse también con explicaciones
populares: Sem (lit. nombre) parece
aludir al carácter renombrado de la raza privilegiada semita, de la que había
de salir el pueblo elegido; Cam parece
aludir al color de la piel de los camitas (jam
= calentado por el sol; confrontar con Js 9,12); Jafet parece aludir a la belleza de los componentes de la raza aria (yafet = hermoso).
De
nuevo el autor sagrado insiste en la corrupción general de la tierra, que por metonimia simboliza a los
hombres pecadores. Quiere dejar bien sentado que el diluvio es un castigo por
los pecados de la humanidad depravada: “toda carne había corrompido su camino” (v.12). La palabra carne aquí tiene el sentido general de ser humano, como aparece en
el v.13: “el fin de toda carne ha llegado ante mí.”
Después
se determinan las medidas y distribución del arca, en la que se han de salvar
Noé y su familia, aunque se ha de tener en cuenta que la palabra hebrea. Tebah, que se traduce comúnmente por arca (en gr. es Κιβοτων), es traducida
por muchos por nave, conforme al tebítu asirio, que significa nave. Será
de maderas resinosas o confieras,
concretamente en
hebreo. Gofer, que parece ser el giparu asiro-babilónico hace referencia
a una conífera muy concreta, el ciprés, con diversos compartimientos.
Las dimensiones son: “300 codos de largo, 50 de ancho y 30 de alto, lo que nos
da una nave de 150 metros de largo, 25 de ancho y 15 de alto” (v.17). El arca
debe tener tres pisos de cinco metros de altura cada uno. Después se da la
razón de haber mandado construir el arca: va a enviar el diluvio, y Dios ha
hecho alianza con Noé (v.18) para liberarle de la catástrofe con su familia. Es
la primera vez que en la Biblia se habla de una alianza de Dios con los
hombres. En 9,9 se vuelve a hablar de esta alianza. Una vez anunciada esta
alianza de salvación, Dios ordena a Noé que introduzca en el arca parejas de
todos los animales (v.20), sin duda para salvar las especies del reino animal.
Además, debe proveer de alimentos para su familia y para los animales. Noé
cumplió puntualmente todo lo que se le había ordenado. El autor sagrado narra
estos hechos con la mayor naturalidad, sin parar mientes en los problemas que
había que resolver: una nave de las proporciones de un transatlántico moderno,
jamás lograda por la ingeniería naval. Por otra parte está el insoluble
problema de reclutar una pareja de las distintas especies de animales, hacerles
convivir en el arca y después buscarles comida para todos. Únicamente si se
restringe la concentración de animales a los domésticos es verosímil el relato.
Pero el hagiógrafo describe con naturalidad los mayores milagros, que
ciertamente para la omnipotencia divina son muy fáciles, pero no los suele
multiplicar con facilidad. Y, por otra parte, hemos de tener en cuenta que el
relato se sitúa en plena prehistoria, cuando aún no se conocía el uso de los
metales. ¿Cómo hacer una nave tan grande sin instrumentos metálicos? El
hagiógrafo, como en otros relatos, traslada modos de vida de su tiempo a las
edades prehistóricas. El sentido de precisión histórica no suele ser
característica de los escritores antiguos.
Vemos, por la narración, que Dios estaba cansado de que no se
respetasen los valores familiares en la Tierra y todo el mundo se pusiera a
fornicar indiscriminadamente, en una explosión de mestizaje y tolerancia que
parece que al Hacedor nunca le ha gustado lo más mínimo. Las funestas
consecuencias de haber comido fruta prohibida un malhadado día en el Paraíso
comenzaban a expandirse por la Creación, y la gente incluso se casaba con personas
de otros países y tanta ignominia, como era de esperar, tuvo una respuesta
inmediata por parte del Todopoderoso, quien, haciendo honor a su nombre, tuvo
una sabia decisión: destruir todo rastro de vida en la Tierra.
Pero, cuando Dios tenía asumido que
todos los hombres eran unos corruptos, Sus ojos fueron a pararse en Noé. Este
era una excepción a la regla, puesto que, a sus 600 años jamás había pecado; es decir, podía atestiguar
su linaje de pura raza, una sangre pura y nunca manchada por las perniciosas
relaciones no incestuosas con ninguna mujer; Noé creía en Dios, y por eso había
dedicado su vida a la Familia. Tenemos un héroe que mantiene su fe en actos y
pensamientos al que Yahvé va a poner a prueba la fuerza de su Fe (y eso que era
el único en todo el planeta, da la sensación que nos quería eliminar si o si).
Se puede entender que la referencia a los 600 años es un dato simbólico, pero
por eso mismo dentro de la historia el simbolismo cobra más fuerza: Dios
realmente tiene respeto por los nobles ancianos a los que encarga trabajos a la
altura de las circunstancias. Recordemos que entra en el arca con su familia,
pero se dice que la construye solo y tan claro queda eso en la conciencia
colectiva que todas las referencias, narraciones y películas posteriores nos
muestran a Noé haciendo el Arca sólo… a su venerable edad.
Así que Dios, que aprieta pero no
ahoga (al menos hasta entonces), decidió que Noé y su familia merecían
salvarse, y con ellos al menos una pareja de cada especie animal. Como Dios había
decidido, en una línea muy hollywoodiense, destruir a la Humanidad mediante un
Diluvio, Noé se encargó, además de la búsqueda de animales, de construir un
Arca para meterlos en algún sitio. La verdad, no sabemos si Noé era muy
inteligente, pero desde luego era totalmente fiel a Dios, porque eso de buscar
contrarreloj un montón de bichos y construir al mismo tiempo un arca para
meterlos a todos tiene mucho mérito, más suponiendo que lo hizo solo. A sus 600
años Noé se puso a buscar siete parejas de cada especie de animales “puros” y
una de cada una de las especies “impuras”.
Hasta aquí la bonita
narración llena de curiosas situaciones que ensalzan al pobre Noé, ya no tanto
como héroe sino casi a nivel de mártir bendito. Lo que siempre, siempre me ha
sorprendido es la imagen de la construcción del Arca: Noé construyó una nave de
tres pisos para acomodar a todas las bestias. Es preciso aclarar que la
mencionada Arca se construyó en mitad de la meseta muy alejada del mar, con lo
que podemos imaginarnos las risas que se echarían los corruptos humanos al ver
a un señor de 600 años metiendo toda clase de bichos en un barco (aún no
existían los zoológicos). Pero Noé, ya lo hemos dicho, profesaba una acrisolada
fidelidad al Señor, así que no creemos que le importase demasiado, eso sí, nada
se habla de las impresiones de la familia, que como mínimo deberían tener una
Fe igual que la del patriarca, así que su mérito nos les faltaba, no me imagino
a los pobres familiares aguantando el chaparrón de bromas estoicamente. La
imagen, en la mente a los que se les explicaba esta narración, no debería tener
precio.
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