jueves, 17 de julio de 2014

Noé, un marinero con mucha fe

Uno de los temas más reiterados en el Antiguo Testamento es la Fe en Dios, pero no una fe superficial y transitoria sino una fe a prueba de bombas, de aquellas que son la parte nuclear de la persona. Para ello a los elegidos (o según como se vea víctimas) se les pone a prueba como demostración del nivel de fe que se ha de tener. Recordemos algunos casos significativos como Isaac y su sacrificio, el pobre Job, David contra Goliat, Moisés.  Es posible que el autor o los diferentes autores de esas pruebas de fe busquen en la narración conseguir hacer llegar esa sensación, pero a veces proyecta una imagen algo especial sobre este Dios que pone unas pruebas algo sádicas o que pueden llegar a ser algo curiosas. Una de estas pruebas es la construcción del Arca de Noé, una historia Universal, presente en muchas culturas y que ha llegado a implicar a serios investigadores en la búsqueda de una posible inundación planetaria global.
No voy a entrar a discutir en la relación del texto con otros posibles textos sumerios, pero sí que desde el punto de vista del lector nos encontramos con una imagen que mostraría que Dios tiene un sentido del humor tremendo. Nos centraremos en el  Gn 6, 5-22; 7,1-16 y más en concreto del Gn 9-22 donde se especifican las instrucciones de Dios a Noé
El autor hace la presentación de Noé como justo, ejemplar para sus contemporáneos, pues “siempre anduvo con Dios” (v.9). La frase se aplica al que en su conducta se amolda a las exigencias de la voluntad divina. El nombre de Noé es relacionado en Gn 5,29 con la idea de consuelo. Es una etimología popular pues en hebreo nuaj significa descanso.
Los nombres de los tres hijos de Noé parecen relacionarse también con explicaciones populares: Sem (lit. nombre) parece aludir al carácter renombrado de la raza privilegiada semita, de la que había de salir el pueblo elegido; Cam parece aludir al color de la piel de los camitas (jam = calentado por el sol; confrontar con Js 9,12); Jafet parece aludir a la belleza de los componentes de la raza aria (yafet = hermoso).
De nuevo el autor sagrado insiste en la corrupción general de la tierra, que por metonimia simboliza a los hombres pecadores. Quiere dejar bien sentado que el diluvio es un castigo por los pecados de la humanidad depravada: “toda carne había corrompido su camino” (v.12). La palabra carne aquí tiene el sentido general de ser humano, como aparece en el v.13: “el fin de toda carne ha llegado ante mí.”
Después se determinan las medidas y distribución del arca, en la que se han de salvar Noé y su familia, aunque se ha de tener en cuenta que la palabra hebrea. Tebah, que se traduce comúnmente por arca (en gr. es Κιβοτων), es traducida por muchos por nave, conforme al tebítu asirio, que significa nave. Será de maderas resinosas o confieras, concretamente en hebreo. Gofer, que parece ser el giparu asiro-babilónico hace referencia a una conífera muy concreta, el ciprés, con diversos compartimientos. Las dimensiones son: “300 codos de largo, 50 de ancho y 30 de alto, lo que nos da una nave de 150 metros de largo, 25 de ancho y 15 de alto” (v.17). El arca debe tener tres pisos de cinco metros de altura cada uno. Después se da la razón de haber mandado construir el arca: va a enviar el diluvio, y Dios ha hecho alianza con Noé (v.18) para liberarle de la catástrofe con su familia. Es la primera vez que en la Biblia se habla de una alianza de Dios con los hombres. En 9,9 se vuelve a hablar de esta alianza. Una vez anunciada esta alianza de salvación, Dios ordena a Noé que introduzca en el arca parejas de todos los animales (v.20), sin duda para salvar las especies del reino animal. Además, debe proveer de alimentos para su familia y para los animales. Noé cumplió puntualmente todo lo que se le había ordenado. El autor sagrado narra estos hechos con la mayor naturalidad, sin parar mientes en los problemas que había que resolver: una nave de las proporciones de un transatlántico moderno, jamás lograda por la ingeniería naval. Por otra parte está el insoluble problema de reclutar una pareja de las distintas especies de animales, hacerles convivir en el arca y después buscarles comida para todos. Únicamente si se restringe la concentración de animales a los domésticos es verosímil el relato. Pero el hagiógrafo describe con naturalidad los mayores milagros, que ciertamente para la omnipotencia divina son muy fáciles, pero no los suele multiplicar con facilidad. Y, por otra parte, hemos de tener en cuenta que el relato se sitúa en plena prehistoria, cuando aún no se conocía el uso de los metales. ¿Cómo hacer una nave tan grande sin instrumentos metálicos? El hagiógrafo, como en otros relatos, traslada modos de vida de su tiempo a las edades prehistóricas. El sentido de precisión histórica no suele ser característica de los escritores antiguos.
Vemos, por la narración,  que Dios estaba cansado de que no se respetasen los valores familiares en la Tierra y todo el mundo se pusiera a fornicar indiscriminadamente, en una explosión de mestizaje y tolerancia que parece que al Hacedor nunca le ha gustado lo más mínimo. Las funestas consecuencias de haber comido fruta prohibida un malhadado día en el Paraíso comenzaban a expandirse por la Creación, y la gente incluso se casaba con personas de otros países y tanta ignominia, como era de esperar, tuvo una respuesta inmediata por parte del Todopoderoso, quien, haciendo honor a su nombre, tuvo una sabia decisión: destruir todo rastro de vida en la Tierra.
Pero, cuando Dios tenía asumido que todos los hombres eran unos corruptos, Sus ojos fueron a pararse en Noé. Este era una excepción a la regla, puesto que, a sus 600 años  jamás había pecado; es decir, podía atestiguar su linaje de pura raza, una sangre pura y nunca manchada por las perniciosas relaciones no incestuosas con ninguna mujer; Noé creía en Dios, y por eso había dedicado su vida a la Familia. Tenemos un héroe que mantiene su fe en actos y pensamientos al que Yahvé va a poner a prueba la fuerza de su Fe (y eso que era el único en todo el planeta, da la sensación que nos quería eliminar si o si). Se puede entender que la referencia a los 600 años es un dato simbólico, pero por eso mismo dentro de la historia el simbolismo cobra más fuerza: Dios realmente tiene respeto por los nobles ancianos a los que encarga trabajos a la altura de las circunstancias. Recordemos que entra en el arca con su familia, pero se dice que la construye solo y tan claro queda eso en la conciencia colectiva que todas las referencias, narraciones y películas posteriores nos muestran a Noé haciendo el Arca sólo… a su venerable edad.
Así que Dios, que aprieta pero no ahoga (al menos hasta entonces), decidió que Noé y su familia merecían salvarse, y con ellos al menos una pareja de cada especie animal. Como Dios había decidido, en una línea muy hollywoodiense, destruir a la Humanidad mediante un Diluvio, Noé se encargó, además de la búsqueda de animales, de construir un Arca para meterlos en algún sitio. La verdad, no sabemos si Noé era muy inteligente, pero desde luego era totalmente fiel a Dios, porque eso de buscar contrarreloj un montón de bichos y construir al mismo tiempo un arca para meterlos a todos tiene mucho mérito, más suponiendo que lo hizo solo. A sus 600 años Noé se puso a buscar siete parejas de cada especie de animales “puros” y una de cada una de las especies “impuras”.
Hasta aquí la bonita narración llena de curiosas situaciones que ensalzan al pobre Noé, ya no tanto como héroe sino casi a nivel de mártir bendito. Lo que siempre, siempre me ha sorprendido es la imagen de la construcción del Arca: Noé construyó una nave de tres pisos para acomodar a todas las bestias. Es preciso aclarar que la mencionada Arca se construyó en mitad de la meseta muy alejada del mar, con lo que podemos imaginarnos las risas que se echarían los corruptos humanos al ver a un señor de 600 años metiendo toda clase de bichos en un barco (aún no existían los zoológicos). Pero Noé, ya lo hemos dicho, profesaba una acrisolada fidelidad al Señor, así que no creemos que le importase demasiado, eso sí, nada se habla de las impresiones de la familia, que como mínimo deberían tener una Fe igual que la del patriarca, así que su mérito nos les faltaba, no me imagino a los pobres familiares aguantando el chaparrón de bromas estoicamente. La imagen, en la mente a los que se les explicaba esta narración, no debería tener precio.


Nacho padró 

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