Elías, en
hebreo ́Eliyah, significa “mi Dios es Yahvé”. A través del episodio del
enfrentamiento en el Carmelo (1Re 18) podemos captar las tensiones de la fe
yahwista con el baalismo ampliamente extendido. La experiencia del grupo del
desierto va aflorando en diversos lugares; fue una experiencia fundacional,
capital, definitoria, y se irá difundiendo. Las chispas de la fe – encendidas
en el grupo de Moisés y el éxodo – empujan a la búsqueda de Dios y se abren a
la revelación. Pero los obstáculos son muchos: henoteísmo, politeísmo,
idolatría, afán de manipular a la divinidad y domesticarla con los ritos,
objetos mágicos... La lucha por abrirse paso será larga i abrumadora. Una buena
muestra de ello lo tenemos en un texto atribuido a la tradición Y en la que las
afirmaciones y prohibiciones dejan entrever hasta qué punto las prácticas
idolátricas estaban enraizadas y amenazaban a la fe en Yahvé y sus ́asheras: “Demolerás
sus altares, trocearás sus mastabas talarás, no te prosternarás delante de otrońpor qué Yahvé tiene por nombre “celoso”, es un Dios celoso; no pactes alianzas
con los habitantes del país: ellos se prostituyen detrás de sus elohym y ofrecen a sus dioses sacrificios; te
invitarían y comerías de su sacrificio y tomarías a sus hijas para tus hijos y
sus hijas se prostituirían detrás de sus elohym y harían prostituirse a tus
hijos (Ex 34,13-16). La “matsebah” es una estela que representa a la divinidad
y la Asherah es una estaca sagrada símbolo de la diosa cananea de la fertilidad,
Asherah.
En
este ambiente no menos sorprendente es la historia del profeta Elías quien reta
a los profetas de Baal, para que el pueblo inestable e incrédulo vuelva a poner
su confianza en Yahvé (1Re 18,20-40). El profeta en esta ocasión sí llega a ser
irónico y se burla de ellos, cuando claman a Baal sin obtener respuesta: “Y
aconteció al mediodía que Elías se burlaba de ellos diciendo: “Gritad en alta voz, porque dios es; quizá
está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay
que despertarle. Y ellos clamaban a grandes voces, y se sajaban con cuchillos y
con lancetas conforme a su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos.”
(1Re 18,27-28) El pueblo de Dios no necesita ni de escenas ni gritos para ser
escuchado, con una oración sencilla y de corazón Yahvé responde con fuego del
cielo, confirmando así su presencia y omnipotencia (1Re 18,36-38). Esto es dar
una lección con la ironía como método pedagógico, sino miremos más atentamente.
El ministerio
profético de Elías, comienza en la época del reinado Acab, hijo de Omrí, que
gobernó en Israel entre el 874 a. C. y el 853 a. C. El
malvado rey Acab había llegado a ocupar el trono de Israel como en el año 874
a. C. Según encontramos en 1Re 16,30, Acab fue el más perverso de todos
los reyes de Israel. Su esposa, Jezabel, era hija del sacerdote y rey
pagano de Sidón. Acab se había entregado a servir a los ídolos de su
esposa. La adoración a Baal se había generalizado en Israel por
influencia de Acab. A causa de esa situación, el profeta Elías se
presentó ante el rey y retó a los 450 profetas de Baal, juntamente con todo el
pueblo, para que cada bando clamara y se manifestara quién era el verdadero
Dios
Los autores de
los Libros de Reyes, citan como fuente de sus relatos otro libro ahora
desconocido, "el libro de las crónicas de los Reyes de Israel (1Re22,39). Posiblemente de tal fuente o de
otra directamente referida al profeta, se extrae la narración sobre el
enfrentamiento entre Elías y el rey Acab, quien hizo el mal a los ojos
de Yahvé, más que todos los que le habían precedido y tomó por mujer a una cananea, Jezabel hija de Itobaal, rey de
Sidón y se fue tras Baal y Asera, le sirvió y se prosternó ante él. No solo el corazón de Acab se desvió
de los preceptos de Yahvé, sino que también todo el pueblo, lo que provocó la
ejecución de la mayoría de los profetas de Israel y como consecuencia de la
iniquidad, Yahvé hizo aparecer una gran sequía en Samaria y por ende una
hambruna en la región.
Elías desafía a
los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal a que acepten el sacrificio de un
buey en un altar preparado para ser incinerado; Elías hace preparar el mismo
altar y además hace mojar la madera tres veces hasta que se llena un foso
alrededor de éste. Yahvé acepta el altar de Elías, para confusión de los
profetas de Baal, y en el monte Carmelo los derrota y los degüella con la ayuda
del pueblo, luego de lo cual termina la sequía.
Los
profetas de Baal edificaron su propio altar, colocaron un buey y comenzaron a
clamar a Baal. Pero, como es natural, Baal no podía responderles, porque
no era más que un ser inanimado, un ídolo de piedra. Aquellos hombres aún
se rasgaban el pecho y lo sangraban para ver si de esa manera Baal les
respondería. El resultado fue lógico. Pasó toda la mañana y el medio día,
y Baal no pudo obrar. Ahora sólo restaba que los profetas de Baal
hicieran algo para que Dios no respondiera a Elías tampoco, pero ¿acaso podrían
ellos hacer algo contra el Omnipotente?
La
oportunidad se había pasado para los profetas de Baal. Toda una mañana
era más que suficiente para comprobar que no habían recibido ninguna
contestación. Ahora Elías, con todo derecho, pidió que el pueblo se
acercara. Así, estando cerca, tendrían una buena oportunidad de mirar la
realidad del milagro que estaba para realizarse. A esto se le llama montar un
espectáculo, casi se puede sentir la música de los tambores en la narración.
Elías
se vio obligado a reparar el altar de Yahvé, porque ya estaba arruinado a
consecuencia del abandono, o tal vez por la malintencionada acción de los
adoradores de Baal, lo cual lanza más odio en el público expectante hacia los
malvados sacerdotes. Fue necesario que Elías usara el altar de Yahvé, y
no el mismo altar contaminado que habían construido los profetas de Baal.
Lo levantó en el nombre del Señor, con doce piedras que representaban a las
doce tribus de Israel; porque el testimonio que ahora estaba dando era para
todos los hijos de Israel. Puso la leña sobre el altar, pero no colocó
fuego alguno en ella, y sobre la leña puso el buey partido en pedazos.
Ahora
es interesante notar que Elías quería asegurarse que toda la gente mirara que
el milagro sería una realidad. Así que hizo una zanja alrededor del
altar, y mandó que derramaran doce cántaros de agua sobre el buey. Había
llenado de agua todo el altar. Era para que todos vieran el poder de Dios
manifestándose ante todas las imposibilidades humanas. El agua echada
sobre el buey era tanta, que corría sobre el altar, y llenó hasta la
zanja. ¿Qué fuego sería capaz de incendiar aquellas aguas? (no habían
oído nada del fuego griego).
No fue necesario
que Elías orara toda la noche para que Dios le respondiera en esa ocasión (1Re 18,36-37). ¿Cuál sería la
causa? Hay varias cosas que podemos observar en esta petición. Primeramente vemos el reconocimiento de Elías
hacia Dios. Lo primero que hallamos en su oración es una
declaración de la identidad de Yahvé, el
Dios Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de Israel. En segundo
lugar, vemos el propósito de la misma. Todo lo que Elías quería era que
se manifestara claramente ante todos, que Yahvé es el único Dios
verdadero, y que es Él quien hace que los corazones de los hombres lo
busquen de nuevo. Tercero, notamos que Elías hace la petición y vuelve a
repetir el propósito de la misma, que no era egoísta, sino para honrar el
nombre de Yahvé. Queda clara la razón por qué Dios escuchó su oración y
le respondió inmediatamente.
La
contestación de Dios fue inmediata, para más humillación de los seguidores de
Baal y segura sorna de los yahvistas. La oración de Elías no se llevó más
que medio minuto, y eso fue suficiente para que Dios respondiera.
Inmediatamente descendió fuego del cielo y consumió, no sólo el buey, sino
también la leña, las piedras, el polvo y el agua que había hasta en la
zanja. Había sido una respuesta indiscutible. El pueblo no tenía
más que creer que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob había hecho ese
milagro. Todo el pueblo quedó convencido de que solamente Yahvé es el
Dios verdadero.
Dios
siempre ha manifestado Su poder en las distintas áreas de la naturaleza, pero
como los hombres han cerrado sus ojos a todas esas maravillas, Él se ha
manifestado muchas veces rompiendo el orden natural. Solamente el Dios de
la creación puede hacer obras semejantes. ¿Había causa para que el pueblo
dudara? ¡No! ¡Ninguna! El resultado para aquellos engañadores
profetas de Baal, fue que todos fueron capturados por el pueblo y
degollados en el riachuelo de Cisón, un final algo drástico para los que han
sido engañados…, eso sí, casi puedo notar la sonrisa de Elías en toda esta
trama.
Nacho Padró
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