Un monumento al lado del río Inari, con la figura estilizada de san Francisco Javier mirando hacia el cielo, da testimonio en la dudad de Kagoshima, al sur de Japón, de la hazaña que protagonizaron tres jesuitas españoles en su afán de establecer el cristianismo en tan lejanas tierras. Fue el 15 de agosto de 1549, hace ahora 450 años, cuando llegaron a bordo del junco del pirata chino Avon, tras 42 días de navegación desde Malaca. Iniciaron una epopeya que, bajo el signo de la religión, marcaría un hito en las relaciones entre Oriente y Occidente, con huellas que aún perduran.
Tras varios años de misión en India y las Molucas, Francisco Javier conoció en Malaca a Yajiro, un samurai japonés fugado de su patria por problemas con la justicia. Fue el primero que le habló de la existencia de un país donde las gentes se guían por la razón" y "donde hay universidades". Todo un reto para alguien de alto nivel cultural como Javier, que había estudiado ocho años en la Universidad de París, junto a Ignacio de Loyola, y que soñaba con ampliar los 1ímites de propagación apostólica, en su función de nuncio del Papa en las Indias. Javier fue enviado bajo los auspicios del rey Juan III de Portugal, la potencia colonial de la época en gran parte de Asia, cuyos marinos Antonio Peixoto, Francisco Zeimoto y Antonio de Mota habían llegado ya a Japón, en 1543, seis años antes que Javier; a la isla citada como Cipango, según el relato de Marco Polo en su viaje a China.
De carácter impetuoso y sin más fronteras que su fe en la recién fundada Compañía de Jesús, el navarro Francisco Javier de Jaso y de Azpilicueta, a sus 42 años, no esperó ningún navío lusitano para navegar desde Goa hasta Malaca, bordear las costas del sur de China y, desde allí, continuar hasta Japón. Tras bautizar a Yajiro con el nombre de Paolo de Santa Fe, viajó junto a sus compañeros de orden, el valenciano Cosme de Torres y el cordobés Juan Fernández Tres jesuitas españoles que, bajo el amparo de Portugal, comenzaron la ardua tarea de intentar convertir a su fe a hombres y mujeres con creencias arraigadas en religiones naturistas, como el budismo originario de India y llegado a través de la vecina China, o de inspiración local, como el sintoísmo. Superando temporales y tifones, según cuenta Javier en sus cartas, pisaron tierra nipona el día de la festividad de la Virgen María. Iban ligeros de equipaje, pero sin olvidar una gran Biblia lluminaco, ilustrada con imágenes, un cuadro de la Virgen con el Niño, varios libros e instrumentos para celebrar misa, incluida una garrafita con vino, y otros objetos novedosos para aquel pueblo isleño. Instalados entre los familiares de Yajiro, de donde saldrían las primeras conversiones y bautizos a la religión católica, los tres jesuitas desafiaron el reto impuesto por barreras idiomáticas, culturales y religiosas, con el rápido aprendizaje de la lengua por parte del joven Juan Fernández, que tenía 22 años. Pronto se presentaron ante el daimio de Satsuma, el caudillo y señor feudal, Shimazu Takahisa, que les autorizó a permanecer en el lugar. Más adelante abrieron debates filosóficos y religiosos con los bonzos del templo Fukushoji, en especial con el prior Ninshitu, en las laderas de Kagoshima, donde todavía hoy permanecen restos de tumbas de daimios, bonzos y cristianos, cada uno sepultado a diferentes niveles de la arbolada colina, mirando hacia el mar y frente al impresionante volcán Sakurajima, que, cual faro natural que a veces vomita fuego y humo, preside la gran bahía de Kagoshima.
Javier; que pasó casi un año en Kagoshima y en la provincia de Satsuma, describió a los japoneses como "la mejor gente hasta ahora descubierta", destacando su carácter de honrados, corteses, deseosos de saber; sobrios en comer y que no tenían más que una mujer: Con el apoyo de Yajiro y el avispado Fernández, pronto idearon la escritura japonesa con caracteres latinos, el romangi, aún hoy vigente. Arrancaron con un pequeño libro con el credo, los diez mandamientos y unas breves oraciones. Unos instrumentos vitales para la instrucción de varios días que recibían, sobre 'a creencia en Dios, los autóctonos que decidían bautizarse, tras las prédicas de los intrépidos clérigos.
Pero propagar una nueva religión, basada en un Dios salvador y un más allá, no resultó fácil entre gente de creencias budistas, cuya máxima expresión en su concepto zen no admite la existencia de otra vida posterior a la muerte Otra barrera que debieron afrontar los jesuitas fue de orden idiomático y conceptual. En su deseo de amoldarse a las costumbres locales, decidieron predicar bajo el nombre de Dainichi aconsejados por Yajiro, como equivalente descriptivo del Dios único. Cuál no sería su sorpresa al ir descubriendo la benevolencia de los bonzos, a quienes les parecía muy bien que los extranjeros adoptasen como nombre de Dios el de Dainichi, el mismo que veneraban algunas sectas budistas. Cuando Javier se dio cuenta y lo cambió por la palabra Dios, escribió en su diario "nosotros no pretendemos tener peleas con los bonzos, pero viendo la diferencia que hay de nuestra idea de salvación y de Dios, no será extraño que con el tiempo nos persigan más que con las palabras". En las cercanías de Kagoshima, en el castillo de Kurumaru, donde estuvo Javier; hay todavía un Dainichi-chi, templo de Dainichi.
Sin embargo, las relaciones iniciales entre los misioneros y los bonzos fueron de tolerancia. Sobre todo porque los jesuitas pronto se abrieron camino hasta llegar a las fortalezas y palacios de los daimios, bautizando incluso a la madre del propio Takahisa, el poderoso amo de toda la región de Satsuma, que les permitió predicar. No obstante, las suspicacias no tardaron en llegar. Por una parte por la rigidez de Javier ante la generalizada costumbre de los bonzos hada la pederastia y sodomía, práctica igualmente habitual entre los samuráis, sobre todo durante las largas campañas de guerra entre distintos señores feudales, en un país aún lejos de la unificación. Cuentan los biógrafos que Javier enrojecía' de cólera en disputas con los bonzos por su libertinaje sexual. Otro elemento de tensiones surgió cuando, poco a poco, los monjes budistas vieron progresar la cifra de bautismos y el número de adeptos al cristianismo, con pérdida de colectas y citas en los templos.
Sabiendo que los navíos portugueses recalaban de cuando en cuando en la localidad de Hirado, Javier decidió acudir allí, acompañado de Juan Fernández, en su idea de llegar hasta Miayko, la actual Kioto, donde residía el sogún, el máximo caudillo de un Japón todavía desmembrado. Javier estaba convencido de su estrategia destinada a convertir al dirigente supremo y poder misionar en las universidades de la capital. Pero en Miyako Javier halló una ciudad medio derruida, con refriegas entre bonzos de los grandes monasterios, ejerciendo casi de ejércitos, y un líder en funciones de precario emperador, sin interés en recibir a un extranjero mal vestido, pobre y que acudía sin regalos.
El fracaso por arraigar en Miyako no desanimó al infatigable navarro, que emprendió camino de regreso hacia el sur del archipiélago, donde centró sus esfuerzos en la ciudad de Yamaguchi. Allí cambió de táctica. Preparó con detalle la visita al daimio, Ouchi Yoshikata, acudiendo con su mejor atuendo y llevando una serie de regalos nunca vistos por los japoneses, como un reloj carillón, una escopeta de tres cañones, unos anteojos y dos catalejos, junto a la carta que le acreditaba como nuncio del Papa. El resultado fue fulgurante y los jesuitas recibieron el respaldo de Yoshikata para instruir el cristianismo. Fue en Yamaguchi donde obtuvieron una morada permanente, gracias a la cesión del templo del Dai-do Ji, el templo del Gran Camino. Aunque no lograron fundar la primera iglesia en Hirado hasta 1564, varios años después de la partida y muerte de Javier; dedicada a la Inmaculada Concepción, bajo el nombre japonés de Ten Mona Ji, traducido como la iglesia de la Puerta del Cielo.
En Yamaguchi, a los dos años de haber llegado a Japón, Javier; Cosme y Juan vivieron los mejores momentos de su misión apostólica. Cuando Javier estaba en el templo predicando, y acudían daimios, samuráis y hasta bonzos, lo traslucía con gozo en sus cartas porque 'la satisfacción de poder hablar y discutir con gente que sabe y busca dónde está el camino de salvación produce un gozo interior como hasta ahora no había conocido".
Coincidió, además, que el daimio de Yamaguchi tenía buenas relaciones con la vecina China, madurando Javier el viejo proyecto ya acuñado desde sus días en Malaca de ir a predicar a China. Cerrada a cal y canto a los extranjeros, la mítica tierra china ofreció un nuevo reto al hombre de la Compañía de Jesús. Así, decidió dejar a Cosme al mando de la naciente Iglesia católica de Japón antes de partir hacia Bungo y embarcar en un navío portugués, al mando de Duarte de Gama, rumbo a India a fin de preparar su misión en China Antes de irse de Hirado recibió noticias de Cosme de Torres, diciendo que en Yamaguchi había una revuelta contra el daimio y que, en medio de las batallas, comenzaron las primeras peleas serias de los bonzos contra los misioneros cristianos, a quienes acusaban de hablar mal de sus dioses.
Javier dejó Japón en noviembre de 1551, poco más de dos años después de haber llegado, decidido a emprender la gran misión hacia China. Durante el trayecto hacia Malaca, Conchin y Goa, hizo traducir el catecismo a ideogramas chinos. Después de unos meses en Goa, viajó a bordo del galeón "Santiago", hasta Malaca y, desde allí, con el "Santa Cruz", hasta Sancián, la isla donde fondeaban cada año durante unos meses los barcos de los mercaderes portugueses que negociaban con China, y en cuyas cercanías fundarían más adelante Macao. Pero Javier llegó ya débil y con fiebres a Sancián y cita en sus cartas que ninguno me quiere llevar a China, por los peligros en que se pueden ver", por temor a represalias del gobernador de Cantón.
Cuando en otoño se fueron los barcos portugueses, debido a los cambios climáticos y por respeto a la autorización provisional del caudillo de Cantón, Francisco Javier decidió quedarse, prácticamente solo, sin renunciar al sueño de predicar en China. "Si este año no puedo entrar en Cantón iré a Siam, aunque mucha esperanza tengo de ira China", escribió en su última carta. Débil de fuerzas, con fiebres, sin apetito y tras serle aplicadas varias sangrías, entró en delirios y murió en la madrugada del día 3 de diciembre de 1552, a los 46 años, junto al fiel Antonio y el criado indio Cristóbal, en una lúgubre cabaña de paja, sin lograr su propósito de predicar en China, después de casi diez años recorriendo tierras asiáticas y sin llegar a enterarse de que sus superiores lo reclamaban de vuelta a Europa.
Pero la huella de Francisco Javier quedaba viva en Japón, como vivientes permanecerían
tradiciones y productos traídos por navegantes y comerciantes portugueses y misioneros españoles que empezaban a recibir nuevos clérigos, portugueses e italianos en especial, incluida la llegada de otras órdenes religiosas.
Con todos ellos penetraron en Japón desde las primeras armas de fuego, las escopetas, que revolucionaron las guerras entre daimios, las sillas de montar; el tabaco, los cambios en vestimenta, con la introducción de los calzones, los juegos de cartas, llamadas "karutas", el nacimiento del denominado arte namban, donde aparecen las primeras influencias y escenas de marinos, comerciantes y misioneros europeos, la introducción de instrumentos musicales como el violín ola flauta, hasta cambios culinarios que aún persisten, como los pasteles tipo rosco, denominados "castela", o los fritos rebozados populares bajo el nombre de "tempura" en recuerdo de la comida de los misioneros durante las témporas religiosas.
Fue desde Yamaguchi, que en aquel tiempo era la ciudad más importante al sur de Kioto, donde el corpulento Cosme de Torres y Juan Fernández prosiguieron la labor trazada por Javier; reclutando para la Compañía de Jesús a nuevos seguidores, entre los que destacaron los japoneses Pulo y Lorenzo, este último un trovador medio ciego que adquirió gran popularidad entre los cristianos, junto al ex marino y médico portugués Luis de Almeida.
Pero, tras un principio alentador con muchas conversiones, las cosas empezaron a complicarse para los misioneros, en un Japón dividido en guerras donde los portugueses empezaban a vender armas. La conversión de varios daimios en cristianos, los mapas que traían los misioneros, que mostraban un mundo repartido entre los reinos de España y Portugal, junto al temor de que la fe católica acabase 'siendo un peligro para Japón, fueron factores que influyeron sobre el poderoso sogún Hideyoshi. Éste pasó de la complacencia nada tos curas a decretar la prohibición del cristianismo, en 1587, y ordenó matar a quienes no apostataran de la fe cristiana y crucificar a los 26 mártires de Nagasaki. Unas víctimas de la intolerancia honrados hoy en un museo y memorial que dirige el jesuita sevillano Diego Pacheco, quien debió cambiar de nombre al nacionalizarse japonés por el de Diego Yuuki, y entre cuyas obras está la biografía dedicada a la vida de Cosme de Torres, titulada "El hombre que forjó Nagasaki", en la que describe desde la llegada de Javier hasta la fundación de Nagasaki.
Al morir Hideyoshi, tras el fracaso de la invasión de Corea y la pretensión de enviar su ejército a Filipinas si Felipe II no pagaba tributo a Japón, los misioneros recuperaron cierta tranquilidad. Volvieron los tiempos de progreso para el cristianismo en Japón hasta la victoria de Tokugawa, en el año 1600, que poco a poco acosó a los cristianos hasta culminar en su famoso decreto de 1614 de total prohibición, persecución, destrucción de iglesias e inicio de un cerrojo de Japón que iba a durar hasta la restauración del emperador Meiji cuando, presionado por Estados Unidos y las potencias europeas, volvió a abrir el país en 1864 para dar paso a su modernización.
En el momento en que Tokugawa inició la persecución, había unos 300.000 cristianos, que dieron paso a la denominada Iglesia del Silencio y la celebración de prácticas ocultas. Un hecho descrito con maestría en la novela de Susako Endo "Silencio", con tradiciones y ritos todavía honrados entre algunas comunidades que siguen el ceremonial de antaño en aldeas de pequeñas islas del sur de Japón, como las de Goto y lktsukishima, donde aún existen algunos grupos de los llamados "kakure kirishitan", o cristianos ocultos, que no han querido regresar a las reglas ortodoxas de la Iglesia. Calculados en más de un millar; siguen rezando, a veces ante muros de roca en las montañas, sus "orasho", oración, palabra derivada del latín "oratio", habiendo adoptado, según estudios de la Universidad de Nagasaki, influencias del budismo y el sintoísmo, incluida la práctica habitual de celebrar dos funerales cuando mueren: uno cristiano y otro budista.
De aquella Iglesia del Silencio, donde los cristianos eran quemados vivos o crucificados si no apostataban pisando una imagen de la Virgen o de una cruz grabada en tablas de madera, quedan reliquias en el Museo de los Mártires de Nagasaki. Van desde partidas de bautismo que fueron escondidas dentro de cañas de bambú a imágenes budistas de Kuanjikuanmo, la diosa de la misericordia en el budismo chino, que eran colocadas en el altar familiar y adoradas como sustitución de la Virgen María'.
Los momentos más crueles de la represión se vivieron durante el mandato de lemitshu, el tercer sogún de la estirpe Tokunawa, cuando decidió quemar ante sus daimios a unos 50 misioneros y cristianos, incluidos mujeres y niños y ordenó al resto de los señores feudales que hicieran lo propio en sus dominios. Llegó después la famosa revolución de Shimabara, donde murieron unas 37.000 personas, entre ellos unas 20.000 mujeres y niños, la mayoría degollados, seguida de la expulsión definitiva de portugueses y holandeses, aunque a éstos, complacientes con las persecuciones contra los católicos, se les permitió permanecer confinados en la isla de Yashima, desde donde comerciaban con Japón.
Blog para la muestra y reflexión sobre el Misterio mediante mayéutica socrática.
sábado, 31 de mayo de 2014
viernes, 30 de mayo de 2014
Magia y Religión
La Religión, los rituales, la magia, los mitos, han sido temas importantes de la antropología. A menudo se han intentado definir la religión por contraposición a la magia y a ambas en contraste con la ciencia, Una distinción generalmente aceptada es que las prácticas mágicas tienen como fin la coerción directa d unos poderes místicos con el objeto de actuar sobre el mundo material; mientras que las prácticas religiosas suponen una dependencia de poderes sobrenaturales a los que se puede suplicar que actúen de una u otra forma, pero que no es posible manipular directamente.
"...la magia se distingue de la religión en que la última crea valores y se atiene directamente a fines, mientras que la magia consta de actos que tienen un valor práctico utilitario y sólo son eficaces como medios para un fin..." (Malinowski, 1970).
Cuando el hombre se enfrenta a un problema insoluble mediante los conocimientos prácticos que posee, ante la necesidad de proseguir, generalmente desarrolla un procedimiento mágico. Una explicación funcional de la magia sería que esta actúa como actividad sustitutiva. Sin embargo, la magia nunca se utiliza para reemplazar ql trabajo sino sólo para controlar acontecimientos inexplicables que desde otro punto de vista podrían atribuirse al azar o al destino. Mientras las circunstancias de la existencia estén, real o supuestamente controladas por el conocimiento, no aparecerá la necesidad de recurrir a la magia. Esta es, por tanto, el intento de dirigir lo inexplicable.
Para Durkheim (1975) las grandes ceremonias colectivas e un grupo, buscan exaltar la pasión e infunden en el individuo el sentimiento de pertenencia un grupo.
Nacho Padró
martes, 27 de mayo de 2014
Imagen maternal de Dios
Para la
comparación de la imagen en femenino de Dios parto de la base que Dios no es
hombre ni mujer. El hombre y la mujer son creación de Dios y son imagen de Dios
(Génesis), pero no son iguales a Dios, la realidad de Dios supera toda imagen.
Dios, sin embargo, puede manifestarse según las características humanas (la
manifestación humana de Dios por excelencia es la persona de su Hijo
Jesucristo). Así, puede mostrarnos tanto un rostro paterno como materno
(diferentes imágenes que nos acercan a la esencia). Tradicionalmente se ha
considerado a Dios como Paterno tanto en AT como en NT (Padrenuestro), pero si
bien Jesús nos enseña a llamar a Dios “Padre”, sabemos que se dirige a él como
“Abbá” rompiendo la imagen rígida y fuerte patriarcal. Seguramente, Jesús
tendría que tomar la elección de manifestarse como varón por la baja
consideración en que estaba la mujer en aquel lugar y en aquella época. Creo
que si Dios se hubiera encarnado en una mujer, la Palabra habría encontrado con
obstáculos insalvables desde el punto de vista humano. Supongo Jesús llama a
Dios “Padre” y no le llama “Madre” por la misma razón y porque también debía
seguir la tradición del Antiguo Testamento en el que algunos textos llaman a
Dios así (en los salmos, por ejemplo). La tradición bíblica no desarrolla la
idea de un Dios femenino, pero tampoco la oculta. De hecho, en el Antiguo
Testamento encontramos citas como estas:
- Como
un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo. (Is 66, 13)
- ¿Acaso
puede una madre olvidarse de sus hijos? Pues aunque una madre se olvidara de
sus hijos, yo no me olvidaré de ti. (Is 49, 15)
La Biblia utiliza
también términos femeninos para referirse a Dios como pueden leerse en el libro
de la Sabiduría, un ejemplo más de característica femenina englobada en Dios. Y
Jesús también lo hace: Yo soy la puerta de entrada de las ovejas; o yo
soy la Resurrección y la vida. Ya Juan Pablo I dijo que Dios es Padre y
Madre a la vez.
A partir de la
Teología femenina parece que se ha descubierto la maternidad de Dios en
diferentes aspectos, por ejemplo, en su capacidad para engendrar: Dios es
creador de todo (Génesis) pero también Dios engendró al Hijo (“engendrado, no
creado”), engendró todo lo creado porque procede de Él, su autor, engendró y
dio a luz al Pueblo de Israel, nos ha adoptado (a los cristianos) en Jesús, haciéndonos
hijos suyos por adopción.
Además de su
autoridad paterna, Dios se nos manifiesta también con actitudes más propiamente
femeninas: el cariño, la ternura, la compasión, la piedad, la misericordia y el
perdón... En Lc 15, 11-24, la parábola del hijo pródigo, se habla de Dios como un padre que cubre de
besos a su hijo perdido cuando lo recupera, que se acerca y festeja el retorno
del hijo perdido, una actitud muy maternal. En otros pasajes del evangelio,
Jesús se conmueve ante el sufrimiento humano (cuando ve a los discípulos como
ovejas sin pastor, o ante la tumba de Lázaro, por ejemplo) o ante la fe de
quien le habla (en el caso de la mujer cananea o la del legionario), son
muestras de sensibilidad alejada de la imagen patriarcal de la época. Sin olvidar
la importancia que tienen las mujeres en los evangelios (María Magdalena, María
madre de Jesús, son las primeras en descubrir la resurrección…). Así, se puede
apreciara una continuidad entre la imagen en femenino de Dios en el AT y la
proyección en Jesús y que por él da de Dios en el NT
Nacho Padró
Imagen de Dios en el NT
Una de las cosas que
creo importantes es la continuidad en las imágenes de Dios entre el AT y el NT,
no son tan diferentes: El Dios de Jesús es el Dios judío, el mismo Dios de la
Biblia hebrea, esto entra dentro de la lógica de una predicación de Jesús que
como judío que es usa el referente cultural y el marco conceptual que ha
aprendido de pequeño y que es de comprensión para los que le escuchan. Por otro
lado es interesante detectar esos cambios o novedades que aportan y que es lo
que le convierten en diferentes (y por desgracia es parte importante de las
causas de su final) y original, novedosa y por ello provocativa (el ejemplo del
grano de mostaza como símil del reino de Dios es de lo más relevante sobre la
idea de un Reino de humildad frente a un poderoso reino que seria lo esperado).
Como cristiano me encanta el fuerte contraste de la imagen amorosa y abierta de
Dios que rompe ideas preconcebidas y que tan bien se expresan en la parábola
del hijo pródigo reconociendo que destroza la lógica común… ¿cuántos no
haríamos de entrada como el hermano que se queda junto al padre y nos
quejaríamos amargamente? Y que se expresa tan sencilla mente con el famoso Abbâ
donde se nos planeta hacia nosotros, ¿qué grado de intimidad tenemos nosotros
hacia Dios? ¿no seguiremos todavía con nuestra imagen de PADRE, frente a la que
nos quiere mostrar Jesús?. No deja de ser admirable como en la predicación,
Jesús consigue enlazar hábilmente imágenes que en su momento podrían parecer
contradictorias como Reino-rey, oprimidos-marginados, Amoroso-cercano.
Nacho Padró
Según G. Schenk, «La
invocación de la divinidad bajo el nombre de padre pertenece a los fenómenos
primordiales de la historia de las religiones». A los profetas les interesa
enfatizar que el Dios de los judíos es trascendente y no se confunde con las realidades
de este mundo que les rodea, pues hay un claro distanciamiento entre Yahvé y
otras divinidades (caso de Baal). Pero esta prevención no implica que la imagen
de Dios Padre esté ausente de la Biblia Hebrea. El profeta Jeremías escribió: «Y
me decía [Dios]: Me llamarás 'Padre mío' y no te volverás de detrás de mí»
(3,19). E Isaías: «Tú, YHWH, eres nuestro padre» (63,16). En el Salmo
103, leemos «Como un padre tiene compasión con sus hijos, así YHWH se
compadece de los que le temen» (Sal 103,13) y en los apuntes queda clari el
aspecto relacionado a la oración Shemoneh Esreh. Así, es claramente injusto el
estereotipo que ha contrapuesto el «Dios cercano» de los cristianos y el
«Dios lejano e innombrable» de los judíos.
Pero si bien en el uso
de la imagen de padre para referirse a la divinidad, Jesús no fue original,
parece que sí lo fue en el modo directo con el que se dirigió a Dios llamándole
«Abba» pues no existe en la literatura judía un ejemplo semejante de
alguien que haya llamado a Dios así. Pero incluso esta peculiaridad creo que se
ha de entender dentro de una imagen de Dios que era compartida en muchos de sus
rasgos por contemporáneos judíos, en la cultura que le era propia. Sin este
marco, el concepto no sería comprensible. El origen y significado de la palabra «Abba», tal como
fue empleado por Jesús y por el cristianismo primitivo, ha hecho correr ríos de
tinta. Este debate se sustenta, en realidad, en sólo tres textos del Nuevo
Testamento, dos en las cartas paulinas (Gal 4,6 y Rom 8,15) y una en el
Evangelio según San Marcos (14,36), los únicos lugares en los cuales puede
encontrarse este término.
Llamar a
Dios «rey» y «padre» es reconocer la autoridad de Dios. Lo peculiar de Jesús fue el modo en que presentó a este padre y rey.
Jesús ofrece una imagen del poder de Dios que varía de las imágenes humanas del
poder. Dios no ejerce su poder al modo de los poderosos de la
tierra. Y visto desde esta perspectiva parecería que Jesús no nos dice que Dios es padre para hacernos entender que Dios nos
ama como nos ama nuestro padre, sino para decirnos que Dios nos ama en un modo en que los padres no se atreven
a amar en una cultura patriarcal propia del judaísmo de la época. Observo
que por una parte Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios, no para decirnos
que Dios ejerce el poder como lo haría un rey, sino justo al contrario, para
invertirlo según el modo en que gobiernan los poderosos de la tierra, por lo
que se podría deducir que en el fondo ¿no se debería unir las diferentes
imágenes que aporta Jesús de Yahvé?: la del Abba con la del Reino de los Cielos
y los heredados del AT, ¿permitiéndonos tener así una visión de conjunto y no
por secciones? Las parábolas de Jesús serían así expresiones de esta alternativa,
metáforas que hacen intuir la verdadera naturaleza de Dios, que no se impone
jamás y se pueden comprender tomando las partes fusionadas y no como si de
diferentes fragmentos se tratara y a la vez de diferentes facetas o imágenesNacho Padró
domingo, 25 de mayo de 2014
LA ENSEÑANZA DEL SABIO VEDANTÍN
Era un sabio vedantín, es decir, que creía en la unidad que se manifiesta como diversidad. Estaba hablando a sus discípulos sobre el Ser Supremo y el ser individual, explicándoles que son lo mismo. Declaró:
--Del mismo modo que el Ser Supremo existe dentro de sí mismo, también existe dentro de cada uno de nosotros.
Uno de los discípulos replicó:
--Pero, maestro, ¿cómo nosotros podemos ser como el Ser Supremo, cuando Él es tan inmenso y poderoso?
Infinitos universos moran dentro de Él. Nosotros somos partículas a su lado.
El sabio le pidió al discípulo que se aproximase al Ganges y cogiese agua. Así lo hizo el discípulo.
Cogió un tazón de agua y se lo presentó al sabio; pero éste protestó:
--Te he pedido agua del Ganges.
Ésta no puede ser agua de ese río.
--Claro que lo es -dijo el discípulo consternado.
--Pero en el Ganges hay peces y tortugas, las vacas acuden a beber a sus orillas, y la gente se baña en él. Esta agua no puede ser del Ganges.
--Claro que lo es -insistió el discípulo-, pero en tan poca cantidad que no puede contener ni peces, ni tortugas, ni vacas, ni devotos.
—Tienes razón -afirmó el sabio-.
Ahora devuelve el agua al río.
Así lo hizo el discípulo y regresó después junto al sabio, que le explicó:
--¿Acaso no existen ahora todas esas cosas en el agua? El ser individual es como el agua en el tazón. Es una con el Ser Supremo, pero existe en forma limitada y por eso parece diferente. Al devolver el agua del tazón al río, volvió a contar con peces, tortugas, vacas y devotos. Si meditas adecuadamente, comprenderás que tú eres el Ser Supremo y que estás en todo, como Él.
*El Maestro dice: Hasta en una brizna de hierba habita el Alma Universal.
miércoles, 21 de mayo de 2014
EL ARTE DE LA OBSERVACIÓN
El discípulo llegó hasta el maestro y le dijo:
--Guruji, por favor, te ruego que me impartas una instrucción para aproximarme a la verdad. Tal vez tú dispongas de alguna enseñanza secreta.
Después de mirarle unos instantes, el maestro declaró:
--El gran secreto está en la observación. Nada escapa a una mente observadora y perceptiva. Ella misma se convierte en la enseñanza.
--¿Qué me aconsejas hacer?
--Observa -dijo el gurú-. Siéntate en la playa, a la orilla del mar, y observa cómo el sol se refleja en sus aguas. Permanece observando tanto tiempo como te sea necesario, tanto tiempo como te exija la apertura de tu comprensión.
Durante días, el discípulo se mantuvo en completa observación, sentado a la orilla del mar. Observó el sol reflejándose sobre las aguas del océano, unas veces tranquilas, otras encrespadas. Observó las leves ondulaciones de sus aguas cuando la mar estaba en calma y las olas gigantescas cuando llegaba la tempestad. Observó y observó, atento y ecuánime, meditativo y alerta. Y así, paulatinamente, se fue desarrollando su comprensión.
Su mente comenzó a modificarse y su consciencia a hallar otro modo mucho más rico de percibir.
El discípulo, muy agradecido, regresó junto al maestro.
--¿Has comprendido a través de la observación? -preguntó el maestro.
--Sí -repuso satisfecho el discípulo-. Llevaba años efectuando los ritos, asistiendo a las ceremonias más sagradas, leyendo las escrituras, pero no había comprendido. Unos días de observación me han hecho comprender.
El sol es nuestro ser interior, siempre brillante, autoluminoso, inafectado. Las aguas no le mojan y las olas no le alcanzan; es ajeno a la calma y la tempestad aparentes.
Siempre permanece, inalterable, en sí mismo.
–Ésa es una enseñanza sublime -declaró el gurú-, la enseñanza que se desprende del arte de la observación.
Todos los grandes descubrimientos se han derivado de la observación diligente. No hay mayor descubrimiento que el del Ser. Observa y comprende.
martes, 20 de mayo de 2014
Francisco y Jacinta: el verdadero misterio
¿Quiénes eran en realidad Francisco y
Jacinta? Toda la información que hoy se
dispone de los hermanos Marto
procede de su prima, Lucia dos Santos, verdadera
artífice del mito de Fátima. Todo
parece indicar que murieron como vivieron, pobres
e ignorantes. Entre los escasos
meses que transcurrieron entre la fecha en la que
se les apareció la Virgen María y
su muerte guardaron el más absoluto de los
silencios con relación a la
aparición. La clave de lo que realmente pudo ocurrir la
guardó para sí Lucía. Cuando los
restos de los dos hermanos fueron trasladados de
Vila Nova de Ourem a Fátima, en
octubre de 1935, el obispo de Leiria pidió a Lucía
que escribiese unas “memorias” en
las que plasmara los recuerdos de sus primos.
De ellos trazó un retrato
bucólico y pastoril en el que se resalta la sencillez de los
hermanos y su predisposición a
las bromas y los juegos. La aparición de la Virgen
María cambió ese perfil y lo
trocó en misticismo. A partir de ese día, Francisco y
Jacinta rezaron el rosario a
diario e, incluso, se llegaron a plantear entre ellos
interrogantes de talante
espiritual. Sor Lucía hizo llegar ayer su “más grande alegría
y satisfacción” por el inicio del
proceso de beatificación.
La Vanguardia
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