En las últimas semanas, dominadas por las cumbres del G20 en Roma y de Naciones Unidas en Glasgow, muchos observadores internacionales han comentado que las soluciones a los problemas más acuciantes del planeta están en dos encíclicas del Papa Francisco: Laudato si, de 2015, y Fratelli tutti, de 2020, hace apenas un año.
A principios de octubre, el Papa presidió en Roma tres encuentros de los líderes de las grandes religiones mundiales: dos en el Vaticano –sobre el cambio climático y la educación para la concordia– y uno ante el Coliseo, por la paz.
Con la misma naturalidad, hacia final de mes recibió en audiencia a los presidentes de Alemania, Corea del Sur, Estados Unidos e India, interesados en hablar con él de asuntos internacionales. Al terminar cada encuentro les regaló ejemplares de Laudato si y Fratelli tutti.
Todos lo agradecen, pero el presidente indio, Narendra Modi, jefe de un partido hinduista en un país donde los cristianos no llegan al 3 % de la población, fue más allá, con un gesto de respeto conmovedor.
Tomó los dos libros encuadernados en rojo y se los acercó a la frente, como si quisiera entrar en contacto con ellos incluso antes de leerlos. Y se despidió del Papa con un abrazo. Poco después, tuiteaba en su cuenta personal que había invitado a Francisco a viajar a la India.
Laudato si puso ante los ojos de todos la urgencia de recortar las emisiones de anhídrido carbónico, metano y otros gases que causan el el desastroso aumento de la temperatura global. El Papa ha comentado que no es una encíclica «ecológica» sino «social», en el sentido de la doctrina social cristiana. Es también un ensayo de teología de la creación, titulado con la famosa plegaria de san Francisco de Asís: «Alabado seas, mi Señor, por todas tus criaturas».
Fratelli tutti, a su vez, indica el modo de vivir el mandamiento de «amarás al prójimo como a ti mismo» en tiempos de rearme naval en el Pacífico, tensión artificiosa en la política y crispación deliberada en las redes sociales, que hunden a muchos ciudadanos en la amargura. Las dos encíclicas indican vías de salida y comportamientos positivos que devuelven la esperanza.
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