Benditos sean mis límites, para que sean unas oportunidades para aprender y crecer.
Benditos mis miedos, para que pueda ver a través de su vacuidad y su falsedad y para que aprenda a actuar con valentía, que es el don natural de todo hijo del Universo.
Bendito sean los desafíos que la vida me presenta, pues son las herramientas más valiosas para mi crecimiento interior.
Benditos sean todos esos problemas que parecen infranqueables, pues no hacen sino revelarme los recursos escondidos en mi interior.
Benditos sean los momentos de soledad, pues me permiten descubrir que el Amor divino es un amigo y una Presencia infalibles.
Bendición para mí cuando tenga que hacer frente a la enfermedad, pues me brinda una oportunidad para descubrir que la salud perfecta es un don natural de Dios, que siempre está al alcance de cada uno de nosotros.
Bendición para mí cuando tenga que arrostrar una traición o un desengaño, o toda pérdida que me parezca irremplazable, el odio, el rechazo, las dudas...
Todos estos desafíos y muchos más, porque no son sino el camino por excelencia para descubrir que las «adversidades son las pruebas de que el Amor está cuidando de nosotros» y que, por lo tanto, incluso en esos momentos puedo descubrir el rayo de luz en los bordes de las nubes tormentosas.
Pierre Pradervand
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